Cultura y arte a raudales
■ Recital de Markus Stockhausen, Fabrizio Ottaviucci, Stefano Scodanibbio y Mike Sbovoda
Ofrecieron una intensa meditación espiritual al compás de música intuitiva
■ Los maestros, en convivencia con sus alumnos mexicanos, estremecieron los cimientos del Templo de la Compañía
■ Fueron 57 minutos en tonalidad do, en el Cervantino
Guanajuato, Gto., 13 de octubre. Tres conciertos de Markus Stockhausen formando cuarteta formidable con el pianista Fabrizio Ottaviucci, el contrabajista Stefano Scodanibbio y el trombonista Mike Sbovoda.
Cuatro estaciones de intensidad, inteligencia, íntimo decoro.
El periplo se inició el mediodía del viernes 10 de octubre en el Salón del Consejo Universitario, de la Universidad de Guanajuato, en un ciclo concebido por Ana Lara con frutos inmediatos.
Stockhausen en trompetas modificadas en su embocadura para lograr cuartos de tono. Ottaviucci en el piano activado de manera singular, un paso adelante en la revolución de las nuevas posibilidades instrumentales, realizaron una intensa meditación espiritual con música intuitiva.
Suena una música llegada de muy lejos, de otras vidas, de experiencias aprendidas en vidas anteriores. Cruzan umbrales, traspasan planos temporales, abren portales dimensionales. Todo ocurre en el silencio.
Mientras Ottaviucci activa soliloquios que espejean las largas improvisaciones de Keith Jarrett, Stockhausen dialoga con sonidos de transparencia luminosa. Ambos plantan un jardín zen con sus andares.
Pianista entona mantras mientras activa el teclado. Trompetista responde con los ojos cerrados en sonidos circulares.
El momento sublime acontece cuando Stockhausen dirige el pabellón de su trompeta hacia el arpa interior del piano. Sublime. Las cuerdas responden con una serie de sonidos que nacen en algún punto del infinito. No son sonidos parásitos, se trata de armónicos que crecen y se vuelven luz.
El segundo recital sucedió el domingo: los maestros en convivencia con sus alumnos mexicanos estremecieron los cimientos del Templo de la Compañía con dos partituras formidables: En Do, de Terry Riley, y Sinergy, de Stockhausen.
Fascinación, magia, éxtasis. Cincuenta y siete minutos en tonalidad do con música intuitiva. Luego, la obra de Stockhausen hizo vibrar la energía del espíritu de los escuchas en una aventura fascinante, sencillamente fascinante.