Ciudad Perdida
■ Las opciones de Izquierda Unida
■ Sin aliento, la idea de hacer al PRD una opción de gobierno
En el muy probable caso de que Izquierda Unida resulte triunfadora en las elecciones internas de presidente del PRD en el Distrito Federal, la dirigencia deberá ejecutar acciones que, ahora sí, cambien el perfil del partido, coloquen a cada quien en su lugar, y construyan algo más parecido a lo que la gente busca como su representación política, y no como exigen los intereses de los liderazgos.
El absurdo neologismo, si así lo podemos calificar, que pretende del PRD un partido incluyente, “donde todos quepan –la derecha panista en primer lugar–”, advierte en sus promotores el deseo incontrovertible de borrar de tajo, o cuando menos de ir disipando las ideologías que dieron sustento a la izquierda.
Crear un mar de confusiones ideológicas, donde sólo el retintín de la caja registradora señale el camino de la lucha política, significa el avance y la modernidad; dialogar sin fuerza ideológica para conceder, negociar para entregar son signos de la democracia, y la modernidad y la democracia, en esos términos, son la base desde donde la nueva izquierda pretende transformar al PRD.
Así, a expensas del advenimiento de un mayor número de corrientes, las tribus se multiplicarían, y el conflicto entre las metas de unos y otros terminaría por desaparecer al PRD como comunidad política para convertirla en una masa dispuesta sólo a responder a los impulsos mediáticos.
Allí no hay confusión. No habrá ninguna necesidad de expulsar de las filas del partido a quienes no piensen de esa manera, serán excluidos, por la vía de los hechos, los que se inclinen por la izquierda pedestre que busque representar a los damnificados del neoliberalismo, que cada día son más. La consigna es sencilla, se van o serán marginados. Tan fácil.
Por el otro lado, el triunfo de Alejandra Barrales no parece tener en la mano el bisturí que pueda apartar el tejido adiposo que cuelga del partido, y no sólo es hacer a un lado lo que sobra, sino ir a profundidad para extirpar el mal acumulado de las cuotas a las tribus que son lapas que han engordado más que la propia ballena.
En las filas de la que pudiera ser ganadora de las elecciones hay el deseo y la disposición de redefinir el perfil del partido, es más, de hacerlo, por fin, un partido, pero no existe la decisión porque se teme a la pérdida del grupo de los modernizadores.
Así que la oportunidad de hacer del PRD una fuerza opositora real que mire al futuro con esperanzas fundadas de llegar al poder para trasformar, no tiene aliento. Si esta vez no se toman las decisiones urgentes, y se deja al partido transcurrir como hasta ahora, no tiene ningún caso el escenario de guerra que hasta ahora nos han presentado.
Sin embargo, si la guerra entraña que el derrotado, cualquiera que sea, salga del PRD, entonces han valido la pena cada uno de los momentos de ruptura que se han dado en ese partido, lo que no puede suceder es que al final, ese organismo quede como una masa informe, sin sabor y sin color. Eso sólo beneficia a unos pocos.
De pasadita
Se diga lo que se diga, la elección perredista en el DF parece no estar tan sucia como se había pensado, tanto así que hay quienes advierten que lo mejor sería hacer el recuento de los votos uno por uno, y frente a los medios de comunicación, y eso es producto de la seguridad de Izquierda Unida de tener una ventaja irreversible.
Del otro lado aún no hay respuesta, en el ámbito nacional, ni la gente de Izquierda Unida quiere soltar los conteos de algunas entidades ni Nueva Izquierda quiere que se den a conocer los suyos, por eso la propuesta de abrir a los medios el conteo general parece sensata. De cualquier forma, este lunes no sabremos quién presidirá el PRD en el DF, y menos aún en el país. Con esta nos despedimos de ustedes por lo que resta de la semana, y el próximo lunes aquí estaremos.