14 de octubre de 2008     Número 13

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

1er ANIVERSARIO

Un pueblo campesino en el movimiento estudiantil del 68

“Topilejo, Primer Territorio Libre de México”

Antonio Vera Martínez

En pleno auge del movimiento estudiantil de 1968, un accidente de autobús en San Miguel Topilejo, al sur de la delegación Tlalpan, provocó una movilización local de pobladores que convergió con el activismo en las escuelas y dio lugar a un atípico movimiento estudiantil popular. Fusión que permitió a los habitantes de esa comunidad el cumplimiento de sus demandas. Ésta es la historia:

El martes 3 de septiembre de ese año, a las 5:30 horas, un autobús de segunda clase con número económico 70 de la línea México-Xochimilco se precipitó fuera de la cinta asfáltica y se volcó por exceso de velocidad en una hondonada a la altura del paraje El Caracol. El saldo inicial fue de siete personas muertas y 22 lesionados, la mayoría eran campesinos que iban a ofrecer su mercancía al pueblo de San Lázaro.

Con tristeza y justa indignación, Topilejo sepultó a sus muertos. El párroco del lugar, Leodegario García, fue el encargado de ofrecer la misa. En unos días la cifra de fallecidos se elevó a diez y la de lesionados a 32. Para entonces el coraje del pueblo iba en aumento y no había manera de contenerlo.

La población le exigió inútilmente al delegado de Tlalpan, Alfonso Suástegui Laguna, que mediara con los permisionarios para lograr una indemnización justa. Al no obtener respuesta, la gente decidió en asamblea solicitar el apoyo de los estudiantes, cuya lucha estaba en apogeo y demostraba gran capacidad de movilización a lo largo y ancho de la ciudad.

Una comisión de campesinos se presentó ante la asamblea de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la cual aceptó de inmediato brindar el apoyo y, en el camión de la misma escuela, un nutrido grupo de estudiantes, junto con los campesinos, se trasladó al pueblo. Quien escribe esto formó parte del grupo.

Presión popular. A partir de ese momento, los acontecimientos se sucedieron de manera vertiginosa: Estudiantes y pobladores empezamos por detener cuatro camiones de segunda clase de la línea México-Xochimilco-Topilejo, más otro de primera de la ruta Chapultepec-Xochimilco. El objetivo era presionar a la línea a que indemnizara de manera justa a las familias de los afectados.

El entonces jefe del Departamento del Distrito Federal (DDF), Alfonso Corona del Rosal, declaró respecto del problema de las indemnizaciones que “(…) se iba encarrilando la solución con la intervención del delegado del DDF, hasta que intervino un grupo de jóvenes, asesorando y pidiendo sumas que en concepto de los permisionarios son muy elevadas, porque es una línea de segunda y con camiones que valen poco dinero”.

Esas palabras motivaron que pobladores y estudiantes continuáramos tomando camiones.

El 9 de septiembre, con 17 autobuses “secuestrados”, tomamos las oficinas de la Subdelegación de Topilejo, ya que su responsable, J. Guadalupe Martínez Fragoso, no daba la cara.

Decidimos crear un “comité de lucha”, integrado por campesinos y estudiantes, para darle cauce al movimiento y elaboramos un pliego petitorio:

a) Indemnización de 150 mil pesos a los deudos de los fallecidos.

b) Por cada herido, 200 pesos semanales, hasta lograr su total restablecimiento.

c) Se exigen unidades nuevas para el transporte, así como la reparación de la carretera, en particular en el lugar denominado El Caracol, donde ya habían sucedido accidentes en otras ocasiones.

Se integraron comisiones mixtas de estudiantes y pobladores para buscar el apoyo de los pueblos cercanos: San Francisco Tlalnepantla, San Andrés Ahuayuca, San Mateo Xalpa, San Salvador Cuahutenco, Santa Cecilia Tepleta, San Lucas Xochimanca, San Pedro Actopan, San Pablo Ostepec y San Gregorio Atlapulco.

La iglesia, punto estratégico. Se crearon “comités de vigilancia” que tenían la tarea de velar para evitar que entraran a Topilejo las fuerzas represivas. Teníamos vigilantes armados con escopetones y rifles apostados en las torres de la iglesia, que dominaban el pueblo y sus alrededores. La consigna era que si algún vehículo intentaba entrar, se repicaran las campanas, para que el pueblo se congregase en la plaza para emprender la defensa.

Los habitantes de Topilejo nos proporcionaron una casa en las orillas del pueblo. Además de alojar allí el infaltable mimeógrafo, el lugar nos servía de dormitorio y albergaba a las brigadas de universitarios que llegaban a prestar sus servicios a la comunidad: estudiantes de veterinaria de Chapingo, que ayudaban a inseminar a los animales; pasantes de ingeniería, que hacían el trazado correcto de la carretera, y otros más, así como grupos de músicos, poetas y bailarines que presentaban su espectáculo a la población. En unos cuantos días, Topilejo había trocado su rabia e impotencia en una fiesta de lucha y participación política.

A la casa la bautizamos como Quinta Rosa Luxemburgo. Del grupo de estudiantes que la ocupábamos, destacó como jefe indiscutible José del Rivero, El Negro, alumno del quinto año de economía, que cambió su traje y corbata de moño –atuendo con que todos los días iba a la escuela– por un pantalón, chamarra y gorra de mezclilla, que vistió todo el tiempo que duró el movimiento; lo mismo organizaba las guardias nocturnas de vigilancia, que distribuía las brigadas estudiantiles a donde se necesitaran, o manejaba el camión de la Facultad de Economía, que daba servicio gratuito a los habitantes de la zona y de los lugares aledaños, pues por temor a la retención de unidades, que para entonces ya eran 29, se ausentaron las compañías y no había otro medio de transporte.

El jueves 12 el presidente de la Unión de Permisionarios de la Línea de Autobuses Urbanos del DF, Julio Serrano Castro, declaró que no estaba dispuesto, “y menos bajo presión”, a celebrar trato directo o indirecto con los estudiantes, sino exclusivamente con los familiares de los afectados. A nosotros tampoco nos interesaba platicar con él, pues los habitantes de Topilejo tenían su comité y ellos eran los que acudían con las distintas autoridades a solucionar sus problemas, y sabían que nosotros los respaldábamos total y absolutamente.

Había conciencia política y gran participación de los habitantes de esos rumbos. Por eso pintamos un letrero en la barda de la carretera vieja México-Acapulco que decía: “Topilejo, primer territorio libre de México”.

El domingo 15 de septiembre nos amanecimos con la noticia de que los permisionarios pagarían 25 mil pesos a cada familia de los fallecidos, mucho más que los cinco mil inicialmente ofrecidos. También sustituyeron los camiones viejos por unidades de transporte nuevas. Se logró que arreglaran la carretera, al menos en las partes más peligrosas.

Lucha exitosa. Lo más importante es que en unos cuantos días de intensa actividad habíamos logrado materializar en Topilejo la alianza pueblo-estudiantes que tanto pregonábamos en toda la ciudad. Habíamos realizado asambleas democráticas, donde todo mundo participaba y exponía lo que quería sin ninguna restricción. Asambleas a las que las autoridades nunca llegaron. Las decisiones se tomaban por mayoría, y los estudiantes nos sometíamos a lo que determinaba el pueblo, sin querer imponer puntos de vista o dirigir el proceso. El diálogo se dio entre iguales. Las asambleas diarias, pero también mítines relámpago, pintas, voceo, teatro, danza, poesía, etcétera mantuvieron en vilo por varias semanas a Topilejo y sus alrededores. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que al menos en Topilejo al gobierno no le quedó otra que ceder a las demandas populares.

En la noche El Negro dio el Grito de Independencia mencionando a los héroes que nos dieron patria, y también a Villa, Zapata y Jaramillo, que no tienen nada que ver con la guerra de independencia, pero sí con las luchas campesinas.

Días después, el 18 de septiembre el ejército ocupó Ciudad Universitaria y detuvo a cientos de estudiantes y profesores...


FOTOGRAMAS TOMADADOS DE LA PELÍCULA EL GRITO (1968), DE LEOBARDO LÓPEZ ARETCHE