■ Proyectarán tres películas de la realizadora alemana en la Cineteca Nacional a partir de hoy
No me dedico a juzgar, sino a recoger imágenes y mostrarlas, dice Ottinger
■ Transgresora de la realidad, piensa que la mujer debe ser libre para realizar cosas maravillosas
■ Una de las artistas más originales de su país, su obra abarca fotografía, teatro y pintura
Ampliar la imagen Fotograma de la cinta Freak Orlando
Ampliar la imagen Fotograma de la cinta Freak Orlando, un balance entre lo monstruoso de lo real y lo artificial
Ulrike Ottinger es una creadora visual, considerada una de las artistas más originales de Alemania. Es una narradora cinematográfica que también ha encontrado en la foto fija una plataforma de expresión. Escribe, produce, dirige y fotografía sus filmes, ya sean documentales o de ficción. Trangresora de la frontera entre realidad y fantasía, es promotora de los universos femeninos. Su pensamiento es que la mujer tenga alternativas, posibilidades y la libertad de hacer cosas maravillosas.
“Me interesa representar los universos femeninos y cómo responden ante diferentes situaciones. En mi reciente producción, Prater, cinta documental sobre el parque de diversiones más antiguo del mundo ubicado en Viena, se mezclan y se encuentran personas de todo tipo. Por un lado, ves a unas chicas de Europa del este en una máquina de juegos de baile y, por otro, a jóvenes turcos que, en otra, se enfrentan en un round de box. El caso de los chicos es que quieren mostrar quién es el mejor y se lanzan contra la máquina. Ese fragmento en la cinta es sobre el machismo. No obstante, no me dedico a juzgar, sólo recojo imágenes y las muestro”, comentó en entrevista Ulrike Ottinger, de quien, a partir de hoy, se exhibirán en la Cineteca Nacional tres de sus cintas más representativas: Freak Orlando, Exil Shangai y Juana de Arco de Mongolia.
La obra de esta cineasta (Constanza, Alemania, 1942) abarca también el teatro y la ópera, sin olvidar parte de su esencia que es el trabajo etnológico. Puede filmar desde un corto hasta una cinta de ocho horas (Taiga, sobre los mongoles nómadas). A la fecha, ha realizado 12 largometrajes –seis pueden ubicarse como documentales–, en los que el cuadro es tratado con sumo cuidado. Es por la influencia de la pintura. Ottinger vivió en París desempeñándose como artista plástica.
Fue a partir del cortometraje Laokoon e hijos (1973) que la alemana comenzó a combinar la pintura con el cine. Madame X: una soberana absoluta fue su primer largo, realizado bajo la segunda ola del feminismo surgida en la década de los 60.
“Lo agradable del cine es que abarca distintos artes: fotografía, música, lenguaje. Es capaz de captar muchos universos, enfoques diferentes. Es un medio muy rico”, comentó la germana.
Narración mediante gráficas
–¿Para ser cineasta se necesita ser un buen fotógrafo?
–No lo sabría, porque los cineastas trabajan de forma muy variada. Algunos abordan la cinta desde el texto, desde la imagen, unos más dan toda la libertad a su fotógrafo para hacer las tomas. Las películas sirven para contar mediante las imágenes. El cine narra por medio de fotografías. Cada detalle significa algo: el color o los materiales de las vestimentas, por ejemplo. El cuadro en la composición, todo eso para mí tiene importancia porque dice algo. Las decisiones respecto de ello las tomo yo. Una cinta significa transmitir una idea por medio de la composición.
Las películas de Ottinger son ricas en citas históricas, artísticas y culturales. Toma prestados a sus protagonistas de modelos literarios, como Orlando, de Virginia Woolf.
“Desde los 10 años leo compulsivamente. He vaciado las bibliotecas habidas y por haber. El caso de Orlando me parece ideal por el hecho de que puede cambiar de sexo. Puede vivir las experiencias de una mujer y de un hombre. Me gusta nombrar figuras que tengan caracteres con sentimientos a flor de piel, que evoquen algo en el público”, señaló la realizadora.
Freak Orlando. Pequeño teatro del mundo en cinco episodios es una cinta que documenta las fantasías colectivas, un balance entre lo monstruoso de lo real y lo artificial, desde la Inquisición española hasta la era actual.
–¿Cómo sabe qué historia será documental o ficción?
–Es difícil, en muchos casos hice ambas cosas combinadas. En el caso de Juana de Arco de Mongolia se trata de una ficción, pero tiene escenas reales. En Taiga conviví con nómadas mongoles por varios meses; los seguí en sus migraciones, sus movimientos. La cinta dura ocho horas. Lo que más me llama la atención es tratar los temas desde varios ángulos. Sé que el documental como la ficción tienen reglas de trabajo muy distintas, pero aún así ambos permean, hay cierta ósmosis que hace pasar de un formato a otro. Por esa razón no se pueden separar. Todo parte de mi fascinación por observar desde varios puntos.
–Hoy la ficción se acerca cada vez más a la realidad.
–Lo esencial está en la forma. Hoy día las técnicas cinematográficas permiten hacer estas simulaciones, pero si están mal planteados o mal hechos, se puede perder esa relación entre simulación y realidad, esa línea entra la ficción y documental.
–¿Por qué un tema puede alargarse como para rodar una cinta de ocho horas o hacer como un cortometraje?
–Si uno filma una cultura desconocida, tiene que acoplarse a ella. Hay algunas en las que el tiempo es distinto a lo que vivimos en la cultura occidental. Prater es corta por eso, por ser parte del entretenimiento, pero hay algunos documentales que necesitan más tiempo.
“No entiendo a los creadores que se encierran en una sola dramaturgia, es una forma extrema de limitarse, e incorrecta. La dramaturgia es muy variada y cada pieza requiere su tiempo. Taiga por ejemplo, requirió sus ocho horas. Al ser cineasta independiente me puedo dar el gusto de seleccionar el tiempo para cada tema.”
Las fotografías y tres de las cintas de Ottinger, a partir de este miércoles en Cineteca Nacional. Consultrar horarios en la cartelera este diario.