Aire fresco en la Academia Mexicana de Ciencias
Como ocurre cada dos años, se realizó el cambio en el consejo directivo de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC). Pero esta vez ocurrió algo distinto, pues, por primera ocasión en los 49 años de vida de esta organización científica, una mujer, la doctora Rosaura Ruiz, ocupa la presidencia.
Este hecho por sí mismo habla del inicio de una nueva era en la que es, sin duda, la más importante organización científica de México. Se expresa con este cambio no solamente la madurez alcanzada por este sector, como reconoció atinadamente el presidente saliente, Juan Pedro Laclette, sino además muestra la presencia creciente de las mujeres en la educación superior y la investigación y cómo, paulatinamente, se van derrumbando los obstáculos para su participación en los niveles de dirección que tradicionalmente les han estado vedados.
Pero además de este aspecto, que seguramente merecerá la atención de los estudios en estos temas, a mí me llamó la atención –pues tuve la oportunidad de asistir a esta ceremonia– la seguridad de los planteamientos de la nueva dirigente, su conocimiento de la realidad científica del país y la existencia de un programa de trabajo que pone el énfasis, además de en la necesidad de pugnar por el fortalecimiento del sistema científico nacional, en la responsabilidad de la ciencia ante la sociedad.
Hay mucha fuerza en los planteamientos de la presidenta de la AMC y una sonrisa que es una mezcla de vitalidad y certeza. En su mensaje no eludió ningún tema complejo. Tomo sólo algunos ejemplos de su intervención.
Dos temas cruciales, como el gasto en ciencia y tecnología y los estímulos fiscales a las empresas, se los plantea como tareas que deben emprenderse de manera conjunta entre las instituciones de investigación y los organismos gubernamentales como el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). En el primer caso, basándose en ideas realistas que permitan alcanzar de manera paulatina y consistente el uno por ciento del PIB en 2012. En el segundo caso evaluando, también de manera coordinada, los beneficios del programa de subsidios al sector privado.
Otro tema central es el propósito de articular el proyecto económico y social del país con un desarrollo científico y tecnológico propio, que sea capaz de dar respuesta a problemas críticos, como el energético, que ahora se discute, pero también de anticipar situaciones de emergencia social en áreas como la salud, la alimentación o los problemas ambientales.
En su mensaje Rosaura Ruiz señaló: “El tránsito hacia el fin de la primera década del siglo XXI obliga a reconocer el impacto que la ciencia mexicana puede tener en la solución de problemas de todo orden. Pero también exige plantear las tareas necesarias para contribuir a la consolidación de una nación democrática en la que se asegure el acceso universal a los beneficios de una economía basada en el conocimiento y capaz de distribuir mejor su riqueza”.
En síntesis, el planteamiento de la presidenta de la AMC consiste en asegurar el fortalecimiento de la investigación científica y tecnológica del país y que ésta pueda estar ligada al desarrollo económico y social de México.
Su pensamiento es acorde con el papel que en este momento debe desempeñar la AMC en nuestro país. De seguro será vista con desconfianza dentro de un sector con visión medrosa o conservadora, pero cuenta con todos los elementos para propiciar el avance de la ciencia y del país.
La presencia de gran número de científicos y académicos en la ceremonia en la que Rosaura Ruiz tomó posesión, y el respaldo que le expresaron, permiten pensar en una comunidad científica unida, dispuesta a experimentar el cambio en un momento de definiciones, ante el que la postura de la presidenta de la academia representa un viento fresco y una esperanza para la ciencia y para México.