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Corredores Biológicos y Desarrollo Rural
Rafael Obregón Viloria Para sobrevivir, reproducirse y m antenerse saludables, los seres vivos requieren alimentos y condiciones naturales que lo permitan. Las necesidades de plantas y animales varían de acuerdo con cada especie: pueden observarse poblaciones distribuidas ampliamente mientras otras sólo están en sitios específicos; asimismo, existen especies con gran capacidad de adaptación y otras que sólo sobreviven en condiciones muy particulares; también hay especies con poblaciones numerosas en cualquier lugar donde se encuentren y otras cuyas poblaciones son pequeñas. Cuando el hombre interviene en los ecosistemas naturales con la agricultura, ganadería, silvicultura, caza y urbanización, destruye o fragmenta el hábitat natural de millones de seres vivos. Y si sumamos la sobreexplotación comercial, podemos explicar la critica situación de animales como cocodrilos, manatíes, patos, gansos, lobos, osos, tapires, jaguares, pumas, monos araña, monos aulladores (saraguatos), así como diversas aves y plantas, como el palo fierro, el pino piñonero, orquídeas, cactáceas, pequeñas palmas y muchísimas otras. Todas otrora abundantes en México y hoy en peligro de extinguirse. En nuestro país se ha desarrollado el Sistema de Áreas Naturales Protegidas para garantizar la conservación de territorios de importancia biológica. Por medio de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), hoy el gobierno federal administra 164 áreas naturales, con más de 23 millones 96 mil 877 hectáreas . Están también las áreas naturales protegidas estatales y municipales, las unidades de manejo de la vida silvestre, los programas de manejo forestal comunitario que desarrollan ejidos y comunidades, y reglamentos locales para proteger tierras aún conservadas. Ausencia de conectividad. Estas formas de conservación se distribuyen a lo largo y ancho del país, y generan una suerte de islas protegidas en territorios que antes pudieron pertenecer al mismo ecosistema, pero que, ante la fragmentación en la cubierta vegetal y el deterioro de agua y suelo, actualmente no presentan ninguna o tienen escasa conectividad. Es cierto que para varias especies resultan importantes las áreas protegidas en donde “pedazos” de su hábitat original se encuentran conservados, pero en muchos casos la superficie protegida resulta insuficiente para garantizar su desarrollo. Un ejemplo clásico es el jaguar; cada felino necesita entre 25 y 30 kilómetros cuadrados para obtener su alimento, de manera que una población viable de jaguares requiere una superficie mucho mayor. Asociados a la disponibilidad de alimentos, hay factores que justifican la necesidad de conectar hábitat o fragmentos de ecosistemas hoy aislados. Destacan: primero, el hecho de que mientras más grandes sean las poblaciones, de cualquier especie, es mayor la posibilidad de que haya machos y hembras suficientes para garantizar su reproducción; segundo, cuando una población queda confinada, hay más cruzamientos entre “parientes”, lo que aumenta la probabilidad de la “deriva” genética, esto es, los riesgos de defectos genéticos, y tercero, las poblaciones establecidas en islas son más vulnerables a los eventos naturales extraordinarios, como enfermedades, sequías, inundaciones y huracanes, y a los desastres provocados por el hombre, como la mayoría de los incendios. Así, suena bastante lógico que en México se consolide como política nacional el fomento de corredores biológicos que aseguren la conectividad entre los fragmentos de ecosistemas actualmente conservados. Desde 2001 la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) opera el proyecto Corredor Biológico Mesoamericano-México (CBM-M) en Chiapas, Quintana Roo, Campeche y Yucatán, el cual forma parte de un esfuerzo regional por incorporar este tema en las agendas públicas de México y los países centroamericanos. El interés de este proyecto es unir los ecosistemas de Norteamérica con los de Sudamérica vía el Istmo Centroamericano, con la conexión de ecosistemas naturales y poco alterados, así como áreas con uso sustentable de los recursos naturales. Modificar sustentablemente la producción. La principal dificultad de consolidación del CBM-M consiste en que su universo de atención son zonas habitadas y fragmentadas por producción primaria, caracterizadas por: a) actividades agropecuarias comerciales y extensivas que contaminan suelo y agua por agroquímicos, degradan y erosionan los suelos, ocasionan incendios al utilizar el fuego como principal herramienta y provocan el cambio de uso del suelo en terrenos forestales; b) escasos aprovechamientos forestales regularizados por lo que prevalece la tala y caza furtiva; c) la presencia de miles de comunidades rurales dispersas, campesinas e indígenas en su mayoría, empobrecidas y carentes de servicios básicos, y d) la carencia de opciones productivas que aprovechen sustentablemente la biodiversidad como capital natural no renovable pero fundamental para el desarrollo con calidad de vida. Por esto, conectar fragmentos con recursos biológicos aún conservados depende de la transformación sustentable de las actuales actividades. Se requiere que municipios, ejidos y comunidades propicien el aprovechamiento de recursos naturales y rompan con la premisa de que la conservación de la biodiversidad es un obstáculo para el desarrollo económico y social. Es necesario construir para ello políticas públicas coherentes, y corregir los efectos negativos de programas agropecuarios y forestales contradictorios entre ellos y con la conservación biológica, mismos que históricamente han contribuido a la pérdida de selvas y bosques en el país.
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