■ Escribo música honesta, sincera y sencilla, que me refleje y refleje a los demás, aclara
Tocar afinado, perfecto, no me parece humano, afirma Bregovic
■ “Tener libertad en una sinfónica es imposible, porque todos leen la misma partitura”
■ Anoche el Teatro de la Ciudad se cimbró con el artista bosnio y su Orquesta de Bodas y Funerales
Ampliar la imagen El músico Goran Bregovic, ayer, durante la entrevista con La Jornada Foto: Víctor Camacho
Goran Bregovic en entrevista: “Yo sé que mi papel en este mundo no es tan importante como el de un cirujano que hace operaciones a corazón abierto. Yo nada más hago música. Porque la música no es para muchos algo tan importante como la comida y el sexo. Para muchos la música es inútil. Para mí, no. Tampoco para mucha gente. Porque la música nos hace muy felices. Nos recuerda que somos personas libres”.
Anoche el Teatro de la Ciudad se cimbró con la potencia tímbrica, el furor orgiástico y el encanto irresistible de su Orquesta de Bodas y Funerales, como uno de los episodios mayores del Festival de México en el Centro Histórico.
Antes del concierto, el músico balcánico concedió una extensa entrevista a La Jornada de la cual presentamos un fragmento.
–De un tiempo reciente a la fecha usted es tratado como un pop star sin serlo y la prensa del corazón lo merodea, ¿conviene a un músico serio que lo doten de esas armas para alargar su discurso?
–Mi música está pensada para oídos inteligentes. Es una música para adultos. Pueden ser jóvenes, pero gente madura (grown up people). Mi público posee un apetito voraz de curiosidad. No es aquel que sólo come televisión. Son escuchas atentos al sonido de lo contemporáneo, del buen jazz, de la autenticidad étnica. De la música inteligente.
“Y bueno, si necesitan presentarme como un pop star ni modo, las cosas funcionan así y yo no las puedo cambiar. Lo que tampoco cambio en consecuencia es mi comportamiento como músico: me divierto haciendo música libre y nadie me pide que me comporte como un pop star y haga lo que hacen las estrellitas de la televisión. Yo no, eso no me divertiría tanto como ser un músico conectado con la gente.”
El primer lenguaje humano
“Lo que sí soy –prosigue Bregovic– es un músico contemporáneo, con la ambición de vivir a plenitud lo que es verdaderamente la contemporaneidad. Me explico: cuando en la universidad pusimos en escena un texto de Goethe tuve un atisbo de lo que significa contemporaneidad, porque nuestro maestro de arte dramático se comportaba perfectamente como un ser contemporáneo, es decir que nos dio a leer el Fausto, y en la noche nos fuimos con unas chavas a bailar y a tomar y a la mañana siguiente continuamos estudiando a Goethe pero con la conciencia de que habíamos estado con él toda la noche y él también, luego de la fiesta, a la mañana siguiente se sentó a seguir escribiendo Fausto.
“Ese es un puente perfecto de lo contemporáneo. Yo soy hoy en el mundo moderno con toda la cultura existente a mi alcance y mi manera de ser contemporáneo es escribir una música honesta, sincera, sencilla que me refleje y refleje a mis contemporáneos.
“Una música que soy yo porque en música nadie puede mentir. Estamos hablando del primer lenguaje humano: la música. Así que hacer música hoy es ser contemporáneo y ser auténtico, de tal manera que no puedo pretender aparecerme como un bluesman o un mariachi, aunque quiera y me gustaría ser blusista o mariachi, pero la música que hago es distinta y ésa es la mejor definición de lo que hago: mi música es diferente de la que hacen otros compositores. Es música contemporánea y la muestro dando vueltas por el mundo. Ejerzo así mi contemporaneidad.”
Tocar con libertad
–¿Cómo establece usted el balance de los elementos que conforman su contemporaneidad, es decir qué tanto pesan y en qué momento sus raíces culturales o bien sus acercamientos a otras fuentes sonoras, como la música sinfónica por ejemplo?
–Mi primera gira fue de hecho con una orquesta sinfónica. Doscientos músicos en escena en Suecia. A las primeras de cambio dije: no me gusta estar en orquesta, no me siento cómodo, lo mío es una orquestita portátil, una bola de músicos locos que siempre están en movimiento. Pero más que nada que no me resulta honesto eso de tocar afinado. No me parece humano eso de tocar perfecto. Prefiero una orquesta que toque ligeramente fuera de tono. Si me escucha un director de orquesta en este momento me mata. Pero es que eso de no desafinar no me suena humano. Para ser músico necesita uno estar un poco loco, es decir: tener la capacidad de conectarse en ciertas frecuencias cerebrales que conducen a la libertad.
“Por eso llené de metales a mi orquesta y cambié el coro: en lugar de las mujeres católicas puse a voces búlgaras. Entonces, si conservo una estructura sinfónico-vocal es porque ya le cambié toda la idea al asunto para poder tocar en libertad.
“Eso de tocar en libertad es imposible en una orquesta sinfónica porque todos tienen que estar leyendo la misma partitura. Nosotros no. Nosotros somos libres. Podemos tomar alcohol y hacer música al mismo tiempo inclusive, cosa imposible en una sinfónica. Porque tomar alcohol, bailar, hacer música, hacer el amor, estar alegre, ser feliz, ser libre, son la misma cosa.”
–¿Es usted consciente todo el tiempo de esgrimir un arma poderosa, la ironía?
–Hay que ver de dónde vengo. Porque si usted habla con un artista, digámoslo así, “del mundo occidental”, lo escuchará decir grandes frases como “voy a cambiar el mundo” y esa clase de pomposidades. Nosotros no. Provenimos de una parte del mundo donde las cosas importantes no son tan obvias. Yo vengo de una cultura pequeña. A diferencia de ustedes en México que tienen siglos de historia cultural. Lo interesante es observar de qué manera nuestras culturas pequeñas empiezan a influir sobre las que eran las culturas dominantes y estoy hablando de la “cultura occidental” que se supone esgrime el poder de una manera obvia. Eso proporciona confianza en uno mismo.
“No sé que quede de mi música en la gente, lo que sí sé es que la paso bien con la gente haciendo música. Me gusta que me inviten a una boda y llevo a mis músicos y me pongo mi ropa de boda y tomamos alcohol y bailamos y reímos y hacemos el amor y somos felices. Porque somos libres. Yo sé que mi papel en este mundo no es tan importante como el de un cirujano que hace operaciones a corazón abierto. Yo nada más hago música. Porque la música no es para muchos algo tan importante como la comida y el sexo. Para muchos la música es inútil. Para mí no. Tampoco para mucha gente. Porque la música nos hace muy felices. Nos recuerda que somos personas libres.”