¿La Fiesta En Paz?
■ Entre especular y promover
Ampliar la imagen El colombiano César Rincón se llevó la tarde al cortarle dos orejas al toro Amigo, de Rancho Seco, ayer, durante el mano a mano contra Rodolfo Rodríguez, El Pana, en la Plaza de Toros de Apizaco, Tlaxcala Foto: Notimex
Causó cierto malestar entre aficionados taurinamente correctos lo publicado en esta columna el domingo 16 de marzo con relación a las “esperanzadoras”, según algunos, declaraciones de don Alberto Bailleres González, en el sentido de que mientras él viva no será vendida ninguna de sus plazas.
Desde luego tan prestigiado magnate puede hacer lo que le plazca con cuantos bienes posee, pero el hecho de no vender ninguna de sus plazas de toros –ocho– no va a modificar en lo absoluto el errático curso que sigue el espectáculo taurino en México, habida cuenta de que en más de 30 años esos inmuebles sólo han sido subutilizados, ofreciendo el mínimo de festejos posibles, con carteles poco atractivos y sin la menor intención de hacer repuntar el espectáculo.
Lo comprometedor fue que don Alberto haya afirmado que a la fiesta brava de México lo que le hace falta son grandes figuras y que esa situación es cíclica. Bueno, si yo poseo nueve de las plazas más importantes del país y en tres décadas no he logrado sacar grandes figuras, porque simplemente me limito a anunciar a algunos toreros nacionales y a dos o tres extranjeros, ese lamentable ciclo se prolongará por tiempo indefinido.
Mientras tanto, en España, con una idea más imaginativa y profesional del negocio taurino, cada año surgen toreros interesantes que en corto plazo son contratados por muy buen dinero por los dependientes empresarios taurinos latinoamericanos en una deliberada pero insensata dependencia.
¿Por qué en la próxima feria de Aguascalientes –donde por cierto don Alberto es propietario de las dos plazas– no están anunciados Humberto Flores y El Zapata, triunfadores de la pasada temporada en la Plaza México?: Por la guerrita intergremial entre la Asociación Nacional de Matadores, vinculada a la empresa de Bailleres, y la Unión Mexicana de Toreros, afín a la empresa de la Plaza México.
Con estos criterios seudoempresariales, el subdesarrollo taurino del país ya no será cíclico, sino que habrá de instalarse de forma indefinida.
La Feria de Texcoco –¿alguna dependencia establece un control de calidad mínimo de las ferias de México o cada quien su muladar?– quiere, pero no acaba de poder. Ayer, en la cuarta corrida, se lidió un encierro de San Martín, disparejo de presentación, que permitió constatar la sólida tauromaquia que ha alcanzado Humberto Flores. Con su primero realizó un quitazo por hernaninas, para luego estructurar una faena de altos vuelos por ambos lados, con inspiración, relajamiento y mando, mientras el espíritu de Lorenzo se asomaba a verlo torear por templados naturales rodilla en tierra. Tras un soberbio volapié, el público exigió las dos orejas, que con justicia fueron concedidas. Pero no va a Aguascalientes.