México SA
■ Empresarios mexicanos, lideres en exportar utilidades obtenidas en el país
Como si en el boyante México ya no hicieran falta esos recursos para estimular el raquítico crecimiento económico y la prácticamente nula generación de empleos, los grandes consorcios privados nacionales le agarraron gusto a la “exportación” de utilidades, y sólo en 2007 invirtieron alrededor de 24 mil millones de dólares en otras naciones latinoamericanas, en las que garantizan mayores beneficios a los que, de por sí voluminosos, obtienen en su tierra de origen.
Los dueños de esos grandes consorcios son los mismos que el 29 de septiembre de 2005, a punto de arrancar la contienda electoral, firmaron el llamado “Pacto de Chapultepec” –promovido por Carlos Slim, uno de los más aplicados en eso de “exportar” capitales–, por medio del cual se comprometieron, entre otras cosas, a “fortalecer el estado de derecho, impulsar el desarrollo del país, incrementar la inversión interna y aumentar la generación de empleo”, asignaturas todas que permanecen en lista de espera. Por cierto, Felipe Calderón fue uno de los primeros en estampar su firma en ese (nombre completo) “Acuerdo nacional para la unidad, el estado de derecho, la inversión y el empleo”.
Pues bien, esos barones preocupados en el discurso por el “desarrollo, el crecimiento y el empleo en el país”, no cesan de “exportar” capitales para promover todo lo anterior, pero allende las fronteras nacionales (“postergar un acuerdo de unidad nacional que postule el estado de derecho, el desarrollo, la inversión y el empleo sería una irresponsabilidad histórica que profundizaría inequidades y problemas sociales; estas convicciones son las que nos han reunido ahora”, aseguraban en aquella “cumbre” de 2005). Y, en efecto, como lo confirma la información de la Cepal, se han convertido, junto con sus pares brasileños, en amos y señores del shoping transfronterizo en América Latina. Mientras aquí sus respectivas cajas registradoras no dejan de tintinear.
Según cifras de la Cepal, en 2007 la inversión directa de empresarios brasileños en terceras naciones latinoamericanas sumó cerca de 35 mil millones de dólares y la de mexicanos casi 24 mil millones, que se adicionan a los 42 mil millones que los barones de ambas naciones “exportaron” en 2005 y 2006, dineros, todos ellos, obtenidos en sus respectivos países. “Compromisos” como el del Pacto de Chapultepec garantizan resultados exitosos, porque las mayores trasnacionales latinoamericanas (llamadas traslatinas) emergentes son mexicanas y brasileñas: 85 de las 100 empresas de primera línea de la región y 35 de las 50 más rentables son originarias de estos dos países, reporta la Cepal. En menos de diez años, las empresas mexicanas multiplicaron sus fusiones y adquisiciones representando, en 2007, monto equivalente a un tercio de las reservas internacionales.
México y Brasil encabezan el proceso de inversiones directas en el exterior: en 2004 las empresas latinoamericanas en conjunto invirtieron 22 mil millones de dólares allende sus fronteras, lo que representó un salto de 500 por ciento respecto al año anterior. El incremento más espectacular lo protagonizó Brasil. De acuerdo con datos de la UNCTAD, las empresas brasileñas invirtieron casi 10 mil millones de dólares fuera de su país en 2004, en comparación con apenas 250 millones en 2003. En 2005, el total de inversión directa brasileña en el exterior llegó a más de 71 mil millones, superando con creces los 28 mil millones de México y los 22 mil millones de Argentina (casi el mismo monto de Chile), con lo que Brasil se forjó la posición más sólida de América Latina en inversiones directas en el exterior: el país genera 40 por ciento del acervo total de inversiones directas de la región en el exterior.
La nueva ola de internacionalización, explica la Cepal, también trajo enormes aumentos de las ventas en el exterior. Sobre la base de la clasificación de las 100 principales empresas latinoamericanas se calculó qué porcentaje de las ventas totales de las mismas correspondía a ventas en el exterior. Para los barones brasileños y mexicanos, los promedios resultan impresionantes: en el caso de las empresas mexicanas, 47 por ciento de sus ventas totales se registra en el exterior, y en el caso de sus contrapartes brasileñas, 39 por ciento.
De 1991 a 2001 el perfil de las 500 empresas más importantes establecidas en América Latina cambió radicalmente. El número de empresas estatales disminuyó muchísimo, de 20 por ciento en 1991 a menos de 9 por ciento diez años después. En el mismo periodo, las trasnacionales extranjeras marcaron territorio ampliamente en la región: en 1991 representaban 27 por ciento de las 500 empresas más importantes y en 2001 habían aumentado a 39 por ciento. Las empresas privadas “más dinámicas” apuntaron a los mercados externos y se convirtieron en traslatinas. Algunas orientaron su expansión a determinadas zonas de América Latina, concentrándose en el Mercosur o en la zona andina. Otras emprendieron una estrategia continental y algunas inclusive saltaron a mercados emergentes de otros continentes (Cemex, por ejemplo, sin olvidar a Bimbo, América Móvil, Telmex, Femsa, Gruma y Elektra). A comienzos del presente siglo las adquisiciones en América Latina efectuadas por empresas latinoamericanas alcanzaron 110 mil millones de dólares; de ese monto, más de 23 mil millones terminaron en países de la región que no eran los de origen de las empresas. En este proceso las empresas “más activas” fueron brasileñas y mexicanas.
Los barones mexicanos han sido líderes incuestionables en este proceso de “exportación” de utilidades obtenidas en el país de origen. Este tipo de inversiones “sacaron a luz otro aspecto de la globalización de la economía mexicana”. El país no sólo registra una de las mayores tasas de apertura comercial entre naciones emergentes (y una de las menores de crecimiento), sino que muchas empresas de ese país han optado por una presencia más directa en otros mercados, con establecimientos o adquisiciones relevantes fuera de sus fronteras, que les aportan pingües ganancias, tirando al cesto de la basura el discurso y “compromiso” del Pacto de Chapultepec.
Las rebanadas del pastel
Atenta solicitud de la lectoría: “Un favor. ¿Acaso podrían eliminar de sus escritos el gentilicio propio del mentado señor Felipe Calderón Hinojosa? Le puedo asegurar que nosotros los michoacanos no tenemos nada que ver y un individuo así nos denigra a todos. Nos hace ver como si todos los michoacanos fuéramos así. En fin, la historia lo comprenderá. Digo, si se puede” (arquitecto Rich Vázquez Rentería, [email protected]).