Ciudad Perdida
■ La inseguridad y su impacto social
■ Fracaso oficial en el combate al crimen
Salir a la calle en son de protesta y en tiempos de la derecha en el poder es un acto que debe tener algo más que una razón para no convertir el hecho en un acto circense, que en lugar de fijar, mediante la protesta, la regla civil que marque límites y señale caminos al gobierno, termine en farsa.
Tal vez el motivo más caro de la población para salir a las calles sea la inseguridad, porque en la percepción o en el hecho a todos afecta una situación como la que vive México, donde a los pobres los mata el narco cuando no cooperan con ellos, o los militares y los policías que los confunden con sus enemigos, y cuando no les disparan, los humillan y les roban en los operativos de esa guerra absurda que enderezó Felipe Calderón en contra del crimen organizado, que, como se ve, ha fracasado.
Nadie se salva del flagelo porque las familias que logran algún bienestar se vuelven un bocado apetitoso para quienes están urgidos de dinero rápido para salvar alguna situación angustiosa, y sin empleo ni porvenir delinquen, o para los que han hecho del crimen una industria que pega más a los que más tienen.
Así, la protesta que se arma para el sábado 30 de agosto, que se originó primero como parte de la estrategia de golpeteo en contra del Gobierno del Distrito Federal, podría concluir, la noche de ese mismo día, como el referéndum, la encuesta, el recuento que, una vez más, repruebe al gobierno de Felipe Calderón.
Ese peligro ya ha sido advertido desde algunas trincheras tradicionales de la derecha, que, por lo pronto, están ciertas de que la protesta no podrá ser utilizada para atacar al gobierno de Marcelo Ebrard sin tocar de fondo a Felipe Calderón, quien sin imaginación y carente en absoluto de otra respuesta que no sea la de las balas, tendrá que exponerse a la voz de quienes de todas formas viven en el terror que ha impuesto en su cruzada para ¿prevenir? el crimen.
De muchas formas la marcha ya se salió del control total de los Arzac o los Ortega, que idearon en principio la protesta para tratar de descalificar a la izquierda en el poder en la ciudad de México, y no pudieron evitar que la violencia diera su veredicto para culpar a Calderón por el mal manejo que ha dado al gobierno en éste y en muchos otros casos.
La calle es de todos, y en un asunto tan importante como el fracaso del gobierno para combatir al crimen organizado, los seguidores de una y otra doctrina podrían conjuntarse para protestar, pero debe quedar en claro que esta violencia generalizada se fundamenta, como ya lo hemos dicho en este espacio una y otra vez, en el desajuste del reparto de la riqueza que produce México, que ahora sólo cae en las alforjas de un grupo de privilegio, debido a la forma de gobernar de una derecha a la que no le importa el destino de la mayoría de la población.
Entonces en las calles de la ciudad de México, cuando al final de la semana que sigue la gente de todas las tendencias políticas se convierta en una protesta unánime, se deberá exigir a la derecha adinerada lo que nadie quiere tocar en los actos donde la retórica triunfa y el acontecer criminal continúa su camino sin mayores preocupaciones: el deber social del capital.
Así, la protesta deberá ser, si se quiere en verdad lograr soluciones, en contra de quienes no pagan impuestos, en contra de quienes buscan engordar los capitales extranjeros a costa de la pobreza de la mayoría nacional, en contra de quienes violan las leyes laborales y los que lo permiten, en contra de quienes prefieren exportar sus ganancias a otros países para obtener más riqueza, porque se niegan a cumplir con las muy pocas exigencias que les impone el gobierno.
Y qué bueno que de una buena vez se pudiera decir claramente en la calle lo que no se dice ni en los consejos ni en las cumbres: que un gobierno atado a los compromisos de enriquecimiento de quienes apoyaron la farsa electoral del 2006 no puede ni podrá acabar con el crimen organizado, porque se ha corrompido en sus raíces.
Entonces, bienvenidas las marchas que tanto repudia el Partido Acción Nacional si ellas sirven para remediar de fondo el problema que duele, y mucho, y para decirlo de manera breve, sólo tiene un nombre: mal gobierno. Nada más.