|
||
1er ANIVERSARIO Ni Ángel ni Demonio Los transgénicos en la agricultura Yolanda Massieu El análisis de los cultivos y alimentos transgénicos se enmarca en la crítica a la agricultura industrial. El innegable monopolio de los insumos y de los avances tecnológicos marcó la modernización agrícola de la Revolución Verde y continúa con la genómica agropecuaria, con graves consecuencias sociales y ambientales. Aquí llamo la atención sobre un asunto: la planta transgénica es un artefacto tecnológico que, por su carácter de ser vivo, tiene implicaciones éticas que no vemos en las otras invenciones. La planta en sí no es buena ni mala, todo depende de los intereses que hay en juego tanto en su generación como en su difusión. Desde la modernización capitalista de la agricultura se ha argumentado la necesidad de producir más, dado el crecimiento demográfico y los recursos limitados. Desde el análisis crítico, nos hemos cansado de decir que es un problema de desigualdad social y distribución, no de producción. El asunto está en que, con el argumento de la escasez, las grandes corporaciones agroalimentarias y biotecnológicas aplican el criterio del monocultivo de alto rendimiento, que implica el ensayo y error, así como el aislamiento de un solo elemento del ecosistema (en este caso el gen), para manipularlo y mejorarlo, lo cual excluye la diversidad. Este proceso (que busca ante todo la ganancia) ha avanzado al grado de que se permite patentar seres vivos, transgénicos o no, así como los procesos para generar los primeros. Lo anterior se agudiza si consideramos que el papel estratégico de la diversidad genética mundial (la cual se localiza mayormente en países atrasados, México entre ellos) se vuelve más crítico ante los previsibles cambios futuros por el cambio climático y el nuevo orden energético. Más desventaja que beneficio en maíz modificado . En el caso de la pertinencia del maíz transgénico en México, hay acuerdo en que de momento sus riesgos son mayores que sus ventajas, no sólo por la monopolización mencionada, sino porque los maíces transgénicos existentes en el mercado no resuelven problemas reales de los productores mexicanos (pese a los argumentos en contra de las corporaciones y algunos productores aliados) y porque se arriesga la diversidad genética del cultivo en su centro de origen. A pesar de ello, creo que la carencia fundamental en el país es un aparato científico-tecnológico fuerte, que pudiera diseñar tecnologías adecuadas para mejorar la producción de una manera sustentable, pensando en el bien común. También falta un aparato regulador público, lo más imparcial posible y con recursos suficientes para analizar caso por caso, con el objetivo de resolver problemas nacionales importantes, como el alimentario y el ecológico (la actual Comisión Intersecretarial para la Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados, Cibiogem, difícilmente cumple estos requisitos). De existir estas condiciones, creo que podríamos analizar los transgénicos con mayores elementos. Hasta ahora, el debate es polarizado y nubla el entendimiento. Por ejemplo, si existiera en el mercado un maíz transgénico resistente a sequía, al que pudieran tener acceso los pequeños productores, quizás dejaríamos de ver a la planta transgénica como al demonio mismo. Ver caso por caso. Es necesario abordar el análisis caso por caso. En la labor de muchos años del área Sociedad y Biotecnología de la UAM-Azcapotzalco hemos podido constatar que no es lo mismo analizar los transgénicos en el maíz que en la papaya, el jitomate, el algodón, las flores o la papa. Para el caso de la papa, por ejemplo, el hecho de que la tecnología se generara en el Centro de Investigaciones Avanzadas del Politécnico (Cinvestav) unidad Irapuato, con el padrinazgo de Monsanto, le dio otro cariz, si bien no resultaron viables las nuevas variedades, justamente por falta de análisis socioeconómico previo. En cuanto a la papaya transgénica, lo que hemos observado es que es tal el problema de pérdidas debido al virus de la mancha anular, que cualquier variedad resistente (transgénica o no) sería útil. Existen variedades hawaiianas transgénicas resistentes, si bien sólo pueden venderse en Estados Unidos y Canadá, por el recelo respecto a los transgénicos en otros países. México es el mayor exportador mundial de la fruta y hay participación de investigadores nacionales en la generación de variedades resistentes, tanto transgénicas como convencionales (México y el Caribe son centro de origen). Finalizo con una reflexión muy importante: el poder y la legalidad en la generación y difusión de opciones tecnológicas viables. Si ya es un hecho que las corporaciones moldean no sólo nuestra alimentación, sino la agricultura mundial, ahora también controlan los genes de los seres vivos. Se usa un discurso de poder a favor de los transgénicos, en el que se plantea que el ADN es totalmente controlable y que, si hay riesgos y daños, éstos pueden revertirse por la propia ciencia que los generó. Lo cierto es que la manipulación del ADN es reciente, que esta molécula vital es dinámica y no hay garantía de su control total. Ello nos lleva al otro problema: si bien la Ley de Bioseguridad del país resultó confusa y contradictoria, somos una sociedad que está familiarizada con la ilegalidad: en Veracruz un productor nos mencionaba lo buenas que le habían salido las semillas transgénicas contrabandeadas desde Hawaii para controlar la plaga. Hay más complejidad en el análisis de esta nueva tecnología que simplemente negar a ultranza su existencia.
|