Ciudad Perdida
■ El video de la mujer araña
■ Los ciudadanos, para los azules, calladitos se ven más bonitos
Un hombre de mediana edad, mejor dicho joven, se paseó por las casillas de la consulta del domingo pasado acompañado de una cámara de video que lo seguía –él estaba consciente de ello– durante todo el tiempo que tardó en votar: 35 veces, a favor de entregarle los recursos energéticos de México a los intereses de empresas trasnacionales, según los proyectos de Felipe Calderón y Manlio Fabio Beltrones.
Fue algo más que un simple juego para tratar de desprestigiar políticamente al adversario, se trató de poner en ridículo a la ciudadanía, a los que rompieron, en verdad, el cerco de información contraria a la consulta y acudieron a decir no al latrocinio. De toda esa gente se quiso burlar aquel hombre que cada vez que sufragaba miraba sin prejuicio a la cámara, como para dejar en claro que era él el dueño de la vileza.
La mujer araña no dio el nombre del sujeto, nada más lo dejó a nivel de denuncia ciudadana, esa práctica que tanto desprecia el panismo, pero que les ha servido de escudo para cometer todas las arbitrariedades que se le ocurren, y con eso pretendió dejar sin sanción al cómplice para cubrir de impunidad lo que al parecer de casi todos no fue más que otro noroñazo de la mujer araña, un acto ilícito que pasa por alto el panismo.
La maniobra no parece bien lograda. ¿Quién que no estuviera bajo contrato podría perder el tiempo para ir de casilla en casilla a tratar de enlodar el ejercicio ciudadano? ¿Quién que no hubiera sido pagado estaría pendiente de que la cámara de video lo tomara en el momento justo de sufragar? Sólo ese panismo falaz y tramposo, que pretende desacreditar el acto ciudadano, podría haber sido capaz de tal cosa.
No es difícil entender la pretensión panista. Se trata de mandar el mensaje a los ciudadanos. Un mensaje que lo limite o lo desaparezca: la ciudadanía callada, es la mejor ciudadanía. Los azules prefieren el silencio de la gente a cualquier cuestionamiento público que ponga en entredicho su compromiso de vender los recursos del país.
Para eso, para opinar, para eso está la televisión, dirán los azules, y para escuchar y caminar por el sendero que se les marque, está la gente. Por eso se cuestiona, por donde se pueda, como sea, la consulta que los ha vuelto locos. Y no es sólo la burda, ridícula, maniobra de exhibir a un votante que quiso hacer trampa, y lo logró –como siempre hace el panismo–, sino de ofender a quienes buscan que el futuro del país no se parezca al diseño de coloniaje que pretenden los azules.
Total, la gente con la que hemos podido platicar y que fue a votar, tanto los que lo hicieron por el sí, como los que caminaron en el no, se sienten orgullosos de haber cometido el pecado contra azul de participar en un ejercicio que para la mayoría de los panistas fue condenatorio.
Y ahora viene lo mejor: ¿quién va a desoír las voces ciudadanas? Porque nos debe quedar claro que el del domingo no fue un acto partidista, que el gobierno de la ciudad no echó mano de todo su aparato para imponer una idea, y tampoco para crear un ámbito mediático, como el que usa el gobierno federal con propaganda electrónica, que llevara más gente a las urnas, y que se dejó a la población hacer uso de su libre albedrío para sufragar.
Por eso, además, la consulta resulta tan peligrosa para el PAN-gobierno, porque saben que el voto, en política, esté o no dentro de las formas de participación ciudadana a la que deben hacer caso los legisladores, por obligación legal, cuenta en el ánimo de quienes en adelante, con o sin campañas mediáticas, deberán elegir a sus representantes, así que más le vale al legislador abrir bien las orejas, y no hacerle al sordo.