Usted está aquí: lunes 8 de septiembre de 2008 Opinión Vedas sin planes de empleo

Iván Restrepo

Vedas sin planes de empleo

Siempre que el gobierno federal declara veda sobre los productos pesqueros para evitar la sobrexplotación, promete a los grupos afectados diversificar las fuentes de empleo y producción y así contrarrestar los efectos que causa la medida de control. Así ocurre en el caso del camarón, el pulpo, el mero, la langosta, el caracol, los tiburones y rayas, la vaquita marina y la totoaba. Sin embargo, la realidad es distinta, como muestra el caso de las cooperativas de la etnia cucapá que pescan corvina en el alto Golfo de California. Los pescadores viven especialmente de lo que capturan en la zona decretada como reserva de la biosfera hace 15 años. En el caso de la corvina, en mayo pasado se decretó su veda para garantizar su reproducción y evitar una posible extinción. Los cucapás no la observaron porque de esa captura obtienen parte de sus ingresos y las instancias oficiales responsables del desarrollo social y acuícola no han creado empleo alterno en la zona. Una medida de protección que debía recibir el apoyo social enfrenta a la población y el gobierno.

Igual ocurrió el mes anterior en Nayarit: pescadores de Santiago Ixcuintla fueron baleados por elementos de la Armada cuando extraían furtivamente camarón, que está en veda. Hubo un lesionado. Los pescadores reconocieron que violaron la veda, y lo han hecho antes, por falta de trabajo, porque no hay nada que comer. Como sucedió en mayo al querer decomisarles 15 toneladas de corvina. El tema volverá a ocupar la atención pública si no se establecen los programas alternos de producción y empleo prometidos y se conceden evitando la corrupción de algunos líderes y funcionarios.

Lo mismo sucede en el otro extremo del país, en Yucatán. En junio pasado, 300 habitantes de Chicxulub, municipio de Puerto Progreso, impidieron que inspectores de la Comisión Nacional de Pesca, apoyados por integrantes de la Armada, les decomisaran más de dos toneladas de pepino de mar, cuya pesca está prohibida. Los pescadores arguyen que lo hacen para enfrentar la crisis económica que les ocasiona el mal tiempo y las vedas decretadas para otras especies, desde el mero hasta el caracol y el pulpo. La falta de empleo, dicen, los obliga a violar la ley. El pepino de mar es muy demandado en China y Japón, por lo que quienes lo comercializan pagan muy bien por él.

También en la península citada ocurren enfrentamientos entre pescadores de Yucatán y Campeche por el control de las áreas donde se captura pulpo. Aunque crece la importación de pulpo proveniente de Tailandia, Vietnam y China, la calidad del nacional es muchísimo mejor. Si se contara con planes de manejo y captura adecuados, si se acabara con la corrupción que distingue a algunas cooperativas, se terminarían los enfrentamientos y disminuiría la captura ilegal.

Por la falta de apoyo y comunicación con la población, las comunidades rurales igualmente tienen problemas. Es lo que sucede con las comunidades indígenas tepehuanas, dueñas de la extensa zona boscosa de la cuenca hidrológica de Nayarit, la cual se extiende hacia Durango. Para preservar una región clave ambientalmente, y evitar, entre otras cosas, la erosión y posterior azolve de la cuenca y sus corrientes alimentadoras, el gobierno federal decretó hace seis años veda total. Y nueve años antes, una parcial para contrarrestar la deforestación. Concluye el año próximo. Los lugareños señalan que apenas recientemente se enteraron de que no podrán utilizar más el bosque porque la veda es permanente. La comunidad tepehuana posee decenas de miles de hectáreas de bosque. Pero como sucede con otras comunidades, como las de la tarahumara, son otros los que se benefician de esa riqueza y la mal usan, comenzando por los caciques locales y regionales aliados a los intereses de empresas madereras y con el apoyo de funcionarios corruptos.

Cuando la ocasión lo amerita, se anuncian inversiones millonarias para atacar la pobreza de las comunidades indígenas, proteger el bosque y reforestar. Sin embargo, esos programas no surten siempre los efectos deseados. Ante las carencias, los pobladores destruyen una riqueza que debe ser cuidada al extremo.

 
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