Estúpidos ciudadanos
¿Que los Zetas querían provocar al gobierno? ¿Qué no lo habían provocado todos los días, desde hace años? ¿Qué los muertos y heridos fueron un “accidente”? pues, según “entendieron” los sicarios, la idea era “no dañar a nadie” y sólo querían asustar al gobierno tirando un cuete septembrino? ¿Qué la coordinación perfecta de las dos granadas fue casual porque ambos las tiraron por una suerte de nerviosismo que resultó cronológicamente perfecto? ¿Qué el sicario, parecido al retrato hablado, no fue el que la tiró en la plaza donde los testigos lo vieron, sino en la calle cercana adonde nadie lo vio? ¿Qué no se pagó porque los denunciantes lo hicieron de manera anónima y no fue en una conferencia de prensa para denunciar a los autores de las granadas? ¿Qué ya tenemos nuestro Osama Bin Laden para vivir tranquilos?
Tal pareciera que la madriza que pusieron a los sicarios no fue para que hablaran, sino para que se callaran, como le hicieron a Mario Aburto, quien dio el mismo tipo de respuestas en sus declaraciones ministeriales: su dicho de asesino solitario fue que acudió al mitin de Lomas Taurinas por accidente y que de pronto ya estaba abajo del templete, oyendo a Luis Donaldo Colosio, y luego el tumulto lo llevó a estar a un costado de él y luego tenía una pistola en la bolsa que le molestaba y cuando se la quiso acomodar, ¡pum! y ¡pum!... Por accidente se le fueron dos balazos: uno le dio a Colosio en la cabeza y, al girar 180 grados, le dio otro en el vientre, pero todo de manera accidental.
Por eso al final la versión oficial fue que un asesino solitario, sin intención política alguna, sólo por locura cometió el magnicido. Igual que hoy, la versión de Aburto fue la que necesitaba la razón de Estado.
Gracias a este modus operandi de dar versiones, vimos en permanente espot al asesino de Fernando Martí, pero, ¡lástima!, no sabremos nunca nada: tiene dos balazos, uno en la garganta, y jamás podrá hablar ni decir nada porque está en estado vegetal y la prueba pública más contundente es que iba a Las Vegas y rentaba una limousina de 40 dólares, como las que rentan en la Zona Rosa. Contra ése, la opinión pública ya puede estar tranquila porque le aplicaron la ley fuga por adelantado, para que no se hable más del asunto.
En esta misma semana que pasó el gobierno federal informa de sus avances contra el crimen organizado y nos dice que de diciembre de 2007 a agosto de 2008 se aplicaron 172 sentencias relevantes contra jefes de los cárteles; todo en perfecto equilibrio y justicia contra todos, pero ¿cuándo se informará sobre los más de 3 mil 500 ejecutados en el año? ¿Eran de los buenos o de los malos? ¿A qué grupos pertenecían?
La violencia también es diálogo y mediante sus formas se expresan intenciones, objetivos, alianzas y acuerdos. ¿Cuál fue el objetivo de las granadas del 15 de septiembre? ¿Qué le están exigiendo al Estado mexicano y quiénes?
Tal parece que los servicios de inteligencia del Estado tienen como principal objetivo demostrar que la sociedad mexicana es estúpida. Ya son largos años de hacer de los grandes crímenes, tramas de telenovelas para entretener. Hoy, la descomposición del presente y el futuro del país es responsabilidad de la clase política en su conjunto, que cierra filas y se mantiene en profunda complicidad, considerando verdadero enemigo a la sociedad que exige veracidad y fin a la impunidad. Tanto los gobiernos como la clase política en el fondo consideran que el verdadero peligro a su estabilidad es la sociedad exigiendo información clara, que ocultan, por ser parte del problema y no de la solución.
Cuando no se es capaz de resolver crímenes como los de 68, los de 1971, los de la guerra sucia y de los desaparecidos, así como los de los perredistas asesinados, los de Colosio y Ruiz Massieu, la desaparición de Muñoz Rocha, y ahora los de miles de ejecutados, el país avanza a ciegas en medio de la recesión económica, las presiones externas y acuerdos como el Plan Mérida, que es parte del diálogo de la violencia actual, como sucedió en Colombia.
El Estado mexicano hace mucho tiempo que tomó el camino de la manipulación informativa y de la opinión pública, y el resultado es la caída casi absoluta de la credibilidad de sus versiones y en torno a la presentación de asesinos como los de los secuestrados y hasta de los autores materiales de las granadas de Morelia; todo esto se le revierte y muchos piensan que se está frente a chivos expiatorios, porque la intención del gobierno no parece ser querer aclarar situaciones y el fondo de las cosas, sino salir al paso apresuradamente para detener los juicios que hablan sobre desorden interno (pleito entre policías) e incapacidad.
Frente a la verdad y los libretos oficiales y mediáticos en esta llamada “guerra”, la sociedad no sólo es víctima del terror presente o futuro, sino también de las manipulaciones, de la falta de información y la verdad que ha llevado a los gobiernos a considerar que los ciudadanos son estúpidos.