■ Con un espectáculo de casi 3 horas concluye festejo del Día Mundial Contra la Homofobia
Mariela Castro ofrece trabajar en favor del respeto a la diversidad sexual en Cuba
Ampliar la imagen Mairela Castro, hija del presidente cubano Raúl Castro y directora del Centro Nacional de Educación Sexual, saluda a una drag queen durante un espectáculo el pasado sábado en La Habana para festejar el Día Mundial Contra la Homofobia Foto: Reuters
La Habana, 18 de mayo. En la estrecha salida del teatro alguien dice: “Se acabó su día, muchachitos, preparen el carnet”.
La carcajada retumba en el pasillo repleto. Es casi la medianoche del sábado 17 de mayo y se ha celebrado con respaldo oficial el Día Mundial Contra la Homofobia. Pero el día y los actos se acaban y el chiste atiza una de las más extendidas quejas de los gays, travestis y transexuales cubanos: la de que son frecuentemente frenados en la vía pública por un policía, que sin motivo aparente, sólo por el aspecto, les exige mostrar su carnet de identidad, para verificar que el ciudadano resida en esa ciudad, y consultar por radio si es requerido por alguna falta o tiene antecedentes penales.
No hay duda de que ha desaparecido en Cuba la represión oficial a la homosexualidad, pero queda claro que sigue vivo un ambiente hostil. En el debate matutino, pieza principal de la jornada, las mayores protestas apuntan a la discriminación en lugares públicos.
Alberto Roque, del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), cita, por ejemplo, que hay lugares de espectáculos donde sólo se admite la entrada en pareja. Por supuesto, hombre y mujer. O la gerencia se “reserva el derecho de admisión”, con un sesgo homofóbico. Y en la calle “se requiere de una mejor educación e instrucción de la policía en temas relacionados con la diversidad sexual”. Su frase comedida crece narrativamente cuando el auditorio ruge y descarga un aplauso atronador.
Más explícitamente, y desde el público, el empleado de comercio Carlos González relata una historia muy conocida por la concurrencia: “Si estamos en el malecón, nos dividen. Los ‘normales’ para un lado, los gays para el otro”. Mariela Castro, hija del presidente Raúl Castro, directora del Cenesex y motor de esta movilización, dice que la policía, como parte de la población cubana, no está preparada para cumplir su tarea con respeto a la diversidad sexual. “Por eso es que estamos aquí”.
Mariela cuenta que desde hace cuatro años su equipo participa en seminarios con mandos y efectivos policiales, para revisar en detalle qué dice la ley, atender los relatos y dudas de la autoridad y precisar cuál debiera ser un trato correcto para quienes tienen opciones sexuales diversas. “Lo más importante”, subraya, “es que están en la mejor disposición de recibir nuestra colaboración educativa. Este año vamos a trabajar más fuertemente”.
El Cenesex tiene una oficina de defensa jurídica, pero su plan busca llegar a centros neurálgicos donde se sigue construyendo el imaginario homofóbico, como la familia y las autoridades educativas. El fin de semana logró que el mensaje se diseminara en los medios informativos y en el corazón de la capital, sede principal de la jornada.
En el debate Félix Pedro López, artista plástico, pide un lugar, aunque sea fuera de la ciudad, donde los homosexuales puedan reunirse tranquilamente, tomar una copa sin que nadie los moleste y “donde aprendamos a convivir entre nosotros”. Mariela rechaza la idea de algo parecido a un ghetto, así como la celebración de marchas como las del “orgullo gay”, pero alienta la opción de crear espacios físicos “para que los encuentros amorosos no sean tan difíciles”.
Félix cuenta luego a La Jornada su experiencia como veterano de la comunidad gay. Con 40 años, pertenece a una generación que vivió la represión abierta a finales de los ochenta, el vuelco que trajo la crisis de los noventa y ahora el impacto de la campaña del Cenesex. Su vistazo retrospectivo es que “en este país andamos por rachas. Hubo un momento en que era realmente insoportable. Llegaba la policía a levantarte de donde estuvieras, sin que hubieras cometido ningún delito. Ibas para otro lado y resulta que tampoco podías estar ahí”.
En esta década cree que han seguido las temporadas buenas y las malas, aunque ahora la curva está subiendo. “Ojalá sea por mucho tiempo. Una generación como la mía lleva muchos años esperando un momento como este. Por eso estoy de verdad eufórico. La sociedad nuestra era completamente antigay. Ahora estamos tratando de que al menos se nos acepte como el ser humano que somos, parte de esta sociedad, hijos de las madres de esta revolución”.
Por la noche las señales animan ese optimismo, porque la jornada no termina en un lugar cualquiera. El viejo Teatro Astral de los cuarenta, cerrado por ruinoso tras la crisis de los noventa, pero reinaugurado y reservado hace ocho años para ceremonias emblemáticas de la política social, ahora se abre a un espectáculo de travestis, con un telón de fondo luminoso que representa a la bandera cubana.
La comunidad gay repleta los dos pisos del coliseo y vuelve a rugir cuando salen figuras conocidas. Son estrellas de un circuito subterráneo del transformismo, que hace casi dos décadas ha tomado la plaza de Santa Clara, a través del teatro-bar El Menjunje y que se desenvuelve en La Habana en fiestas y restaurantes privados. No es su primer festival abierto, pero sí el primero con el explícito respaldo oficial.
El espectáculo es una catarsis de casi tres horas. A la salida, el chiste del carnet aviva la duda que muchos ahí quisieran despejar.