Usted está aquí: lunes 13 de octubre de 2008 Opinión La crisis global

Gonzalo Martínez Corbalá
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La crisis global

Antes de que sonara la campana que abre la sesión de la bolsa de Nueva York (New York Stock Exchange), el lunes 29 de septiembre daba inicio con sombríos presagios de lo que siete horas y media después habría de convertirse en una pérdida de 1.2 billones de dólares que se habían esfumado del mercado de la bolsa en Estados Unidos.

El problema empezó 24 horas antes en Asia, lo que se convirtió en el más negro día de Wall Street desde 1987, cuando quebró. El mercado que mide Standard & Poor’s por el índice de 500 paquetes de acciones se hundió casi 9 por ciento, lo que significaba la tercera caída en orden de magnitud desde la Segunda Guerra Mundial. El Dow Jones promedió en su caída cerca de 768 puntos, o sea, 6.98 por ciento, y hasta 10 por ciento con una pérdida al cierre en ese día de 365.45 (The New York Times, Bajaj y Grynbaum, 30/9/08).

Para el martes se había atribuido al hecho de que la Cámara de Representantes, con el voto mayoritario de demócratas y republicanos, había rechazado el plan de rescate del sistema financiero que solicitó el presidente George W. Bush por más de 700 mil millones de dólares con la intención de evitar una crisis de proporciones inimaginables. Así, lo que se conoce en estos días como el lunes negro de la bolsa de Nueva York había de producir tal incertidumbre que nadie se atrevía a anticipar lo que podría pasar después. El País encabezó así su primera plana: “Fracasa el rescate del Wall Street”, al tiempo que anunciaba que el terremoto financiero golpeaba el corazón financiero de la Unión Europea y que los gobiernos promoverían el rescate de bancos en Bélgica, Reino Unido y Alemania (Antonio Caño y Andreu Missé, 30/9/08/).

Cuatro días después, en el Congreso estadunidense se aprobaría el más grande rescate financiero de la historia para aliviar la crisis mundial.

Por su parte, la Unión Europea (UE) era motivo de las notas principales de la prensa internacional, que la instaban a preparar su propio plan de rescate, el cual, promovido por el presidente de Francia, había motivado una discrepancia con algunos de los países europeos como Alemania y su canciller Ángela Merkel, quien puntualizó que, si bien seguirían en líneas generales el plan de la UE, cada país debía actuar con sus propios recursos.

Ante el reiterado desplome de múltiples bolsas en el mundo, tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como la Comisión Europea alertaron acerca del riesgo de que se presentara una crisis financiera mundial: “el mundo está al borde de una recesión”, advirtió el director del FMI.

Tanto el FMI como el Banco Mundial y la Comisión Europea reclamaron de los gobiernos acciones conjuntas. Frente al colapso financiero se reunieron el día 10, en Washington, los ministros de Economía de Francia, Alemania y Reino Unido con algunos de los países más ricos. Las bolsas de valores seguían protagonizando nuevas jornadas de este proceso.

A finales de la semana pasada, la prensa informaba: “La crisis mundial se agudiza pese a los planes de emergencia de EU y la Unión Europea. El Banco de la Comunidad Europea (BCE) y la Reserva Federal de EU bajan los tipos de interés y los países miembros del G-8 se reunirán en Washington” (El País). En suma, la pesadilla iniciada el lunes negro del día 29, con la abrupta caída de la Bolsa de Nueva York, anunciaba la peor catástrofe. The New York Times habló de la peor caída en dos décadas en un solo día.

Ante una catástrofe financiera como la que hemos tratado de describir, es natural que ahora se busquen las causas profundas que llevaron a esta situación a prácticamente todo el mundo y, como era de esperarse, que los analistas que han seguido estos acontecimientos puntualmente del New York Times, como Peter S. Goodman, hayan empezado su examen detallado de la historia cercana con los acontecimientos que desde 2004 pudieron haber desatado la crisis mundial que se comenta.

Goodman empieza recordando al propio Alan Greenspan: “no solamente las instituciones financieras, sino los individuos se volvieron menos vulnerables a los shocks de los factores implícitos de riesgo; el sistema financiero como un todo ha llegado a ser más resistente”.

Por su parte, el prominente financiero George Soros ha evitado los contratos financieros conocidos como fondos derivados a los que se atribuye en general haberse constituido en el meollo de lo que habría después de ser la crisis actual, de dimensiones geográficas e históricas imprevisibles–. Acerca de estos fondos derivados, el conocido financiero Warren E. Buffet observó hace cinco años que son “armas financieras de destrucción masiva”.

El problema se hace presente debido a la resistencia del ex director de la Reserva Federal, el señor Greenspan, quien tercamente objeta el escrutinio del Congreso o de Wall Street sobre los fondos derivados: “lo que hemos encontrado en los años en que los fondos han estado en el mercado es que han sido vehículos útiles para transformar el riesgo de aquellos que no debían correrlo y los deseaban hacerlo y eran capaces de ello”, dijo Greenspan en el Comité de Bancos del Senado en 2003, subrayando que sería un grave error regular esos contratos.

A pesar de que su fe en los fondos derivados sigue reafirmándose a medida que el tiempo ha pasado y que se han desarrollado los graves acontecimientos que conocemos, Greenspan ha admitido recientemente que la crisis financiera por la que estamos pasando sucede una vez cada siglo y atribuyó la falla de los contratos no a su propia naturaleza, sino a que, habiendo hecho ricos a muchos, han sido otros factores de actitud los que han disparado la crisis.

Lo cierto es que la crisis global con la que el mundo da inicio al lunes negro está presente en todo el planeta y seguramente seguirá cobrando fuerza con todas sus consecuencias por más tiempo que el que ha empleado Washington en tratar de aliviarla –sin que podamos decir que hasta ahora hubiera un resultado positivo– con la sola asignación de la estratosférica suma de 700 mil millones de dólares.

 
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