Usted está aquí: sábado 27 de septiembre de 2008 Deportes La discapacidad no impide lograr tus metas: Eduardo Ávila

■ El campeón paralímpico de judo en Pekín denuncia “injusticia de las autoridades”

La discapacidad no impide lograr tus metas: Eduardo Ávila

■ A los medallistas olímpicos ya les dieron sus premios y a nosotros ni nos han avisado cuánto nos van a dar, señala

■ Buscará clasificarse a Londres 2012 para competir con los convencionales

Jorge Sepúlveda Marín

Ampliar la imagen Ávila quiere que cambien los hábitos alimenticios en el país para crear mejores deportistas Ávila quiere que cambien los hábitos alimenticios en el país para crear mejores deportistas Foto: Conade

A simple vista, Eduardo Ávila Sánchez es como cualquiera otra persona. Estudia una licenciatura, tiene amigos, le gusta leer, escuchar música y sólo su lento andar, cuidadoso a cada paso, delata la debilidad visual que padece y apenas le permite ver sombras en un mundo de tinieblas, aunque esto no le impidió convertirse en campeón paralímpico de judo en Pekín 2008, en la categoría de 73 kilogramos, después de despachar por ippon (nocaut) al chino Zhilin Xu.

Es estudiante del primer semestre de nutrición en la Universidad Anáhuac, al lado de su hermana Ana Elisa. Su hermano César Fernando cursa veterinaria en la UNAM.

El judoca eligió esa carrera porque “quiero hacer algo por la población de mi país, porque aquí no tenemos un programa adecuado en esta materia”, razona.

Y prosigue: “Creo que nos hace falta educación, una cultura de la alimentación. Sería bueno que se legislara o hiciera algo para evitar la venta de comida basura que no sirve para nada, de refrescos. Somos el primer consumidor de estas bebidas en el mundo y eso es muy lamentable”.

A Eduardo le diagnosticaron retinosis desde la primaria, un padecimiento visual que se complica por la miopía y el astigmatismo que padece desde su nacimiento, mal que no tiene cura, pero que ahora prefiere tomar como algo que le dio la oportunidad de triunfar.

El deporte, su mejor antídoto

Si bien pasó una etapa de depresión, el deporte fue el mejor antídoto que lo ha sacado adelante, por lo que ahora quiere convertirse en un ciudadano ejemplar, un incansable luchador contra “esos canallas” que se estacionan en los lugares de los discapacitados o que no los respetan.

De piel clara, ataviado con pantalón, camisa, zapatos y bata blancos, Eduardo está seguro de que “a lo mejor no es discriminación, pero sí nos tratan (a los discapacitados) con injusticia, porque el mismo o más trabajo nos cuesta a nosotros entrenarnos y ganar, que a los convencionales, y sin embargo a ellos los tratan mejor”.

Pone de ejemplo que a “los normales” ya les entregaron premios por las medallas que ganaron en la justa veraniega de Pekín 2008, que suman millones de pesos, y a los paralímpicos todavía no les avisan siquiera cuánto les van a dar y mucho menos cuándo, lamenta.

“Pero ojalá sea buena la premiación, porque la verdad es bien difícil prepararte en estas condiciones. Yo entreno con los convencionales y créeme que es igual de complicado, de allí que buscará clasificarse a los Juegos Olímpicos de Londres 2012 como uno de ellos, “aunque hasta ahora sólo la federación de débiles visuales me ha apoyado, pero la de judo no”, dice esperanzado.

El judoca de 22 años tiene claro que deben mejorarse muchos aspectos en el deporte del país. De allí que en un ejercicio hipotético, si en sus manos estuviera determinar las acciones a seguir, “pondría al frente del deporte a gente competente, que sepa trabajar y de verdad se preocupe por los deportistas y se olvide de otros asuntos”.

Y es que, basado estrictamente en lo que se vive en México, opina que a “veces los dirigentes se entretienen más peleándose por el poder que en atender a sus afiliados”.

Define su vida como “muy normal”. Así fue su niñez, aunque recuerda que se caía con frecuencia por no ver. Lo mismo su adolescencia y ahora su juventud, etapas plenas de buen trato con sus familiares y amigos, porque “esta discapacidad, que no me gusta llamarla así porque puedo hacer todo, claro, con algunas restricciones, como cualquier otro”, no le ha impedido disfrutar de la vida, si acaso, no poder manejar un automóvil.

Hijo de padres judocas, Ana María Sánchez e Hilario Ávila, quien es su entrenador, son quienes generaron en Lalo su gusto por el deporte y por el combate en particular, “lo que ahora agradezco, porque me ha convertido en un campeón paralímpico”.

–¿Qué significa haber conquistado el oro?

–Bueno, es un gran orgullo para mí, mi familia y mi país, poner el nombre de México en alto porque no le puedo fallar a mi nación que me ha apoyado tanto.

–¿Qué te dejó el campeonato paralímpico?

–Sobre todo respeto, que la gente vea que una discapacidad no es ningún impedimento para lograr lo que quieres.

–Pero dirán, tú no tienes nada, por qué entonces compites con paralímpicos...

–Sí, y me hartan los exámenes que me hacen para comprobarlo, pero quisiera que se pusieran en mis ojos para que se dieran cuenta que de verdad no veo –responde resuelto.

Apoyado en lo económico por el Consejo del Deporte de Jalisco, el municipio de Guadalajara y la Conade, Eduardo tiene una particular debilidad por la pizza, que evita en lo posible por la grasa, y por los chiles en nogada, acompañados con un buen vaso de agua fresca, porque “en mi casa siempre nos inculcaron comer bien, y eso es lo que me gustaría compartir con mis paisanos, que aprendan a comer bien”.

Con gusto platica que en la universidad lo han apoyado en sus giras al brindarle tutores personales, además de darle el tiempo que requiera para sus viajes y entrenamientos que realiza de dos a cuatro horas al día en la Conade Tlalpan y en Ciudad Universitaria.

Aunque le gusta leer, no tiene autores favoritos y a ratos prefiere escuchar pop rock en inglés. Sus apuntes los hace con letra grande para poder estudiar y mantenerse en la medianía del 7 y 8 de promedio. “No soy excelente, pero tampoco repruebo”, apunta.

Iniciado en el deporte a los seis años, aunque debió suspender su práctica a los nueve, “porque no me gustaba el judo”, retomó el tatami a los 15 para no despegarse, “porque mi papá me dijo que no tenía idea de todas las puertas que el deporte me podría abrir.

“Y la verdad, ahora se lo agradezco porque tengo una buena escuela, puedo viajar y conocer mucha gente”, además de las inolvidables recepciones que le brindan, lo mismo sus familiares y vecinos, que sus amigos de la Anáhuac.

Eduardo tiene en mente un plan, tal vez osado, pero es su sueño que “puedo lograr: clasificar a los Juegos Olímpicos de Londres 2012 con los convencionales, para demostrarme a mí mismo y a la gente que ha confiado en mí, qué tanto puedo lograr con ellos, porque salvo el inicio, donde nosotros empezamos ya con el agarre de la solapa, toda la dinámica del combate es igual.

“Estoy seguro de poder hacer un excelente papel si me aplico cañón”, en un tatami del que hasta ahora lo han vetado, puntualizó.

 
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