Usted está aquí: martes 14 de octubre de 2008 Cultura Itacate

Itacate

Cristina Barros y Marco Buenrostro
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■ Vendedores ambulantes

Desde siempre han llegado a la ciudad de México un sinnúmero de comerciantes en pequeño. No nos referimos por cierto a quienes instalan puestos fijos en muchas de las calles de la capital para vender, la mayor parte de las veces, mercancías que ellos no producen. Se trata de los pequeños productores que se trasladan desde los alrededores de la urbe o desde diversos puntos del estado de México.

Hace no tanto, muchos de estos vendedores anunciaban sus mercancías con pregones casi musicales: carbón, voceaban los indios otomíes; chichicuilotitos tiernos, las vendedoras de las orillas de los lagos; mantequilla fresca, guajolotes, allá por Navidad.

Actualmente no “cantan” lo que venden, pero siguen llenando de colorido calles y avenidas. Son especialmente llamativas las canastas y tablones de dulces tradicionales: higos, acitrón, calabaza, camote y piña cubiertos, pepitorias y obleas de colores, alegrías, palanquetas de nuez y cacahuate, dulces de leche, en fin, un prodigio. La mayor parte de ellos, llega de Santa Cruz Acalpixca y de Tulyehualco, en la delegación Xochimilco.

Los merengueros continúan ofreciendo sus productos blancos y rosas, aunque ya no llevan pulque, gaznates; de repente y con suerte, en su tabla hay duquesas, esos dulces deliciosos de cocada y merengue. En una feria de las que todavía existen en pueblos y barrios de la ciudad, pueden encontrarse pequeños puestos portátiles que muestran orgullosamente trompadas, charamuscas, dulces de leche quemada y muéganos, así como frescas y jugosas cocadas.

En alguna calle de las colonias céntricas, por ejemplo, la Roma, de pronto el campo aparece ante nuestros ojos. Sobre un plástico una linda mujer ha colocado con arte y cuidado flores de calabaza, habas frescas, frijol tierno de varios colores, ayocotes, manojos de nabos y bolsas con chivitos, ambos de la familia de los quelites; también hay hongos silvestres y cuitlacoche. Con ganas se llevaría uno de todo para prepararle a la familia un banquete de sabor y frescura, realmente saludable.

Viene desde Ixtlahuaca, adelante de Toluca; uno puede imaginar lo temprano que se habrá levantado; en la madrugada todavía a oscuras, recibió las flores acabadas de cortar por otras mujeres de la comunidad. Abordó el autobús a orilla de carretera, llegó a la terminal de Observatorio, tomó al menos dos camiones, y por fin está ahí a las 10 de la mañana, sonriente y orgullosa de su mercancía.

Capítulo aparte merecen los productores de naranjas, mandarinas, toronjas, piñas, manzanas de Chihuahua y otras frutas que entran con sus camiones buscando obtener un poco más de ganancia.

 
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