[REC]
Mientras usted duerme es el nombre de la serie televisiva española en que un grupo de reporteros hacen el registro puntual de las actividades de quienes combaten el delito o garantizan la seguridad urbana durante las horas de la madrugada. La técnica de filmación, siempre con cámara al hombro y entrevistas a cuadro con víctimas o afectados, combina el registro realista y el falso documental, favorece las tomas sensacionalistas, y tiene como propósito involucrar de lleno a los espectadores en lo que está sucediendo. Con la cámara subjetiva como instrumento de su propia mirada, el público vive, en tiempo real, la experiencia de los reporteros, participa de su azoro ante lo que van descubriendo, y en no pocas ocasiones (dada la naturaleza de los reportajes nocturnos en una ciudad hostil), vive momentos de angustia por la amenaza de lo desconocido.
En [Rec], cinta de horror de los españoles Jaume Balagueró y Paco Plaza, probablemente destinada a convertirse en un producto de culto, la reportera Angela (Manuela Velasco) elige como tema de la emisión las actividades de un cuerpo de bomberos en la ciudad de Barcelona. Luego de seguir sus faenas en la estación y sus preparativos, acompaña a una unidad cuando recibe la alerta de que la vida de una anciana está en peligro. Al llegar al edificio, los reporteros, el camarógrafo, los bomberos, un policía y los vecinos curiosos, descubren que la mujer, bañada en sangre, camina dando tumbos al final de un pasillo en tinieblas, para luego precipitarse, intempestivamente, sobre la yugular del policía y despedazarle el cuello a dentelladas. Fin de la sinopsis.
El título de la cinta alude a la función de grabación en la cámara de video que no deja de funcionar todo el tiempo, aun en las situaciones más dramáticas, al límite de lo verosímil, sin que el espectador tenga el menor atisbo al rostro de quien la lleva al hombro, ya sea de pie, en cuclillas, arrastrándose, y hasta quedar fundida su lámpara y verse obligado al recurso de la luz infrarroja. Las texturas de la cinta digital cambian continuamente, los movimientos son frenéticos, desquiciados, y no son pocos los tiempos en que la imagen se corta por completo, quedando el espectador ante una pantalla oscura, atento únicamente a los ruidos sorpresivos, los murmullos, los pasos veloces por los pasillos, a algún alarido distante, hasta el momento en que la imagen regresa y prosigue el tumulto visual de la pesadilla.
Un edificio de departamentos –como en La comunidad (Alex de la Iglesia, 2000)–, microcosmos de recelos y prejuicios sociales, con una pareja de ancianos, una madre y su hija enferma, una familia de chinos, un vanidoso solterón edípico, más atento a su imagen en pantalla que al horror que lo circunda, y con el espanto más gráfico representado por los extremos de la vejez y de la infancia –la anciana delirante en los pasillos y la niña portadora de una bacteria o un virus letal–, que puede diseminarse por todo el edificio, rodeado ya de un cordón sanitario, o por la ciudad entera, como prefiguración de un cataclismo similar al descrito por David Cronenberg en Rabia (1976), o por Danny Boyle en Exterminio (2002). Lo interesante y eficaz en la cinta de Balagueró y Plaza es su manera de preferir la sugerencia del horror, mediante el uso novedoso de la cámara y los sonidos ambientales, a las facilidades del gore y las aparatosas sorpresas narrativas; su forma de reactivar también el cine de zombies con un suspenso digno del mejor George A. Romero (el clásico insuperado, La noche de los muertos/ The night of the living dead, 1968).
No va la cinta española ilustrando las mutaciones de lo grotesco y lo sanguinolento, sino que construye, a partir de momentos precisos de horror visual, una minuciosa recreación de atmósferas irrespirables, en las que sabe envolver cabalmente los sentidos del espectador, sin agotar un instante su paciencia. Se diría un tributo al cine de terror de los 60, con casas embrujadas y espíritus malignos (La mansión de los espectros, Robert Wise, 1963; Posesión satánica, Jack Clayton, 1961), o al delirio paranoico del cine de catástrofes ecológicas de los años 70, donde el cuerpo invadido o contaminado era ya la metáfora más sugerente de una sociedad en decadencia (el Cronenberg de hace 30 años). Esta combinación de reminiscencia nostálgica y de asimilación puntual de las nuevas tecnologías audiovisuales, aunada a una notable pista sonora, marca la diferencia entre esta arriesgada cinta española y las clonaciones del cine de horror más rutinario en cartelera.