■ El documental de Alejandra Sánchez y José Antonio Cordero se estrena el 3 de octubre
Bajo Juárez indica el camino hacia culpables de feminicidios
■ En la cinta no se revelan los nombres de los asesinos, pero sí a los responsables por omisión, señala el director
■ Denuncia el hostigamiento a periodistas, ONG y familiares, acotó en entrevista
El documental Bajo Juárez se distingue de los otros trabajos sobre el tema de las mujeres asesinadas de Ciudad Juárez –incluidos los de ficción– “en que los años han pasado, pues esto comenzó en 1993.
Iniciamos en 2001 y terminamos en 2007, lo cual nos ha permitido mirar con más claridad el fenómeno, que es complejo, pero cuyo mapa criminal señala que están inmiscuidos altos grupos de poder junto con funcionarios públicos”, expresó Alejandra Sánchez, quien, al lado de José Antonio Cordero, dirigió la cinta que se estrenará el 3 de octubre con 12 copias. Vanessa Bauche funge como productora.
Entender de manera clara
El espectador, agregó, tiene la posibilidad de entender de manera más clara qué es lo que pasa con los asesinatos de las mujeres. Cordero añadió que hay varios niveles de conocimiento acerca de los hechos. “Desgraciadamente el nivel más difundido es el encabezado de nota roja, por lo que el caso de las mujeres asesinadas de Ciudad Juárez se convierte en estereotipo, del cual es fácil cansarse.
“Descubrimos esto justamente cuando (el entonces presidente Vicente) Fox estaba creando las fiscalías especial y mixta, la comisión de erradicación y el fondo contra la violencia a la mujeres de Ciudad Juárez. Buscamos romper todo ese primer cerco que había sido provocado por todas las cortinas de humo que habían lanzado las presiones oficiales estatales, del gobierno de Francisco Barrio o el de Patricio Martínez.
“En el documental no se dan nombres porque no podemos poner los de los asesinos, pero sí señalar a los culpables por comisión y omisión, es decir, las autoridades locales, municipales y federales. Es una denuncia a la impunidad alrededor de los casos de las mujeres asesinadas, la violencia y el hostigamiento hacia los familiares, las ONG y los periodistas; la creación de chivos expiatorios, como el caso de David Meza –presente en la entrevista junto con su mamá Carmen Argueta–, el más emblemático, pues se le acusó y encarceló por supuesto asesinato, siendo que él estaba en Chiapas cuando ocurrió el crimen.”
Hay círculos concéntricos en estos casos –precisó–, de mutilación, violación, etcétera. “Después vienen todas las olas que se traducen en más hostigamiento, más miseria, más tragedia.”
Sánchez comentó que no fue fácil la participación de los familiares de Lilia Alejandra y Norma Andrade, “pues cuando llegué habían pasado pocos meses desde que ocurrieron las agresiones. Había un silencio muy doloroso, y fue necesario entablar una relación que después se convertiría en un lazo muy entrañable. Se convirtieron en una voz muy importante para el movimiento, en una voz de denuncia. Carmelita vino a la exhibición de otro documental en Ciudad Universtaria, y ahí la conocí. David ya estaba preso en Chihuahua y los filmamos. Es como la cara de los chivos expiatorios que tiene este fenómeno. Son las víctimas de las víctimas.
“Muchos de ellos no tuvieron la suerte de David Meza, pues algunos murieron de manera muy sospechosa en prisión, como es el caso de La Foca, Gustavo García Meza. Carmelita se convirtió en un pilar para la liberación de su hijo David.”
David Meza intervino: “Estuve viviendo en Los Ángeles y establecimos nexos con una organización de derechos humanos. Batallamos mucho. Intervine por la desaparición de mi prima, en 2003. Desde antes estaba trabajando en Chiapas, en la sierra, cuando un amigo me dijo que había desaparecido Neira. Me fui a Chihuahua para iniciar la búsqueda. Sentí la obligación. Pasaba el tiempo y no la hallábamos, y en tanto se iban sumando las desgracias de otras madres y familiares en la misma situación.
“Hicimos mucha presión, lo cual fue uno de los motivos por los que me detuvieron, en julio de 2003, después de un careo con el procurador de ese entonces, Chito Solís, en el mandato de Patricio Martínez. Exigí resultados sobre el caso de mi prima. El procurador se molestó y dijo: ‘mañana tienes un culpable y Neira va a aparecer’. Aparece un cuerpo, me citan a declarar, y en ese momento me aprehenden y me culpan de la muerte de mi prima.
“A mí y al papá de Neira nos llevan a la procuraduría, donde nos torturan, principalmente a mí, primero sicológicamente y luego físicamente. Te hacen sentir como conejo encerrado. Me meten en un cuarto de cuatro por cinco metros, rodeado de judiciales armados. Me negué todo el tiempo, pero me torturaron. Tan sólo acordarme empiezo a temblar.”
El documental dura una hora 30 minutos, y cuenta con los testimonios de más madres y hermanas de desaparecidas, quienes señalan una constante en el físico de las víctimas. Presentes en las entrevistas, todas exigen justicia y alto a la impunidad.
Si tiene suerte la primera semana, este documental seguirá en cartelera y aumentará a 15 copias.