De indígena desconocido a reconocido escritor
Conocí la historia de Miguel Caxlán hace varios años. Más bien debo decir que hace poco más de una década lo que me llegó fueron datos fragmentarios del personaje acerca del cual recientemente pude concluir la escritura de un libro. Al proponerme indagar sobre el tema se acrecentó la convicción de que el caso del líder chamula protestante sintetizaba la doble vertiente de un proceso acontecido en los márgenes de la historia nacional.
Una de la reglas del periodismo es no presuponer que los posibles lectores conocen datos brindados en notas informativas y/o artículos de opinión anteriores. Pero hoy la regla ya no es tan imperativa, gracias a que las hemerotecas virtuales permiten con facilidad la consulta de publicaciones atrasadas. En el caso de La Jornada, su excelente sitio de Internet es una herramienta que facilita enormemente la búsqueda de números pasados. Por lo anterior invito a quienes sigan este artículo a que abran la edición digital de nuestro periódico correspondiente al pasado 30 de julio y a que lean el artículo que entonces escribimos, titulado: “El martirio de Miguel Caxlán”. De hacerlo van a tener elementos para seguir mejor esta “segunda parte” de la historia.
El caso del líder chamula protestante fue para mí, desde un principio, la comprobación de dos facetas poco estudiadas por los científicos sociales de nuestro país. Esos dos rostros son, por un lado, la historia de la intolerancia al cambio religioso en algunas comunidades tradicionales de México y su caudal de persecuciones. Por el otro, es la constatación de la persistencia de los perseguidos y los mecanismos de defensa construidos para resistir los vendavales.
Un elemento adicional a los mencionados, que me llevó a hurgar en el tópico, fue el espacio social donde se desarrollaron los acontecimientos que confluyeron en el violentísimo asesinato, el 24 de julio de 1981, de Caxlán: en comunidades indígenas, particularmente en los Altos de Chiapas, zona de interés mundial a partir del movimiento zapatista iniciado en 1994. Antes que éste, hubo en la historia de Chiapas varias luchas indígenas contra distintas formas de dominación, tanto externas como internas. La lid de los indios e indias protestantes en favor de su derecho a elegir y reproducir su nueva identidad, distinta a la tradicional, tiene que ser vista como parte de las movilizaciones de los pueblos originarios contra quienes buscan petrificarlos en una historia imaginaria, pero que tiene escasos asideros en la realidad histórica.
La gesta de Miguel Caxlán y sus seguidores, la continuada respuesta estigmatizadora de sus adversarios y la violencia que desataron, así como la inacción de las autoridades de los distintos niveles de gobierno que dejaron de cumplir su deber de salvaguardar los derechos de los indígenas protestantes, coincidieron para forjar hechos que deben ser conocidos más allá del círculo en que continúan transmitiéndose oralmente. Esa historia es la de una brutal y continuada violación de los derechos humanos, sin paralelo en el país.
Entre la extensa falta de registro de atrocidades cometidas contra las minorías en México, las infligidas a los protestantes son de las más invisibilizadas. En la extensa y variada obra de Carlos Monsiváis hay un reiterado esfuerzo por ir contra esa corriente que simplemente ni ve ni oye la discriminación, la violencia simbólica y física de que han sido objeto los indios e indias protestantes.
Dice Monsiváis (revista Contrahistorias, marzo-agosto de 2005): “Ninguna historia nacional lo cubre todo, pero en la visión histórica a nuestro alcance lo omitido o ni siquiera registrado es abrumador… Y tampoco se acepta lo histórico de la lucha a favor de los derechos humanos y contra la intolerancia, como no se registra el genocidio por acumulación, ejercido contra los protestantes… Como se quiera ver, el mero registro público de una matanza es un espacio ganado a la impunidad que ha invisibilizado sus crímenes. Por supuesto, la impunidad todavía prevalece y muchos de sus grandes crímenes son económicos, pero si se minimiza lo avanzado se le reduce todavía más. En la lucha contra la impunidad ningún adelanto es insignificante, así como ninguno es todavía permanente. Hace falta la historia de las luchas y el destino de los heterodoxos mexicanos del siglo XX, [como la de] los protestantes (la segregación bárbara, los linchamientos de todo tipo y la terquedad en el ejercicio de su fe)”. Y precisamente de lo último trata mi intento por registrar el martirio de Miguel Caxlán: de su segregación bárbara (por parte del tradicionalismo caciquil chamula y las autoridades gubernamentales que lo dejaron en el desamparo), el linchamiento simbólico y físico de que fue víctima, y de la obstinada defensa de sus creencias.
Valga lo anterior para invitar a la entrega de un reconocimiento que lleva el nombre del desconocido líder indígena, Miguel Caxlán al reconocido escritor Carlos Monsiváis, por su continua defensa de los derechos de las minorías religiosas, particularmente de la comunidad protestante/evangélica. Nos vemos el viernes, 6:30 pm, en la capilla del Seminario Teológico Presbiteriano de México (Arenal 36, casi esquina con avenida Universidad).