Desde Otras Ciudades

Fallido experimento en Moscú

Moscú. A la hora de justificar el multimillonario gasto, altos funcionarios de la alcaldía de la capital de Rusia no escatimaron elogios para vender la idea de que el monorriel era un paso adelante en el sistema de transporte urbano, casi la solución al problema de la desquiciante congestión vehicular, incluso mejor que el Metro o el tren ligero.

Pero tres años y medio después de que comenzó a ofrecerse este peculiar servicio de tren sobre viga a unos siete metros de altura, en un trayecto de apenas cuatro kilómetros y 700 metros, dividido en seis estaciones, la penosa realidad obligó a las autoridades a reconocer que el monorriel resultó un “fallido experimento”.

Seguirán circulando los ocho trenes, cada uno de seis vagones, que casi siempre van desiertos, más como atracción turística o variante de paseo dominical para familias, aunque ya no se le considera aquí de modo oficial alternativa a los sistemas de transporte colectivo que mueven millones de pasajeros por día.

A pesar de ello, el cabildeo se intensifica en favor de abrir nuevas rutas de monorriel, pero “sólo ahí donde no pueda llegar el Metro o el tren ligero”, argumentan los promotores del cuestionado servicio.

La obstinación, al parecer, se debe a que la construcción de cada kilómetro del monorriel tuvo un costo de 47 millones de dólares, un total de más de 220 millones de dólares para menos de cinco mil metros, y la obra completa –como era de suponer– se financió con los impuestos de los moscovitas.

Un excelente negocio, para algunos. Casualmente, los mismos que endosan a los contribuyentes las pérdidas de otro negocio, esta vez pésimo, como es un monorriel que ahora traslada un máximo de tres mil curiosos por día.

Juan Pablo Duch, corresponsal