Usted está aquí: lunes 18 de agosto de 2008 Cultura Admirable muestra de virtuosismo

■ Jóvenes del programa nacional de orquestas, en la Blas Galindo

Admirable muestra de virtuosismo

Pablo Espinosa

Ampliar la imagen Sección de violonchelos de la Orquesta Sinfónica Juvenil en la sala BlasGa, la noche del sábado Sección de violonchelos de la Orquesta Sinfónica Juvenil en la sala BlasGa, la noche del sábado Foto: Pablo Espinosa

La presentación de una gran orquesta de jóvenes provenientes de distintos puntos del país para convivir, estudiar e intensificar su preparación artística mostró la noche del sábado en la Sala Blas Galindo, del Centro Nacional de las Artes, el muy elevado nivel técnico que han logrado estas muchachas y muchachos en el programa nacional de orquestas infantiles y juveniles, inspirado en el exitoso modelo venezolano.

Como una continuidad de lo ocurrido hace algunos días con una orquesta similar, pero conformada por niños y púberes, en esta ocasión el rango de edad se elevó de ocho a 25 años, en una selección que se vuelve cada día más ardua merced al crecimiento técnico que acusan estos instrumentistas, integrantes, a su vez, de las 143 orquestas distribuidas en el país, en una suma fantástica que alcanza ya los 6 mil 212 integrantes.

El programa culminante de la semana en la que convivieron perfeccionando su trabajo con maestros especializados consistió en cuatro partituras idóneas para mostrar su potencial y al mismo tiempo su nivel. Se turnaron a la batuta algunos de esos profesores en obras de Sibelius, Rimsky-Korsakov, Carlos Chávez y Zoltan Kodaly.

En la obra inicial, una potente disertación en poema sinfónico de Sibelius, se mostró el poderío de estos muchachos duchos especialmente en el furor de los metales y la precisión puntual de las percusiones. La cuerda brilló en la siguiente partitura, una vez que el maestro Ernesto Rosas cedió la batuta a la maestra Cristina Pestana, quien a su vez cedió el podio al docente Alfredo Hernández, y éste a Roberto Sandoval.

Una cuerda de más de 70 jóvenes y señoritas lució en toda su potencia. ¡Ah, pero qué chulo zumban los violonchelos!, ¡qué sonido de las violas!, ¡vaya concentración de los violines!, ¡cuánto deslumbramiento en los contrabajos!

Luego del intermedio sonó lo mejor que se ha escuchado en México en sonido sinfónico, incluyendo, no es exageración, a las mismísimas orquestas de profesionales, y no es casualidad que haya sido en una obra mexicana, similar a como ocurrió en el concierto de Bellas Artes hace un par de semanas, cuando la Orquesta Sinfónica Infantil de México lució en su máximo esplendor con una obra de Silvestre Revueltas.

En este caso fue la Sinfonía India de Chávez, en una nueva confirmación del sentido de identidad cultural en una orquesta conformada por músicos que han logrado un nivel de perfeccionamiento técnico que les permite expresar algo más que virtuosismo: sentires, decires, cantares y expresiones de lo más profundo de cada uno, sonando juntos como un solo instrumento. Un prodigio.

En la segunda parte del programa tomaron la batuta Ara Chukasyan y Román Revueltas, para que los muchachos mostraran la diversidad, colorido y variedad intensa instrumental que exige la Suite Sinfónica de Hary Janos, del húgaro Kodaly, que incluyó la magia de ese instrumento de maravilla que es la celesta.

El esplendor de esta orquesta de jóvenes mexicanos trae a mientes de manera inevitable sus pares en otros lares: la extraordinaria orquesta de jóvenes europeos que fundó y dirige Claudio Abbado, en Lucerna, conocida en todo el planeta y con una discografía impresionante, especialmente ducha en el repertorio del autor que la nombra: la Orquesta Gustav Mahler. Y también los jóvenes palestinos e israelíes de la Orquesta Diván, que dirige el guerrero de paz Daniel Barenboim.

Por supuesto que resulta igualmente inevitable el parámetro que vuelve héroes a estos jóvenes: hacen música de primer nivel en un país donde se les niega el apoyo verdadero a sus talentos. No en balde muchos de ellos planean dejar el país, en busca de oportunidades. Triste nuestra realidad, el país en manos de una derecha peor que el priísmo, plagada de corrupción, ambición vulgar y una voluntad vergonzante de entregar el país en pedazos al mejor postor.

Una nueva luz de esperanza y un mentís renovado al pesimismo se encendieron la noche del sábado entonces en la sala BlasGa (como cariñosamente es llamado entre los melómanos ese recinto de acústica óptima). Escuchar el sonido prístino y majestuoso de estos instrumentistas, cuya mirada concentrada brilla, es de lo poco valioso y valeroso que ocurre en México.

Larga vida al sistema de orquestas infantiles y juveniles mexicanas, que siguen el ejemplo del éxito de sus similares en Venezuela, país que mucho se nos parece y al que nos falta imitar en lo verdaderamente bueno. He aquí el ejemplo.

 
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