“Lo peor que el artista puede hacer es practicar la sumisión”: Julio Briseño
Señalado por las autoridades como factor de desunión en la OFCM –inclusive mantiene un proceso legal contra la Secretaría de Cultura luego de ser despedido–, sostiene el trombonista Julio Briseño: “Lo peor que el artista puede hacer es practicar la sumisión. Quien lo hace es una vergüenza para el arte”.
Principal de su sección durante años, el atrilista explica que su proceder tiene que ver con su convicción de que “el artista debe tener un compromiso social y ser combativo”, algo que, a su parecer, muchos han olvidado u omiten.
Enfatiza: “Me disgusta cuando alguien usa el calificativo de grillo para un músico que manifiesta sus posiciones. Ese apelativo no tiene razón de ser porque, entonces, tendríamos que llamar así a los grandes de la historia, como Beethoven, quien también manifestaba sus ideas y sus necesidades; era un rebelde, lo mismo que Shostakovich, quien no se quedó callado ante los atropellos de los que fue objeto; qué decir de Silvestre Revueltas, alguien tan grillo que tomó el fusil y combatió en la Guerra Civil española”.
–¿Cómo observa a la OFCM hoy día?
–Con el desmantelamiento de la comisión artística mixta, hace justo un año, la orquesta perdió toda esperanza –por el momento, por lo menos– de tener alguna participación.
“Eso me parece muy grave y lamentable, porque representa un retroceso respecto de lo que ocurre en el mundo. Aquí se ha cambiado la democracia por la imposición y se ha cancelado la participación comunitaria en vías de una postura dictatorial.
“En lo demás, prevalece una contaminación en las relaciones humanas, además de muchos pendientes en varios terrenos, incluido lo laboral.”
–¿Cuál es el principal punto negativo que rige la dinámica de la orquesta?
–Que los músicos no puedan ponerse de acuerdo por un interés común. En todo este conflicto, en meses recientes lo que ha prevalecido es el interés particular. Por eso estamos como ahora.
“De la relación con las autoridades, es la falta de las reglas del juego: una normatividad. La filarmónica ha deambulado toda su historia por una serie de prácticas improvisadas. No hay reglas, no las ha habido, y lo poco que ha existido no se ha respetado.”
–Ser despedido de la orquesta, ¿lo coloca como víctima de conciencia?
–No me arrepiento de nada de lo que he dicho y hecho; he tratado de ser congruente. ¿Soy víctima?, sí, pero de una campaña feroz de desprestigio. Mis detractores no advierten que están agrediendo a un ser humano. La pérdida temporal de mi empleo me afecta mucho como a los que dependen de mí.
“Eso no interesa a los demás, es asunto mío, por supuesto; pero la saña y la violencia con la que han actuado solamente indica tremenda falta de sensibilidad e inteligencia ante una problemática contextual que debería ser atendida. Me agreden, por diversos medios, con una serie de mentiras. Quieren destruirme como artista, como profesional de la música y como persona.”