|
||||
¡Tierra y libertad!, ¿lema zapatista?
Ricardo Flores Magón y Emiliano Zapata son las ovejas negras de la Revolución de 1910, y por eso sus movimientos confluyen. Que en los primeros años del siglo pasado los animadores del Partido Liberal Mexicano (PLM) redactores del periódico Regeneración y los hombres de Anenecuilco, con Emiliano Zapata a la cabeza, hayan puesto sus asuntos en manos del mismo abogado, Pancho Serralde, testimonia la convergencia tendencial de sus trayectorias políticas, pues unos y otros recorrieron, a su manera, el camino que va del agotamiento de las vías legales a la “acción directa”. El segundo momento en que se cruzan los caminos de magonistas y zapatistas (como terminarían por ser reconocidos) fue a principios de 1906, cuando Regeneración denuncia la desaparición y asesinato de Jovito Serrano por órdenes de las autoridades porfirianas y dueños de la hacienda de Atlihuayán, misma que por entonces avanzaba sus cercas devorando los terrenos y el ganado de Yautepec. Y es que el tal Jovito, aunque los Flores Magón no lo supieran, era quien había iniciado al joven Emiliano en los vericuetos de la gestión legal de las reivindicaciones de los pueblos. En septiembre de 1910 los de Anenecuilco fueron impedidos de sembrar por la Hacienda del Hospital, que además rechazó cualquier arreglo negociado, y fue entonces cuando Zapata dio un paso sin retorno: repartió las tierras entre su gente y la organizó para defender los sembradíos. Por esos mismos días, a miles de kilómetros, exiliado en Los Ángeles, California, Ricardo Flores Magón escribía: “Esclavos, empuñad el Winchester. Trabajad la tierra cuando hayáis tomado posesión de ella. Sed fuertes todos y ricos haciéndoos dueños de la tierra; pero para eso necesitáis el fusil: compradlo, pedidlo prestado en último caso, y lanzaos a la lucha gritando con todas vuestras fuerzas: ¡Tierra y Libertad!”
Así, no resulta extraño que en el verano de 1911, habiendo probado el zapatismo la hiel de la traición maderista, el PLM buscara contactos con el ya para entonces defenestrado “Atila del Sur”. Intentos que hicieron fracasar traidores como Carlos Steinmam, quien entregó en la estación de Buenavista de la capital a Enrique Novoa con todo y documentos dirigidos por los liberales a don Emiliano; o como aquel otro espía, que puso en la mira policíaca al agente especial de Zapata en la capital, Emilio Filisola, quien ya mantenía correspondencia con la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, en el exilio de Los Ángeles. Hay que reconocerles a los miembros de la Junta el mérito de haber hecho públicas sus simpatías por el zapatismo desde el comienzo mismo de ese movimiento, incluso en el periodo en que los rebeldes del sur se mantenían fieles a Madero. Respaldo que tuvo alto costo para el PLM. Dentro del movimiento anarquista internacional, quienes –por razones que no vienen a cuento– tenían cuentas que saldar con los llamados magonistas, quisieron cobrárselas usando en su contra las heterodoxas expresiones de reconocimiento revolucionario a unos campesinos sureños que ciertamente no eran anarcos. Ricardo Flores Magón se defendió: “No recordamos que alguno de nosotros haya escrito sobre Zapata como si fuera “camarada”, pero si lo hemos dicho no nos avergonzamos de ello, pues cuando Zapata invita al campesino a arrebatar la tierra de manos de los monopolizadores de ella, y es lo que actualmente ayuda a hacer, sentimos para él un compañerismo más sólido que el que nos inspiran los parlanchines revolucionarios de salón (...)” Y a respaldarlo salieron, también, los ácratas menos dogmáticos, como Pedro Kropotkin, e, indirectamente, Enrique Malatesta.
No sabemos en qué medida José Guerra, enviado a Morelos por la Junta revolucionaria en los primeros días de marzo de 1913, influyó en la definición del zapatismo ante el gobierno golpista de Victoriano Huerta, que en su antimaderismo de derecha aparecía como el “enemigo de su enemigo”. El hecho es que la entrevista de Guerra con el caudillo del sur versó sobre estos temas y tuvo lugar un par de días antes de que Zapata hiciera pública su posición al respecto: rechazar al nuevo gobierno y romper con sus anteriores aliados, una postura muy cercana a la que podía leerse en Regeneración . También ignoramos el efecto que tuvo en Zapata el manifiesto anarquista del PLM del 23 de septiembre de 1911, pero el hecho es que tiempo después de esta radical definición ideológica surgió la invitación a publicar en tierras zapatistas y con papel de la entonces expropiada fábrica de San Rafael, el semanario Regeneración, que durante la mayor parte de su larga vida se imprimió en el exilio. “Emiliano Zapata –escribe Ricardo Flores Magón en octubre de 1915– ofreció a Antonio de P. Araujo poner a disposición de Regeneración todo el papel que necesitara, en caso de que el periódico se publicara en territorio controlado por las fuerzas surianas”. Los redactores, a la sazón en la cárcel, no aceptaron el ofrecimiento. En nuestro imaginario colectivo, “¡Tierra y Libertad!” es el vínculo entre Flores Magón y Zapata . Nexo de orden mítico: no sólo porque el énfasis de los términos es distinto en cada uno de los personajes: Zapata, el campesino, es por sobre todo “la tierra” y Magón, el intelectual revolucionario, “la libertad”; sino también porque al conectar la célebre fórmula política con el caudillo del sur se reivindica la condición autóctona e identitaria de la consigna, mientras que al asociarla con el revolucionario ácrata se resalta su internacionalismo, su carácter de principio universal.
Pero la condición legendaria de este lema compartido estriba, sobre todo, en que se sustenta en una invención históriográfica: hasta hoy no se ha encontrado escrito alguno del Ejército Libertador del Sur, ni del caudillo suriano, suscrito con dicha leyenda. El zapatismo siempre rubricó sus programas, manifiestos, comunicados y cartas con la fórmula: “Reforma, Libertad, Justicia y Ley”, probablemente inspirada en el lema “Libertad, Justicia y Ley”, con que el PLM firmó el programa reformista de 1906, pero nunca hizo suyas formalmente las expresiones más radicales que desde 1911 adoptó la Junta. Escribe Ricardo Flores Magón en mayo de 1911: “Abrazad resueltamente la bandera igualitaria del PLM, que es la (…) Bandera Roja, la bandera de todos los desheredados del mundo, y en cuyos pliegues pueden leerse estas hermosas palabras: Tierra y Libertad.” Ciertamente a partir de 1914, con la llegada a territorio zapatista de intelectuales urbanos familiarizados con el marxismo y el anarquismo, como Rafael Pérez Taylor, Miguel Mendoza López y Antonio Díaz Soto y Gama, se fue sistematizando ahí un cuerpo doctrinario agrarista articulado en torno al concepto Tierra y Libertad. Y está documentado que Soto y Gama, vinculado en sus orígenes al PLM, empleaba el lema en sus discursos del Cuartel General de Tlaltizapán, cuando era secretario zapatista. “En Villa de Ayala –dice en una reunión de jefes en junio de 1917– surgió de pronto la señal esperada (…) la bandera del campesino, la inmortal bandera que anuncia Tierra y Libertad”. A su vez, Gildardo Magaña, heredero político de Zapata después de su asesinato en 1919, afirma años más tarde que el caudillo se inspiraba en la consigna “Tierra libre para el hombre libre”. Sin embargo, el movimiento y el líder que más denodadamente lucharon por la tierra y por la libertad en el arranque del siglo XX, nunca adoptaron formalmente el lema que hoy los identifica. Ni falta que les hizo . J. B. y A. B.
|