■ La Jornada platicó con el rockstar francés que dice que las vacas lo rescatan
El mundo es insostenible, está loco; hay una ruptura: Chao
■ La solución está en el trabajo local, “comiendo por abajo”
■ “Nunca he votado por alguien, sino en contra de”
■ Antes de que todo se lo lleve el carajo, quiero volver a tocar en el Zócalo
Ampliar la imagen Manu Chao y la banda Radio Bemba Sound System, después del concierto en Guadalajara Foto: Roxanne Hanes
Ampliar la imagen La Colifata, la más reciente producción del cantante Foto: Arturo Campos
Guadalajara. Manu Chao cuenta que en una época andaba perdido porque tomaba las decisiones con el cerebro y no con la intuición. Estando en Río de Janeiro, llegó a una taberna a pedir una cachaza, se dio la vuelta y se topó con una vaca que entraba al lugar; se quedaron mirando a los ojos y ella le devolvió la paz. Desde entonces dice: “las vacas me rescatan.”
A su vez, los zapatistas, los locos en Argentina, los rebeldes en el desierto africano y los niños son brújulas en su viaje, y con ellos cultiva huertos.
Manu Chao acompaña a millones de personas con sus cantos. Cantos sobre ser un migrante sin papeles, ser una prostituta, sobre la vida en los barrios populares, admirar al Dios del balón, la soledad, la tristeza, la esperanza y la malegría, como nombra a esa mezcla de melancolía y alegría.
Rostro abierto, sonrisa limpia, corazón de pandillero, el juego es su religión. Es un gran narrador de historias. Procura el sol, “los paseítos” y el aceite de oliva (“el tesoro del Mediterráneo”). Su padre, su madre y sus abuelos son un referente indispensable en su vida.
Le da vueltas a la idea de volver a la fórmula que ya ha experimentado, la de los circos, de ir de un lugar a otro sin planes fijos. Prefiere dejarse llevar por la intuición: si hay buena vibra, ¿por qué no seguírsela hasta la madrugada?, ¿por qué no quedarse dos, tres, cuatro días más?
Lo suyo, como diría Bob Marley, es la “vibración positiva”.
Es un rock star, vende millones de discos, y a la vez él y la banda Radio Bemba Sound System son capaces de pasar inadvertidos.
Cuenta que desde joven lo “jala la noche”. Pero este hombre siempre busca el sol.
El sol, el aceite de oliva, las vacas, las conversaciones y las tabernas son los talismanes de Chao.
La política mata, pero...
Los conciertos de Chao y Radio Bemba despiertan la rebelión, y lo harían aún si no cantaran sobre política. Convocan una cosa antigua. En sus conciertos nos invitan a su taberna donde nos emborrachan con la vida. Es una cosa simple y a la vez lo más difícil de encontrar en este mundo hoy. Es sentir que uno está acompañado por el de al lado, que también brinca y canta. Es sentir que sí, “this world goes crazy”, que sí, “politic kills”, pero que no se vale el desaliento. Hay que celebrar, porque celebrar es rebelarse al desaliento.
Tras el concierto en esta ciudad, un joven metalero que ni siquiera sabía porqué le gustaba la música de Manu Chao, dijo que la primera vez que asistió a un concierto de éste se sorprendió porque “nunca había visto tanta gente junta feliz”.
La anécdota le recordó al músico una vez que, estando en Brasil, se enteraron que habían matado un niño en un campamento del Movimiento de los Sin Tierra y fueron allá a montar un concierto, con unas cien familias de ese lugar. Al final, una viejita se le acercó y le dijo: “No sabía que se podía hacer fiesta en otra lengua que la nuestra”.
Y también es una limpia, como dice Manu Chao mientras muestra, ya entrada la madrugada después del concierto, un video que trae en su computadora de una improvisada fiesta en Galicia que comenzó porque él y unos amigos entraron por un bocadillo a un bar y se quedaron hasta la mañana siguiente. Es el tipo de reuniones que son una limpia.
“Es muy importante (sacar lo malo)”, dice en entrevista con La Jornada. “Puede ser con descargas de música, como nosotros; hay mil maneras de hacerlo”.
–Los conciertos de rock, cuando son buenos, sanan.
–Sí, puede llegar a ser como un buen sauna del alma. Es sudar, compartir, sentirse juntos, rozarse, comunicarse, conocerse, saltar, bailar.
Como aquí en Guadalajara, donde aprovechó para anunciar que “oficialmente, aquí para La Jornada, ganó el público uno a cero. No, no, perdona, uno a cero; ¡no!, tres a dos. ¡Tampoco hemos salido humillados!”, bromea. “Pero fue un publicazo. Agradecido, una energía… se puso bien en marcha el motorcito de la energía entre la banda y el público”.
Más adelante, ante la sugerencia de que cuando están en el escenario parece como si estuvieran jugando, dice que sí está muy bien la limpia mediante la música y la respiración, pero que la esencia es el juego. “Es mi religión”, declara. “Si consigues seguir pensando como un niño, has ganado. Si no, dejas demasiado a la racionalidad occidental, que te machaca. Si te han cuadrado el cerebro te has jodido.”
Continúa el músico francés, de padre gallego, madre vasca y radicado en Barcelona: “Cuando me siento demasiado adulto, me gusta sumergirme un momentito con niños. Esa es otra cosa que nos encanta y que nos llena como el concierto de hoy: tocamos en escuelas, vamos a tocar para los peques. En Barcelona hicimos varias, llegamos a las cinco de la tarde, Madjid (Fahem, el guitarrista) y yo montamos el show y salimos agotados. ¡Son una pila! Te dan una energía, esa de la eterna juventud. No andan con bromas y no hay seudo diplomacia. Que si te quieren decir algo bien dicho, te lo dicen. Vamos, los chiquitos son los que más nos llegan.”
Lo dice quien vende millones de discos en el mundo entero y cuya música rumba-reggae-ska-rock se puede escuchar en un bar estudiantil carioca o en una manifestación por los derechos de los migrantes en Los Ángeles, en una playa mexicana o en una oficina en Nueva York. El pegajoso ritmo de Me gustas tú se llega a escuchar en un bar londinense, mientras que Clandestino es ya himno de los trabajadores migrantes del mundo.
Durante el concierto en Guadalajara el pasado martes 30, Clandestino fue una de las canciones más catárticas de la noche. En la parte donde Manu menciona nacionalidades de migrantes, seguido de un “clandestino”, cuando dijo “mexicano”, en la sala se escuchó el clamor: “¡clandestino!”.
Tal vez no haya canción que refleje con tanta claridad la globalización. Claridad que, dice, aprendió con los zapatistas.
“Muchas herramientas para entender lo que está pasando, esa locura total (la actual crisis financiera), me llegaron de Chiapas. En el 92, sinceramente, lo de la globalización no lo tenía muy claro. Esas primeras palabras del problema que hoy estamos viviendo, las primeras explicaciones claras, me llegaron de Chiapas. Otros pueden decirlo con palabras que yo no entendía. Porque tochos eran libros de 250 páginas que nunca acababa. Y la palabra clara, limpia como el agua, que te lo explica, que lo entiendes, a mí me llegó de ahí. Y eternamente agradecido; me han abierto los ojos.”
Sus otros maestros son los internos del hospital siquiátrico Borda, en Buenos Aires, y con los que hace años colabora de cerca en el proyecto de radio La Colifata que llevan los locos. “Lo que dice esa gente es, de cierto modo, por otro borde y por otra llegada, igual de lúcido que el mensaje que llega de Chiapas. Sí, sí. Es la segunda gente que me ha llegado con un mensaje tan claro; esos, a los que dicen locos del Borda. Para mí fue crecer. Son unos profesores, unos filósofos”.
Hace años produjo un disco con mensajes de La Colifata y canciones de los músicos callejeros de Barcelona (incluía una de Chao). Estos mismos artistas de calle vendieron la producción y así pudieron contrarrestar en sus bolsillos el agravamiento de la hostigamiento policiaco contra ellos en la vía pública.
En noviembre pasado fue a Argentina y grabaron más –ya lo “cocinó un poco”– y en noviembre regresará para una reunión en la cual decidirán qué hacer con el material. “El huerto está bien llevado, con buena energía y mucha buena onda”. Chao aprovecha para comentar que el trabajo de la mexicana Radio Qué Huelga con La Colifata ha sido “muy bueno”.
Además de este proyecto, al cual está entregado, también trabajó en la producción del más reciente disco de la banda malí Smod, liderada por Sam, hijo de Amadou y Mariam. “Les encanta el hip hop y el ragamuffin, pero no tienen máquinas. Lo único que tienen es la guitarra que les pasó (Amadou), entonces es un hip hop raggamuffin mezclado con una guitarra, muy entrañable. Es un hip hop folk”. Los integrantes de Smod son “autores, compositores, intérpretes de calidad superbuena. Como productor, tuve muy poco qué hacer. Llegó todo como agua, igual con La Colifata: dos ríos.”
Oxígeno musical
Manu Chao ha estado de gira este año por Europa. En Francia hace como siete años que no lo hacía. “A veces me dicen aquí (en México): estás tardando en venir; pero ni a mi país llego tanto, porque el mundo es grande y vamos de lugar en lugar y son ciclos de casi siete años.”
La visita a Francia “fue muy entrañable. Francia está muy deprimida. Está la cosa densa, densa, con el presidente que nos ha llegado, necesita oxígeno. Creo que con los conciertillos nos hemos dado los unos a los otros un poco de él”.
También estuvieron en Europa del Este. En Rumania por primera vez y volvieron a Serbia y Croacia: “¡Qué países! Ahí sí que no están deprimidos. Tienen muchos problemas, pero tienen fuerza; están nuevecitos, con muy buena energía, muy diferente del occidente de Europa, que está toda comiéndose el tarro, acojonándose porque se cae la bolsa y porque eso y lo otro.”
Antes de la gira, en abril pasado, fue por primera vez a los campamentos saharauis: “Un viaje increíble. Ahora ya estamos con los saharaui, ya tenemos un jardincito juntos también; es impresionante la fuerza que tienen. Me dieron una lección de perseverancia en la lucha; llevan 30 años enmedio del desierto y no bajan la guardia. Lo primero que nos sorprendió fue el nivel de educación de los niños: comparado con Marruecos o Argelia, donde están nerviosos, como fieras ahí, los pequeños tienen los pies en la tierra, con la sonrisa limpia… sabiendo escribir temprano. Mejor nivel de educación, casi (voy a exagerar un pelín pero casi no), que en algunos lugares de Francia.” Luego, mientras vemos en su computadora un video de su viaje al Sahara, se acuerda de que los profesores son educados en Cuba.
La otra cosa que los sorprendió fue el islamismo: “muy tolerante”, sobre todo la relación entre géneros. “Vi el Islam del futuro. Esa es la gran absurdidad de los de arriba, que están acojonados por el islamismo radical y ponen paredes por todos lados, y a la gente que tiene la solución para un Islam moderno, la tienen machacada enmedio del desierto, abandonada. Este mundo no tiene sentido, no podemos tener confianza en esos locos; son irresponsables y asesinos”.
En Mr. Bobby canta: “Hey Bobby Marley, sing something good to me, this world go crazy, it’s an emergency”. Al respecto, dijo: “Este mundo se está volviendo loco. Evidente. Insostenible, es la palabra. Estamos llegando al punto de ruptura. Si la civilización del mal gobierno sigue así es un suicidio colectivo. La gente tiene que tenerlo claro.”
El dinero es el diablo
En cuanto a la crisis financiera opinó: “Era bastante previsible. Cuando te digo que es insostenible, es a todos los niveles. Es que el fondo del problema es el dinero. Si el diablo existe, es el dinero. Y el capitalismo es la religión del dinero y ya ha llegado a su punto de ruptura porque ha creado tal desnivel entre los pocos que son y la mayoría que ya no tienen nada, que la situación es insostenible. Ya hasta en el lugar que han inventado ellos, la bolsa, ¡también es insostenible! ¡Se le acabó el carrete!”
En su más reciente disco, La Radiolina, se escucha “ahora qué vamos a hacer”. “En lo local es en lo único que veo que se puede hacer algo porque a lo grande… ufff… no veo solución de un movimiento masivo. No la veo. Capaz que llegue y encantado. Pero no la veo. Hay que seguir, como se dice en Brasil, comiendo por abajo. Es trabajar local porque es la única manera de hacerlo con corazón y sabiendo lo que haces. Si estás cometiendo errores, lo ves enseguida y puedes rectificar. Cuando es a nivel masivo, es muy difícil darte cuenta si la acción fue positiva o hubo errores. Y a nivel de arriba, no, están todos perdidos allá. No veo la vía por ahí. Me duele decirlo, pero creo que hay que seguir cultivando por ahora. Sé que la situación es crítica, pero hay que seguir trabajando los huertos por ahí y por allá y ésos se van juntando poco a poco; se están juntando. Pero para que se haga con buena humanidad no puede forzarse el ritmo.”
Seguir cultivando el tipo de movimiento como el que se expresó en Seattle, con todas esas “miles de colmenas que se juntaron”. Si “vamos más atrás, ¿quién cultivó el jardín antes? Entre muchos otros, los zapatistas”.
El que lleva años llamado “el mayor terrorista del mundo”, George W. Bush, está a punto de dejar el poder, dice.
–Millones de estadunidenses están esperanzados de que habrá un cambio.
–No sé, no soy estadunidense.
–Pero Estados Unidos afecta el mundo entero.
–Es la primera injusticia. No me parece normal que si hablan de democracia, no tengamos todos derecho de votar por un presidente que nos va a afectar.
Reconoce que “si fuera estadunidense y tuviera que escoger, votaría contra John McCain, por respeto a mi abuelo, que se jugó la vida por el derecho al voto (fue condenado a muerte por combatir por el derecho de sufragar en la guerra de España). Pero mi drama es que llevo años votando, desde los 18, y nunca lo he hecho por alguien, siempre contra alguien. Es terriblemente negativo, odio ser negativo. A mí me gustan las cosas en pro, pero en toda mi vida el derecho al voto nunca me dio la posibilidad de hacer algo en este sentido. Siempre voté por el menos peor. Y sé que somos millones así. Creo que es el primer síntoma que llegó de enfermedad de las democracias. El segundo es que los países están votando por payasos. Hace mucho que el poder político no tiene ningún poder, lo tiene el económico.”
Chao dijo que el enfoque debería estar en los niños: “Al principio de la entrevista decíamos: ¿qué hay que hacer? Llegando ahora te digo que la única solución para salvar todo esto es cultivar muy muy bien la educación de los niños que tienen hoy entre cero y siete, ocho años. Si hoy no se toma un rumbo radical, en el buen sentido de la palabra, a nivel de la educación de toda la juventud pequeñita, hasta siete, ocho años, en 70 años este mundo es un caos.”
–Ya lo es.
–Pero va a empeorar. Tiene que llegar rápido una generación muy lúcida porque si no se va todo al carajo.
Pero antes de que se vaya todo al carajo –o no– dice que le “encantaría poder volver un día a tocar en el Zócalo porque esa plaza tiene una vibra que ningún otro lugar del mundo”.
Y ojalá también lleguen unas vacas.