La Nao atraca
Llega la Nao cargada de maravillas. No serán esta vez sedas y marfiles solamente, sino tremendas nuevas: México encabeza el G5, México será potencia mundial en 2040, México será socio estratégico del Reino del Centro, México redescubre a Humboldt y se vuelve a ver como cuerno de la abundancia. En fin, que los viajes no sólo ilustran.
La nave de las excelencias arriba a tierras minadas y las autocelebraciones sufren obsolescencia acelerada. Pudo el Presidente haber sido portavoz de las cinco promesas y haberse colado en los temidos BRICs (en economía internacional se emplea la sigla BRIC para referirse en conjunto a Brasil, Rusia, India y China), pero marcha en la retaguardia de las naciones emergentes en ritmo de crecimiento económico, atractivo para la inversión extranjera directa, en especial la productiva, o competitividad sistémica, como ahora se dice.
Por si faltara, su producción de crudo se pasma y la exploración languidece, mientras la insaciable disputa por sus excedentes, tan bien orquestada por Hacienda y su vocación maicera, redunda en un irracional endeudamiento de Pemex, el entorpecimiento persistente de la exploración y el letargo de decisivos proyectos de inversión y expansión de la industria.
Según Templo Mayor del viernes (Reforma, 11/07/08) Calderón no es optimista con su reforma petrolera, pero “ la opción de que el Congreso elabore una versión deslactosada, pasteurizada y light de su iniciativa nomás no le interesa”. Esperemos que pronto podamos saber qué es lo que en verdad le interesa.
Por lo pronto, la seguridad pública se nos aparece a diario como espectro maligno y la cuenta de las bajas ensordece, enceguece y aplasta. Lo malo es que las fuerzas desplegadas contra el crimen organizado dan señales inequívocas de agotamiento y poca disposición a adoptar formas de conducta acordes con el credo de los derechos humanos, que articula, o debería articular, nuestros demás credos: democracia, pluralismo, modernización, hasta cosmopolitismo.
No dicen otra cosa las ocho recomendaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos al Ejército nacional y la ejemplar lección de rigor republicano que impartieran en días pasados la Comisión de Derechos Humanos del DF y su presidente, Emilio Álvarez Icaza. La inseguridad es estructural y los errores y despropósitos de fuerzas y mandos sólo ilustran, a un alto costo sin duda, la profundidad del pozo en que el país todo está metido.
Con todo y su gravedad, ahora hay que sumar, antes de que empiece la resta que traerá consigo una corrosión institucional, que sin más puede llevarnos a un auténtica primera crisis de la democracia apenas estrenada, como lo propuso en estos días en el CIDE el estudioso de la Universidad Duke, Guillermo Trejo.
Son palabras y previsiones mayores, pero no debemos desestimarlas. Si sumamos otros renglones básicos de la vida social a la (in)seguridad pública, obtenemos un panorama ominoso que el país debe atender cuanto antes: alimentos y abasto caro y difícil, abandono y criminalización de la juventud, poco y mal empleo y, en el horizonte que se acerca inclemente, cambio climático, rodean la mediocridad del crecimiento y ponen la cuestión energética en su justa y doble dimensión de urgencia y emergencia, con la que el gobierno no debería jugar como si fuera matatena.
No hay duda de que afrontar este escenario, cercano a las visiones que poblaron el ambiente político y cultural entre las dos grandes guerras del siglo XX, requiere de dosis mayores de ingenio y voluntad de acuerdo. De sensibilidad genuina ante la desigualdad y sus principales víctimas y de destrezas y valor para dejar la política del tru tru que reinventa al Súper Agente 86 por falta de agenda.
Llegó la Nao, pero su carga fue ligera. Hay que viajar, qué duda cabe, pero sin caer en la ilusión de que así se alejan los problemas o se pueden posponer las decisiones.