A 40 AÑOS
Falsa esperanza
La devolución de CU por el Ejército hizo pensar a algunos que cesaría la represión; estaban equivocados
Ampliar la imagen La revista por qué? publicó esta imagen del mitin de mujeres realizado el 30 de septiembre de 1968 frente a la Cámara de Diputados. El pie de foto alude a la matanza del 2 de octubre en Tlatellco
Mientras el general José Hernández Toledo entregaba Ciudad Universitaria a las autoridades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y con ello se ponía fin a la ocupación militar de la casa de estudios, “miles de madres de familia, vestidas de luto, acompañadas por estudiantes” y gente del pueblo, marcharon del Monumento a la Madre a la Cámara de Diputados.
Allí protestaron por la persecución gubernamental contra “jóvenes y pueblo en general, y por los actos de terrorismo que se han realizado contra escuelas superiores”. Asimismo, demandaron amnistía para todos los presos políticos, relata Ramón Ramírez en su libro El movimiento estudiantil de México, editado por Era en 1969.
Para esa fecha, el movimiento estudiantil llevaba ya 70 días de haber comenzado; oficialmente se habían contabilizado diez estudiantes muertos, de acuerdo con un reporte de la Dirección Federal de Seguridad (DFS).
La UNAM había permanecido ocupada por militares y vehículos artillados 12 días. También cumplía seis días la ocupación de las principales escuelas del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
El rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, quien había presentado su renuncia, reasumió su cargo ante las muestras de solidaridad y apoyo que tuvo de organizaciones sociales y de los miembros del Consejo Universitario.
La vieja “izquierda”
El Partido Popular Socialista, en voz de su dirigente, Vicente Lombardo Toledano, afirmó que en el conflicto había “provocadores de Estados Unidos que no quieren que México siga siendo un país de paz interna y dueño de una política internacional independiente”.
Por su parte, el Partido Comunista Mexicano acusó “al embajador (de Estados Unidos en México) Fulton Freeman de haber tenido una actitud intervencionista, sobre todo el día 24 de agosto pasado, cuando manifestó su ‘absoluta confianza en la capacidad y habilidad del gobierno para resolver el conflicto estudiantil’”, menciona también Ramón Ramírez en su libro. En esa fecha, el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz había asegurado que estaba dispuesto a dialogar con los estudiantes, lo que nunca cumplió.
En ese contexto, en la declaración que Andrés Caso Lombardo rindió en junio de 2003 ante el Ministerio Público Federal en la averiguación previa FEMOSPP /DGIM“B”/316/2003, señaló que el 28 de septiembre el rector Barros Sierra llamó a Jorge de la Vega Domínguez y a él mismo, “y les comunicó que a proposición suya el presidente de la República los había designado como sus representantes para tratar con los dirigentes del movimiento estudiantil”. Un día después –continúa la declaración–, Roberto Escudero “informa que el CNH (Consejo Nacional de Huelga) está dispuesto a reunir a los emisarios del presidente con cien o 150 miembros del comité de huelga en Zacatenco. Los emisarios gubernamentales no aceptaron esas condiciones”.
El 30 de septiembre, a las 12:30 horas, el general Hernández Toledo –el primero que resultaría herido de bala en la plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre–, por instrucciones del secretario de la Defensa Nacional hizo entrega de “los terrenos, edificios e instalaciones a los representantes de la UNAM, el contador público Ernesto Patiño, director general de Administración, y el licenciado Octavio Roca Marín, director de Patrimonio Universitario”, escribe Ramón Ramírez.
En menos de una hora, 10 mil soldados, tanques ligeros y todo tipo de vehículos militares abandonaron el campus. A las dos y media de la tarde, el rector Barros Sierra ya despachaba de nuevo en su oficina.
Luego de la desocupación, integrantes del CNH ofrecieron una conferencia de prensa en el auditorio de la Facultad de Ciencias. Reiteraron que el movimiento estudiantil “nunca” se había propuesto boicotear los Juegos Olímpicos y anunciaron la realización de un mitin y una marcha de la plaza de las Tres Culturas al Casco de Santo Tomás para el 2 de octubre, en demanda de “la salida de las fuerzas públicas del IPN” (Novedades, I/X/68).
Según el libro blanco del 68, elaborado por la Procuraduría General de la República, el retorno del rector de la UNAM a su cargo y la salida del Ejército de Ciudad Universitaria hizo que el gobierno “abrigara esperanzas de que la calma se restableciera y los intransigentes aceptaran el diálogo en la forma propuesta por el gobierno, sin exhibicionismos ni actitudes circenses.
“Desgraciadamente el CNH, en declaraciones y desplegados y en discursos de sus miembros, advirtió que no trataría con el rector y que tampoco lo consideraba su líder o consejero.”
El informe histórico de la extinta Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp) menciona que “durante la ocupación del Ejército hubo saqueo de instrumental de investigación y aparatos que eran muy costosos, pero que eran totalmente inservibles para la tropa. Muchos de estos aparatos se vendieron en esos días en Tepito por una bicoca”.
Para el régimen, una vez que los militares entregaron Ciudad Universitaria, “los estudiantes huelguistas volvieron a sentirse fuertes y celebraron un mitin en la explanada central”, según refiere el libro blanco del 68.
En tanto, también a las 12:30 horas del 30 de septiembre, miles de mujeres, “flanqueadas por estudiantes y personas del pueblo” (El Día, 1/10/68) marcharon portando mantas con leyendas en las que se pedía la libertad de los presos estudiantiles y políticos.
A su llegada a la Cámara de Diputados, además de colocar sus pancartas en la entrada principal del inmueble, también pusieron una bandera nacional con un crespón negro.
“Una comisión parlamentaria, presidida por el diputado Humberto Acevedo Astudillo, presidente en turno de la XLVII Legislatura federal, recibió dos documentos, uno suscrito por la Unión Nacional de Mujeres Mexicanas y el otro por Mujeres de México, en los que demandaban la amnistía general para todos los presos que mencionan los estudiantes en su pliego petitorio (los dirigentes ferrocarrileros Demetrio Vallejo y Valentín Campa, así como los estudiantes detenidos durante el conflicto), y exigieron la inmediata desocupación de los recintos escolares en poder del Ejército” (El Día, I/X/68).
Repercusión internacional
La movilización concluyó con un minuto de silencio en “honor a los estudiantes caídos” y se entonó el Himno Nacional.
El conflicto estudiantil ya había trascendido internacionalmente: en París, estudiantes de la Universidad de la Sorbona realizaron un mitin de apoyo; en Helsinki, decenas de estudiantes fueron detenidos cuando pretendían realizar un mitin frente a la embajada mexicana en ese país, en solidaridad con el movimiento; en Santiago de Chile se realizó un paro de actividades académicas y una movilización estudiantil, y en Brasil hubo una manifestación en señal de protesta por la represión militar contra los estudiantes mexicanos (información contenida en el folleto Cronología del 68).
“Para los jóvenes, en 1968 México era, desde hace mucho, un país adormecido. Transitaban de un sueño, como fantasmas, figuras de un pasado distante, cuyo recuerdo quedaba en la literatura muerta: Emiliano Zapata, Pancho Villa. Y velaba la modorra una revolución convertida en siglas huecas sin concluir la reforma agraria y enferma de esclerosis. Ellos han querido despertarlo”, afirmó José Alvarado, en un artículo publicado en Excélsior el 2 de octubre de 1968.
Próxima entrega, 2 de octubre