Usted está aquí: martes 20 de mayo de 2008 Opinión 61 Festival Internacional de Cine de Cannes. Cineastas que cumplen a tiempo, mientras otros llegan tarde

Leonardo García Tsao
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61 Festival Internacional de Cine de Cannes. Cineastas que cumplen a tiempo, mientras otros llegan tarde

Cannes, 19 de mayo. En las tres ocasiones anteriores en que los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne han competido en Cannes lograron llevarse algún premio importante, incluyendo un par de Palmas de Oro. Sería curioso que los primeros realizadores en romper el récord y conseguir tres provengan de Bélgica, que no es una potencia cinematográfica ni mucho menos.

Le silence de Lorna (El silencio de Lorna) es una suerte de decantación de los personajes y situaciones de su obra previa. El personaje epónimo es una joven albanesa que, a instancias de un mafioso, se ha casado con un heroinómano (Jérémie Renier) para conseguir la ciudadanía belga. El plan es matar al joven con una sobredosis a fin de que ella pueda casarse después con un ruso, dispuesto a pagar miles de euros por el engaño. Sin embargo, los sentimientos que Lorna desarrolla por su falso esposo van a romper el esquema.

Los Dardenne filman el dilema de su personaje con el realismo compasivo que los caracteriza. En esta ocasión han sustituido el recurso de la cámara en mano, que daba a su cine una vertiginosa movilidad, por una perspectiva más reposada; y sus resoluciones habitualmente optimistas han cambiado a un final más ambiguo. Lorna es una de sus protagonistas más emotivas, gracias a la interpretación de Arta Dobroshi (oriunda de Kosovo), que evoca la misma honestidad voluntariosa de Emilie Dequenne en Rosetta (1999). Aun así, no deja de sentirse que los directores han escamoteado, en nombre de la desdramatización, un momento clave del relato; la elipsis es tan brusca que uno llega a sospechar que el cácaro se ha brincado un rollo.

Contra la costumbre, hasta el momento no se ha podido ver el segundo título en competencia. Por vez primera en la historia del festival, Two Lovers (Dos amantes), del estadunidense James Gray, no se exhibirá a la prensa hasta las 10 de la noche, a la misma hora en que se llevará a cabo su función de gala en la Sala Lumière. Eso obedece a la maña de programar películas que aún no están terminadas. Varios cineastas –entre ellos Walter Salles y Clint Eastwood– han llegado a Cannes barriéndose en safe, con apenas primeros cortes de sus obras. Y todavía faltan otros que han sido sometidos a prisas similares.

Gray goza de una inexplicable predilección de los programadores de Cannes, y en dos ocasiones anteriores ha estado en concurso con fallidos thrillers sobre la mafia rusa. Vamos a ver si en esta ocasión corresponde a la preferencia con algo de mayor calidad.

En su horario, se proyectó fuera de concurso Of Time and City (Del tiempo y la ciudad), documental en que el británico Terence Davies hace una agridulce elegía a Liverpool, su ciudad natal. Alternando las tomas de archivo con material filmado por él, Davies expresa su nostalgia por la inocencia de los tiempos de infancia (como lo hizo en The Long Day Closes), pero también su irreverencia hacia las instituciones inglesas –la Iglesia católica, a monarquía– y disgusto con el deterioro de la arquitectura misma de la ciudad. El problema es que la narración, de por sí maliciosa, es hecha por el propio realizador, quien carece de las tablas de un profesional y pronuncia sus ironías con el tono forzado de quien teme que pasen inadvertidas.

Mañana martes será el día más importante del cine mexicano en esta edición de Cannes. No sólo se llevará a cabo el estreno mundial de Los bastardos, segundo largometraje de Amat Escalante, en la sección Una Cierta Mirada, sino también se exhibirán el corto Peces plátano, de Natalia Beristain Egurrola, y el documental Mi vida dentro, de Lucía Gajá. Ambos fueron premiados en el pasado festival de Morelia y ahora se proyectan dentro de la Semana Internacional de la Crítica, debido al intercambio entre ambos festivales.

 
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