Usted está aquí: jueves 10 de julio de 2008 Opinión La mutilación y el encierro

Margo Glantz

La mutilación y el encierro

El nombre de Louise Bourgeois me recuerda una línea de cosméticos francesa, el lápiz de labios Rojo Bourjois: pocas mujeres en la historia de las artes plásticas han entendido tan perfectamente el estrecho mundo femenino: de esta artista admiré una retrospectiva en París. Louise es doméstica, cotidiana: escultora, pintora, dibujante, tejedora, instaladora; ha atravesado el siglo XX y lo ha sobrevivido, airosa, capaz de transformar en arte su claustrofóbico entorno familiar, sin ningún estruendo, con un lápiz de labios en la mano, la cabellera larga y bien peinada y rodeada de objetos cotidianos.

Nació en París en 1911. Al cumplir ocho años, su familia se instaló al lado de su próspera empresa de tapicería, definitiva en su vida y donde empezará a dibujar a los 10 años. En 1922, una institutriz de 17 años llamada Sadie Gordon Richmont se convierte en la amante de su padre: permanecerá 10 años, mismos que Louise dedicará a cuidar a su madre de un enfisema pulmonar, colocándole ventosas de vidrio en la espalda, otro elemento recurrente en sus obras, así como las sillas colgadas del techo, víctimas propiciatorias y las jaulas que la persiguen toda la vida.

En 1932 muere su madre y Louise trata de suicidarse tirándose al río Bièvre, pero su padre la salva. Se inscribe en la Escuela de Louvre y en 1938 abre una galería donde conoce a Roberto Goldwater, crítico de arte estadunidense, con quien se casa para instalarse definitivamente en Nueva York. En 1941 empieza a construir en el techo de su departamento en Brooklyn su serie de esculturas de madera llamada Personajes.

Su primera exposición personal tiene lugar en 1945; empieza a exhibir en galerías prestigiadas y una de sus obras es adquirida por el MoMA de Nueva York. En 1951 muere su padre y en 1955 se vuelve ciudadana estadunidense. En los años 60 experimenta con hule, látex, caucho; trabaja esculturas en mármol y en bronce en su taller en Pietrasanta, Italia, adonde va regularmente hasta 1972 y se implica en proyectos políticos y feministas.

En 1973 el MoMA de París adquiere una escultura en mármol. Ese año se compra un taller en Brooklyn para trabajar mejor; en 1982, la primera retrospectiva de la artista, primera mujer en el MoMA de Nueva York y, por fin, de 1985 a 2000, exposiciones internacionales.

La serie de escrituras intitulada La mujer-casa surge de su autobiografía: “Esta mujer se muestra justo cuando cree esconderse –explica Louise–. La identidad femenina es absorbida y oscurecida por el reino doméstico que nutre y soporta al mismo tiempo”. La asociación entre lo doméstico y la genitalidad produce una sensación de rechazo y de fascinación, presente en La destrucción del Padre, quien, como en los viejos festines míticos, es devorado por los integrantes de su familia: piezas instaladas en una gruta iluminada de color rojo sangre. “Es una pieza muy claustrofóbica –dice la artista–, no ofrece ninguna escapatoria”.

Otra escultura es Pareja IV, exhibida a la manera de los gabinetes de curiosidades: dos cuerpos descabezados hacen el amor; construidos con cuero, tela, acero y plástico, muy inquietante resulta que la pierna visible de la mujer sea una prótesis antigua casi hasta la cadera y sujetada con cordones de botas victorianas. Famosas sus arañas reproducidas en todos los medios a su alcance, sobresalen las colocadas a la entrada de los museos como la que preside la del Guggenheim de Bilbao, a la vez una vista marina de la ciudad. Una pieza hecha de látex con hileras verticales de senos recuerda a las divinidades grecorromanas de la fecundidad reproducidas en fuentes de jardines renacentistas de cuyos pezones brota agua. En caucho, una mujer sentada con las piernas abiertas, medias negras a medio muslo convertidas en patas de una silla o animal, cuerpo deforme y mutilado.

La vitalidad proliferante de esta mujer es asombrosa: su obra me persigue ahora que, después de haberme roto el brazo derecho, inmovilizado, parezco una escultura de Louise Bourgeois.

 
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