Universidades públicas y ciencia: ¿historia sin fin?
¿A qué estamos jugando? La historia se repite, año tras año, en especial desde que está en el poder el Partido Acción Nacional (PAN). Los recursos para la educación superior y la ciencia siempre a la baja en los proyectos anuales de presupuesto. La lucha, encabezada por los rectores y directores, es por convencer, no al Ejecutivo, pues no tendría ningún sentido, sino a los legisladores, gracias a que existe ya una división de poderes, uno de los mayores logros de una imperfecta democracia. Los diputados del PAN se oponen siempre, porque son ignorantes y no entienden el devenir del mundo, porque ven en el desarrollo del conocimiento más que una oportunidad, un peligro.
¿Peligro de qué? Ocurre en nuestro país algo muy curioso. Se identifica a la educación y a la ciencia como algo que es de la izquierda. Es una tontería. El desarrollo científico y tecnológico es una de las mayores aportaciones de la derecha en el mundo contemporáneo. Lo siento mucho, pero así es. El desarrollo capitalista a nivel global no podría entenderse sin el conocimiento científico y tecnológico. La izquierda en nuestro país lo incorpora en sus propuestas porque representa una de las mejores oportunidades de desarrollo económico y social en medio de un vacío conceptual, pero en realidad ha sido el instrumento más importante para el avance del capitalismo… Esto nos debe llevar a reflexionar acerca del país que tenemos.
Acción Nacional representa a la derecha más primitiva en el mundo actual. Carece de un proyecto de desarrollo acorde con lo más avanzado del pensamiento capitalista. Es cavernícola, con su séquito de cristeros y ultraderechistas. Hasta Francis Fukuyama, quien postuló el final de la historia, tuvo que modificar sus planteamientos finalistas, cuando logró percibir los cambios producidos por el desarrollo del conocimiento, capaces de modificar no sólo la economía y las sociedades, sino incluso lo más íntimo de la naturaleza humana.
El gobierno actual viaja por el mundo acompañado de un discurso plagado de falsedades, pero no engaña a nadie. Afirma que México será en el futuro (dentro de unos 50 años), una de las mayores potencias del planeta. Ha afirmado que nuestro país formará parte del mañana al lado de naciones como Brasil, Rusia, India y China, que fincan su desarrollo en el avance de la educación en el nivel terciario y en el progreso de la ciencia y la tecnología. Se trata de una vulgar mentira, cuando en México, como todos sabemos, se recortan año con año los recursos a la educación superior y a la investigación. De seguir así, dentro de medio siglo, si sobrevivimos, seremos una de las regiones más devastadas y grises del planeta.
¿Cómo explicar que mientras el mundo capitalista avanza en una dirección, la derecha en México se mueve en sentido contrario? La única explicación que se me ocurre es que quienes nos gobiernan sólo administran una especie de hacienda. La riqueza del país, que todavía es grande, se administra para servir a otros, a los amos. No hay un proyecto de desarrollo, lo que tenemos es un programa sistemático de saqueo. Y para eso no se requiere de un proyecto de educación superior ni de ciencia y tecnología, actividades de las cuales puede prescindirse. Es más, son una molestia, un estorbo, un gasto superfluo e inútil, una monserga que forma parte de las políticas de la izquierda a la que hay que combatir porque efectivamente representa un peligro. Yo me pregunto: ¿dónde están los intelectuales de derecha en México que puedan ver más allá de esas narices? ¿Dónde la derecha progresista que sueñe con disputar, de igual a igual, con las grandes potencias capitalistas? Yo nada más veo a intelectuales de izquierda militando al lado de Felipe Calderón. (Hay una excepción, la ciudad de México en la que se expresa una visión de futuro con planteamientos que no son de derecha o de izquierda, sino que expresan una responsabilidad con el desarrollo de la nación.)
Hay una esperanza a la que tenemos que asirnos antes del desastre. La representan las instituciones de educación superior públicas, que forman profesionales y científicos de alto nivel, capaces de competir con sus pares en cualquier región del planeta. Fortalecerlas, oponiéndose a las políticas destructivas de la derecha cavernícola, es el mejor servicio que podemos hacer por nuestro país. Aunque parezca una historia sin fin, los diputados deben rechazar los propósitos de exterminio del Ejecutivo. ¿Por qué?, porque ahí radica nuestra oportunidad de no ser hacienda al servicio de los amos, sino de ser libres.
A la memoria de Hugo Aréchiga