Número 144 | Jueves 3 de julio de 2008 Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER Directora general: CARMEN LIRA SAADE Director: Alejandro Brito Lemus |
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El subterráneo porno nacional |
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Con una producción aún magra pero
ascendente, México produce videos
pornográficos que se exportan a Japón y otras
naciones. Un negocio subterráneo, misterioso
y silenciado por el moralismo. En esta crónica
nos acercamos a las formas en que operan
esta industria y sus participantes.
Las imágenes sexuales explícitas son parte de la cultura urbana. La estética pornográfica se ha impuesto y constituye un lucrativo negocio —Estados Unidos es el campeón en la materia, con una industria que genera más de cinco mil millones de dólares anuales—, mientras que la simplificación tecnológica (descargas masivas de pornografía en Internet) y la cada vez más amplia y accesible oferta comercial (proliferación de sex shops y la siempre ubicua piratería) garantizan un fuerte impacto cultural. El moralismo se encloseta a la hora de acercarse al puesto de películas que garantizará hora y media de hedonismo estereotipado y mitología lúbrica. Pero además del consumo masificado de pornografía, México comienza a despuntar en la producción propia de material sexual explícito. Una incipiente industria, subterránea en su mayoría —entre 2005 y 2006 apenas se registraron ante la Secretaría de Gobernación tres películas mexicanas de estas características—, que busca cubrir la demanda internacional. Así como a los mexicanos les deleita ver a rubios voluptuosos, en Oriente y Europa el sexo entre protagonistas latinos es de gran atractivo. En las ferias de pornografía de Estados Unidos, Japón e Italia comienzan a ser visibles las cintas mexicanas. “Japón es nuestro principal consumidor. Los japoneses disfrutan mucho el ver a las mujeres latinas teniendo relaciones sexuales”, cuenta Germán, productor mexicano de películas de sexo explícito. “Pero en realidad las mejores películas se hacen en Estados Unidos y en Italia, a esos sí que nadie les gana”. Todos pueden ser pornógrafos Lo primero es tener un guión, luego conseguir una locación. “De preferencia buscamos casas en provincia”, cuenta Germán. “México es contradictorio, hay una ley federal que te permite exhibir tu película abiertamente, pero te prohíben filmarla. Si te descubren puedes terminar en la cárcel, por eso lo hacemos con mucho cuidado”. Custodiados por guardias que cercan el set elegido, se inicia la grabación —que cuesta entre 150 y 300 mil pesos. “No te vuelves rico haciendo esto”, asegura Germán, “pero si sacas tu dinero, sobre todo cuando vendes los derechos de la película al extranjero”. La producción puede prolongarse por un fin de semana o un poco más. El ambiente es el de cualquier filmación, salvo por uno que otro actor que gusta de pasearse desnudo por el set. “Muchos no tienen inhibiciones, pero a otros, principalmente a las mujeres, sí les da mucha pena, pero ya se relajan cuando iniciamos la filmación”. Por favor, que nadie se entere Para Natalia, joven estudiante universitaria de la ciudad de México, tampoco tiene sentido decir abiertamente que participa en películas explícitas. Además de que el riesgo de ser descubierta no es alto. Natalia está lejos del prototipo de la actriz porno: morena, delgada, mochila al hombro, jeans ajustados y una camisa. “Es mejor tener una personalidad oculta”, dice. “Todo empezó por ganar un dinero extra y después se convirtió en una gran afición, pero no quiere decir que no haga lo que hacen otros muchachos de mi edad”. El casting es siempre complicado para los productores, en especial con las mujeres. Puede hacerse a través de agencias, pero sobre todo por medio de amigos. “Trato de buscar chavitas bien, chavitas lindas que les guste todo este rollo. Hay estudiantes, profesionistas, de todo”, cuenta Germán. “Es más sencillo que los hombres se avienten a hacerlo que una mujer, las mujeres son más pudorosas, pero sí lo hacen, en el caso de los hombres hasta los camarógrafos muchas veces a la hora de la filmación se avientan a participar en la película”. Para la mayoría todo empieza por diversión o por ganar un dinero extra (el pago ronda entre 250 o 300 dólares el día para cada actor o actriz). La profesionalización todavía está lejos, si se considera que las producciones no son muchas. “El dinero me ayuda a comprarme algunas cosa, también para pagar parte de mis estudios”, cuenta Natalia. Los que han repetido la experiencia no se acercan a la fama, por el contrario se exponen más a ser descubiertos. “Un día mi esposa se enteró”, cuenta Joaquín, quien participó en películas pornográficas hace algunos años y actualmente es actor de televisión. “Quería divorciarse, pero le dije que eso es lo que yo era y pues ya lo está aceptando”. Juan, por su lado, asegura: “Es mejor que nadie sepa nada, la gente no está abierta a ese tipo de cosas y pues puede afectar tu carrera o hasta las relaciones que tienes con la gente”. Maquillaje y Viagra, condones lejos Los condones no suelen formar parte de la fantasía, lo que
implica riesgos importantes para la salud sexual. Para cubrirse
de este y otros posibles problemas legales, los productores
ponen frente a sus actores y actrices contratos que al mismo
tiempo son advertencias sobre los “riesgos laborales” que
enfrentarán. Entre otras cosas, los contratos estipulan que:
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