■ El director de la FAO, Jacques Diouf, avizora “otra crisis de alimentos” en el mundo
Con bailoteo y reventón, inauguran en Maputo la asamblea de mujeres de la Vía Campesina
■ Se analiza la perspectiva de quienes nunca han pasado hambre contra la de quienes la han sufrido
Maputo, 17 de octubre. Los tambores suenan rítmicamente mientras que una docena de mujeres con el rostro pintado de blanco bailan, las que visten sus trajes típicos africanos. Entonan una canción compuesta desde sus raíces, simultáneamente dulce y potente. Llevan canastas de mimbre con semillas de maíz y grandes vasijas de barro en sus cabezas. Simultáneamente escenifican una danza ritual que asocia la agricultura con la alimentación y la vida; representan al trabajo y la vida rural. Comienza así aquí la ceremonia de inauguración de la asamblea de mujeres de la Vía Campesina.
Es un día caluroso en el que, tal como dice Bob Dylan en su canción Mozambique, “el cielo soleado es azul marino/ Y todas las parejas bailan mejilla a mejilla”. Y es que, será por los aires africanos, el meneo durante esta quinta conferencia aparece ante el menor pretexto.
Apenas un par de horas antes había culminado el encuentro de jóvenes campesinos, también entre el sonar de los tambores. Pero la celebración fue distinta. El ritmo de las percusiones fue más intenso y el bailoteo se transformó rápidamente en una pequeña fiesta colectiva, con todos los delegados participando en el espontáneo reventón. Aunque aquí, muy rápidamente, los sonidos tradicionales fueron sustituidos por las consignas de lucha en favor de la lucha campesina, muy al estilo de las que se corean en cualquier manifestación de izquierda de los países de América Latina.
El panorama del campo y los campesinos en el mundo que pintó la reunión juvenil dista de ser optimista, más aún para quienes no han llegado todavía a la vida adulta. Vistos como un lastre del pasado, los hijos de los pequeños productores rurales carecen de futuro en el medio rural. El modelo de agricultura industrializada promovido por las grandes corporaciones agroalimentarias y el libre comercio condenan a los muchachos nacidos en poblados rurales al desempleo, a la emigración a las grandes ciudades y a las metrópolis, y a la falta de educación.
No es discurso. Ayomi Kinezulka, delegada juvenil del Movimiento de Granjeros Familiares de Japón, Nouminrem, narró en entrevista con La Jornada que como resultado de las presiones de la Organización Mundial del Comercio (OMC), su país se vio obligado a abrir sus fronteras a las importaciones de arroz.
“En la actualidad –dice– debemos importar alrededor de 10 por ciento del cereal que consumimos. La oferta que se hizo fue exportar manufacturas industriales a cambio. Pero los pequeños agricultores han sufrido un descalabro. Los precios en el mercado internacional han derrumbado el precio interno y empobrecido a los cultivadores locales. Con frecuencia el arroz que proviene del exterior es de mala calidad o, de plano, inservible para el consumo humano. Y quienes más han padecido la situación son los jóvenes”.
Las dificultades, sin embargo, no amedrentaron a los delegados. Por el contrario, los retos estimularon su ánimo de lucha. El delegado venezolano, por ejemplo, platicó sobre los avances que la revolución agraria en su país –“no reforma”, aclara– ha tenido en devolver la tierra a los campesinos y darles las herramientas que necesitan para producir.
Javier Pérez, joven organizador de la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas en Estados Unidos, contó por su parte como el pasado 27 de agosto comenzó en Fort Hancock la Marcha por la Paz y la Unidad contra el Muro. La movilización popular busca echar abajo la valla fronteriza construida a lo largo de más de 60 millas que separará a las comunidades de El Paso, Texas, y Ciudad Juárez, Chihuahua.
A lo largo de las reuniones formales y las conversaciones de ocasión en la conferencia, aparece reiteradamente la preocupación por la actual crisis alimentaria. No es un asunto menor: cuando se habla de falta de comida se habla también de hambrunas.
Según el director general de la FAO, Jacques Diouf, “habrá otra crisis de alimentos pese a la cosecha récord que se espera para 2008”. La producción de cereales este año aumentará 4.9 por ciento hasta un récord de 2 mil 232 millones de toneladas, pero unos 36 países necesitan ayuda externa a causa de problemas con las cosechas, conflictos e inseguridad, o debido a los altos precios internacionales. Estas naciones –como muchas otras más– fueron condenadas por los organismos financieros multilaterales a comprar los alimentos que consumen y a producir los que no comen.
Sin embargo, la forma en la que el asunto es abordado en el encuentro de Maputo es novedosa. Una y otra vez emerge la idea, expresada por el profesor congoleño Jacques Depelchin y el dirigente de los campesinos mozambiqueños Diamantino Nhampossa en un trabajo para el encuentro, de que la actual crisis alimentaria no es sólo un asunto de comida y que requiere, para su comprensión cabal, ser analizada desde una perspectiva histórica de largo plazo.
Afirman que involucra muchos otros aspectos relacionados con la dominación de clases, la persistencia de relaciones coloniales y la perspectiva de quienes nunca han pasado hambre contra la de quienes la han sufrido.
Al caer la noche vuelven a sonar los tambores. A su manera la reunión sigue. Es entonces cuando, como cuenta Bob Dylan en su canción Mozambique, “Y tú ves por qué es tan único estar/ Entre la entrañable gente que vive libre”.