■ Bernardo Esquinca regresa a los relatos breves de ficción con Los niños de paja
Recurre escritor a la metáfora del terror para explorar “el temor por la ruptura amorosa”
El lado oscuro de la vida, de lo cotidiano y las historias de seres humanos que, sin quererlo, traspasan la línea hacia una realidad paralela, son los personajes que habitan el nuevo libro de Bernardo Esquinca, Los niños de paja, que marca el regreso del escritor a los relatos breves de ficción.
El volumen publicado por la editorial Almadía en la colección Mar abierto, que se presentó ayer, reúne ocho cuentos y una novela corta en los que, como aclara su autor, hay una influencia no sólo de Edgar Allan Poe, Stephen King, Amparo Dávila, sino también de las películas de terror de los años 70 y 80 y de las series televisivas, como Dimensión desconocida o Alfred Hitchcock, y por supuesto las leyendas que habitan el territorio nacional.
Y como en toda literatura de horror, hay que hablar de los temores de una sociedad o de una generación. “Stephen King es un autor del que me gustan, sobre todo, sus cuentos y sin duda hay una influencia en este libro, pues dice que la literatura de terror o de ciencia ficción debe ser una alegoría de algún temor, de una paranoia, de una generación o de un momento específico de un país o de una sociedad. En los años 50 y 60 el cine de ovnis y zombies reflejaba la paranoia de Estados Unidos ante la guerra fría, una posible invasión o estas películas de slasher movies (subgénero del cine de terror) de los años 70 y 80 eran adolescentes calenturientos que eran masacrados y representaban el temor al despertar sexual en una sociedad conservadora como la estadunidense”, señaló Esquinca en entrevista.
“Quiero creer que en Los niños de paja está presente la cuestión de la ruptura amorosa, los personajes están separados, divorciados o viudos; entonces, creo que en los años 90 y en esta nueva década, en la que terminé de hacerme adulto, vivimos esa transición hacia la normalización de la separación amorosa; creo que sí hay un temor y una paranoia por la ruptura amorosa en nuestro tiempo y yo hice una reflexión sobre esto usando la metáfora del terror y de otros miedos; claro que de eso me di cuenta hasta el final.”
Sin embargo, no sólo refleja el temor de una sociedad: también mezcla sus propios temores y de alguna manera escribir dentro de este género del horror sirve para “exorcizarlos”.
Los fantasmas del pasado
En el libro, explicó Esquinca, “sí hay ciertas cosas que tocan mi situación personal, aunque están muy maquilladas, pero sí es un libro significativo por todas estas cosas personales. El otro día me preguntaban a qué le tenía más miedo; dije a los fantasmas pero no los que conocemos sino los fantasmas del pasado que llegan siempre a acecharte. Uno va creciendo y acumulando cicatrices, pero cuando crees que vas dejando esas cosas atrás siempre regresan y creo que eso es algo que está presente”.
Por eso le interesa hablar de la realidad paralela a la cotidianidad, porque esa otra realidad “también nos echa luces o sombras sobre los seres humanos. La parte oscura o los sótanos del alma humana nos ayudan a entender por qué nos comportamos como nos comportamos y siempre me interesa explorar ese lado oscuro. Por ejemplo, siempre estoy al pendiente de la nota roja, porque más allá de las vísceras y la sangre existen historias que hablan de esa parte que nos conforma llena de penumbra, de sombras.
“Estas historias, en televisión, en cine, en la literatura son metáforas de que lo extraño siempre está muy cerca de nosotros; hacer como que no existe no sirve de nada, porque siempre está ahí como tu propia sombra, te recuerda tarde o temprano quién eres y siempre me ha interesado explorar eso.”
Y aun cuando en México la muerte, las leyendas y las historias sobre esa realidad oscura son cosa de todos los días, lo cierto es que en la literatura apenas si existen “coqueteos” con este género, agrega el autor de Los escritores invisibles, que publicará en unos meses el Fondo de Cultura Económica, y de Belleza roja.
“Es un género poco socorrido, digamos desde siempre, desde el punto de vista literario culto, porque te encuentras con cualquier libro con todas estas leyendas pero incluso anónimos; sí hay una literatura de horror pero no de autor”, y cita algunos casos como el de Carlos Fuentes, con Aura, a José Emilio Pacheco o los libros de Amparo Dávila.
“Creo que ha sido poco explorado el género del horror, no es algo que llame mucho la atención a la mayor parte de mis colegas.”