Usted está aquí: viernes 22 de agosto de 2008 Política Denuncian acciones de amedrentamiento contra pobladores de Montes Azules

■ Les ofrecen “reubicación”; amenazan a quienes se muestran renuentes

Denuncian acciones de amedrentamiento contra pobladores de Montes Azules

Hermann Bellinghausen (Enviado)

Ocosingo, Chis. 21 de agosto. El gobierno federal sigue adelante con sus planes para “vaciar” de indígenas la región de Montes Azules, y también otras áreas de las cañadas de la selva Lacandona, como las 14 mil hectáreas que recientemente expropió afectando comunidades regularizadas hasta las inmediaciones de Amador Hernández y Pichucalco.

Los enviados gubernamentales llegan a las comunidades que pretenden desalojar ofreciendo “reubicación” y algunos incentivos económicos en forma de “programas”, y si no son aceptados, amenazan. Ha ocurrido estos días en Ranchería Corozal y otros poblados de Montes Azules, como El Suspiro.

Así, la Asociación Rural de Interés Colectivo Unión de Uniones Independiente y Democrática (ARIC UU-ID) denunció hoy que el 15 de agosto se realizó un operativo de las fuerzas armadas y la Policía Judicial del Estado (PJE) en Ranchería Corozal. Ese mediodía aterrizaron dos helicópteros de la Armada (con matrícula AMHT-215 y AMHT-218), llevando al responsable de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, Ricardo Frías, representantes de la Secretaria de Reforma Agraria y la Secretaría de Gobierno estatal. “Al lugar también llegaron 50 elementos del Ejército federal y la PJE que se formaron en posiciones de ataque”.

Frías “pidió permiso para medir los potreros, las casas habitación y la superficie del poblado”. Le fue concedido. Después de las mediciones “insistió en que no habrá otra opción que la reubicación o la indemnización, y que de lo contrario, con los cambios de gobierno futuros los acuerdos no serán respetados”. Posteriormente “pidió la opinión de las mujeres”. Éstas dijeron “que no aceptarán las ofertas del gobierno, porque las tierras son herencia de sus padres y se está trabajando con base de planes de manejo, lo cual les otorga el derecho de permanecer ahí”.

Ante las intimidaciones, la ARIC UU-ID exige el cumplimiento de acuerdos de una “mesa de interlocución” celebrada el 15 de mayo, que la organización “sea informada de todas las acciones del gobierno en las comunidades de Montes Azules” y que los funcionarios eviten llegar en medio de operativos militares y policiacos. La organización, afín al gobierno perredista de la entidad, anunció que sólo aceptará la mesa agraria ambiental “si el gobierno tiene la voluntad de regularizar las comunidades, de lo contrario suspendemos totalmente el diálogo. No abandonaremos nuestras tierras por voluntad nuestra, ni con las ofertas y constantes amenazas del gobierno”.

Tiempos modernos

La vida cambia rápidamente en las montañas de Chiapas. La modernidad se entrecruza de muchas maneras. La siguiente estampa es común en muchas regiones del país, pero acá representa novedad. En una llamativa pick-up Ford casi nueva, Antonio se dispone a hacer el trayecto Oxchuc-Ocosingo. La matrícula es ornamental. Y en vez de placas ostenta la bandera estadunidense con una águila dorada sobrepuesta. Mucho más grande, las barras y las estrellas ilustran la shade (persiana) a todo lo ancho del parabrisas posterior.

Antonio, tzeltal de corta estatura, viste una camisa azul y un flamante sombrero de cowboy. Lo acompaña su mujer, de ancho huipil oxchuquero y aún menor estatura. Él no sabe si volverá pronto a los campos de Carolina del Norte, donde anduvo en años recientes, pero sus campos (los suyos) acá los tiene abandonados. Aceptó el Procede antes de irse, y ahora dice que no le importaría vender la tierra. Sus hijos varones están allá. Por lo pronto, va a rentarla a un vecino. Con eso, y un programa del gobierno que le tienen prometido, espera reunir lo necesario para irse otra vez.

Aborda su vehículo, que sobre el techo porta una torreta de luces y un gran letrero: “Bronx”. Aditamentos aparte, tiene la pinta, y al arrancar la morosa velocidad, de un low rider. En Guerrero, Oaxaca y más al norte, su imagen sería normal; aquí no, todavía. La gente al pie de la carretera lo mira con curiosidad. Y él parece disfrutarlo.

 
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