TOROS
■ Falta de escuelas y de motivos de inspiración ha anquilosado la plástica taurina
Ninguna tradición se fortalece y renueva sin grandeza de miras: Heriberto Juárez
■ El dramatismo olvidado, más que el morbo, es lo que busca la gente, afirma el escultor
Ampliar la imagen Una de las piezas escultóricas del maestro Heriberto Juárez, con una perspectiva del toro más amplia que la meramente taurina
Con una energía creadora proveniente de la cultura teotihuacana o incluso de antes, sabedor de que a los seres humanos se los come el tiempo más que la genética o un tipo de vida determinado, y consciente de que renovar el arte también agota, el espléndido escultor mexicano Heriberto Juárez, sin dejar de trabajar burla encastado, como siempre, las ásperas embestidas de una dolorosa enfermedad.
“En estos casos las aseguradoras te ponen plazo de aseguramiento, en los hospitales públicos antes que del linfoma te mueres de la depresión, es una enfermedad muy cara con un tratamiento muy fuerte. A ver si ahora no me dicen que soy imaginativo gracias a la quimio”, comenta con ironía Heriberto.
Precisamente en el contexto del Día Mundial del Linfoma, el 29 de septiembre del año pasado, fue inaugurada su escultura El renacer del hombre, en la entrada principal de la delegación Benito Juárez, como un homenaje a los pacientes que padecen cáncer linfático en el país.
Nacido en 1934 en Acolman, estado de México, muy cerca de San Juan Teotihuacán, Juárez intentó ser torero, y un cornadón de caballo en el rastro de Río Blanco que por poco le hace perder la pierna lo obligó a olvidarse de los ruedos, pero no de los toros.
Alejado del realismo, sin haber pisado jamás una academia de arte, los impresionistas e impresionantes toros de Juárez, pero también sus caballos, palomas y cuanto tema le viene a la cabeza, están en museos y colecciones particulares de México, Chile, Uruguay, Israel y Estados Unidos. Nueve libros acerca de su obra han sido publicados y dos más están en prensa. Ha presentado 70 exposiciones individuales y 40 colectivas.
“La época de oro del toreo en México inspiró mucha obra plástica, pero el estilo de Ruano Llopis es muy limitado y se nos ha quedado como única opción. Ahora, el anquilosamiento del arte taurino, tanto en escultura y pintura como en diseño, se debe a la falta de escuelas taurinas de artes plásticas, pero sobre todo a la falta de toreros y de toros realmente inspiradores. Las expectativas de la fiesta brava en Latinoamérica se han ido acabando.”
Quizá por eso hace años que el maestro Juárez se separó del ambiente propiamente taurino y rompió con el concepto realista del arte que lo expresa para desarrollar una escultórica libre y original, intensa y poética, con una perspectiva del toro mucho más amplia que la meramente taurina, ya en bronce, hierro, mármol, ónix o lámina.
“Yo también he hecho Zapatas, Villas, Cárdenas, y el Colosio que está en Lomas Taurinas es mío, pero el realismo no se me dio ni nunca lo sentí, sobre todo después de tantos siglos de realismo en la plástica y de monotonía en la expresión. En Europa me impactó mucho la escultura clásica, pero no por eso la seguí y la imité.
“En la Universidad de las Américas, en Cholula, tengo una exposición permanente de cien obras en uno de sus jardines, entre más de 150 especies de plantas de distintas regiones del estado. La escultura se ha encarecido mucho. Antes de Fox, el kilo de bronce costaba 36 pesos, en la actualidad más de 400, por exportarlo sin ton ni son.
“Veo un porvenir muy oscuro para la fiesta de toros en México. No hay pasión, no hay convicción y no hay unión, pero lo más grave es que no hay metas comunes consensuadas y establecidas que obliguen a todos a alcanzarlas. Ninguna tradición se fortalece y renueva si no hay grandeza de miras a partir de la grandeza de la fiesta de los toros. Se ha perdido el sentido de la magia porque se ha perdido la percepción de nuestra realidad.”