Usted está aquí: martes 14 de octubre de 2008 Opinión El arte de la falsificación

Cultura y arte a raudales

Teresa del Conde/ I

El arte de la falsificación

El título de este texto no es contradictorio.  Las buenas falsificaciones de todos los tiempos implican consumada pericia y es del dominio común que Miguel Ángel, todavía en el círculo de Lorenzo de Medici, realizó un Eros “a la antigua” con objeto de hacer valer su sabiduría escultórica, engañando hasta a cardenales y peritos. Esta historia la narra Vasari, en Le vite.

Siglos después, Han van Meegeren (1899-1947) –pintor por derecho propio– decidió dedicarse a la falsificación, produciendo con enorme provecho más de 18 cuadros al modo de los holandeses del siglo XVII. Puso especial atención en Vermeer de Delft, debido a que la producción de este singular artista es escueta y a que algunas de sus pinturas de tema religioso –visibles en obras suyas posteriores mediante el recurso del cuadro dentro del cuadro– se encontraban perdidas.

Van Meegeren no pintó copias, sino que inventó composiciones al modo de Vermeer, valiéndose de telas de época y poniendo cuidado en la elección de los pigmentos obtenibles en el siglo XVII.

La gloria que –según sus palabras– obtuvo, no fue tanto el conseguir beneficios económicos, sino el haber engañado a una de las máximas autoridades del momento: Abraham Bredius (1866-1946), director del Mauritshuis, de La Haya, y asesor del Museo Boymans, de Rotterdam.

En noviembre de 1937, esta gran autoridad en el arte holandés del siglo XVII publicó, exultante de entusiasmo, la noticia de un nuevo Vermeer, La cena de Emaus, que fue adquirida para Rotterdam.

Hasta donde sé, allí se encuentra todavía, bajo su adscripción correcta: obra de Han van Meegeren y rodeada del escándalo que suscitó cuando el propio autor declaró que se trataba de una falsificación.

En todo esto hay buenas dosis de morbo y no es de extrañarse que, cuando el falsificador  fue condenado a prisión por colaboración con un nazi, jueces y peritos hayan dudado de sus declaraciones. Hoy día es el sumo sacerdote de las falsificaciones, sobre todo porque murió de un infarto al miocardio antes de cumplir su condena, que fue de sólo un año.

Por su parte, Bredius ha sido ampliamente rehabilitado debido, entre otras razones, a que es el autor de los antecedentes del famoso proyecto Rembrandt  not Rembrandt, que ya vio su ocaso, como se sabe. A él se debe la primera catalogación y estudio pormenorizado sobre  este maestro, de quien este miércoles se abrirá una exhibición en El Prado.

En México, como en todas partes, las falsificaciones pululan. La artista más favorecida de todos es Frida Kahlo, pero ni con mucho es la única. No pasa semana sin que aparezcan “atribuciones” que con frecuencia van acompañadas de amplias documentaciones, algunas quizá hechas de buena fe, otras falsificadas.

Entre los contemporáneos uno de los más favorecidos por los falsificadores es Francisco Toledo, sobre quien existe un buen catálogo de falsos, pero también las hay de Rodolfo Nieto y, por supuesto, de Tamayo, aunque las de éste han disminuido considerablemente en tiempos recientes, debido a que existe catálogo razonado sobre su gráfica y otro, en proceso, sobre su pintura.

Oaxaca es una entidad pictórica favorita, inclusive Sergio Hernández ha sido falsificado. De otra parte también Francisco Corzas ha gozado de tal privilegio e igual María Izquierdo.

Los apuntes de Diego Rivera pululan, no tanto así sus pinturas, aunque existen versiones de aquellas que han resultado mayormente exitosas, que se detectan como copias más que como falsificaciones.

Remedios Varo ocupa lugar conspicuo dentro del gremio de los pintores falsificados y yo presumo que existen profesionales dedicados exclusivamente a esta pintora, quien siempre ha ejercido honda fascinación. Sobre ella existe catálogo razonado, pero ni aun eso ha cancelado del todo la producción de falsos.

Siqueiros ha sido ampliamente falsificado, lo mismo que el Dr. Atl, pero quizá hoy día existe entre los dealers mayor conciencia al respecto. De otra parte, las galerías de prestigio en México realizan investigación a fondo antes de poner en circulación obras de autores como los que he mencionado.

El ser art historian reconocido, no faculta para dictaminar sobre la autenticidad de una pieza. Eso lo sabemos todos los que practicamos tal disciplina. Ser un connoisseur , como lo es, por ejemplo, Andrés Blaisten,  implica otro tipo de pericia. Pero tampoco aquí hay garan-tías absolutas.

 
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