■ Recopila abundante cantidad de fotografías y textos referentes a su arquitectura
Reúne gobierno mexiquense en un libro la historia de los conventos construidos en la entidad
■ En el siglo XVI fueron edificados más de 50 templos en zonas como Texcoco o Chimalhuacán
Testigos del advenimiento de la corona española, los conventos, iglesias y templos coloniales son hasta ahora símbolo de identidad y de la fusión de diversas culturas, los cuales fueron establecidos por los conquistadores sobre las ruinas de los antiguos teocallis y místicas pirámides prehispánicas.
Tras la llegada de Hernán Cortés y para emprender la evangelización en la Nueva España, estas construcciones ganaron terreno en diversas comunidades y pueblos de la República Mexicana.
Tan sólo en el estado de México fueron construidos más de cincuenta conventos en el siglo XVI, dado que los primeros frailes que llegaron a la Nueva España iniciaron sus contactos en el actual estado mexiquense, precisamente en Texcoco, Chimalhuacán-Chalco y en Tepetlaoxtoc.
Estos conventos, después de varios siglos, son un invaluable testimonio del patrimonio colonial que posee México, cuya historia, trascendencia y protagonistas de esa época son detallados en el volumen Conventos mexiquenses, esplendor del arte virreinal, editado por el gobierno del estado de México para la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario.
La historia del México antiguo y las innumerables tendencias arquitectónicas quedaron inmortalizadas en esos recintos virreinales, testigos aún de innumerables celebraciones rituales.
Ostentosas fachadas, capillas, atrios, retablos, pintura mural y frescos, relieves en piedra, columnas y arcos, bóvedas, medallones, anagramas, cenefas y frisos, además de las diversas imágenes religiosas que representan a los santos patronales. Grandes patios, austeras fuentes y verdes jardines enmarcan este patrimonio histórico-arquitectónico establecido tras la irrupción de Hernán Cortés y la caída de Tenochtitlan.
De Acolman a Teotihuacán
Los conventos de San Agustín, en Acolman; San Vicente Ferrer, en Chimalhuacán-Chalco (Ozumba, actualmente); Divino Salvador, en Malinalco; San Nicolás Oxtotipac y Santo Desierto, en Tenancingo; San Francisco Javier, en Tepotzotlán; San Francisco-San Antonio, en Texcoco; San Luis Obispo, en Tlalmanalco; Asunción de Nuestra Señora, en Amecameca, y San Miguel Arcángel, en Coatlinchán.
Además de los recintos religiosos de Buenaventura, en Cuautitlán; San Luis Obispo, en Huexotla; San Juan Bautista, en Metepec; Concepción de Nuestra Señora, en Otumba; Purísima Concepción, en Ozumba; Santa María Magdalena, en Tepetlaoxtoc; San Miguel Arcángel, en Zinacantepec; San Jerónimo, en Aculco; Señor del Sacromonte, en Amecameca; Santa Catarina, en Ayotzingo; San Pedro y San Pablo, en Calimaya; Santiago Apóstol, en Chalco; Santo Señor de Chalma; San Pedro y San Pablo, en Jilotepec; San Antonio de Padua, en Sultepec; Nuestra Señora de los Angeles, en Tecaxic; Corpus Christi, en Tlalnepantla, y San Juan Bautista, en Teotihuacán, poseen toda una historia del arte en la que se entrelazan arquitectura, pintura, pintura mural, y escultura que los ha convertido, según el gobierno estatal en El esplendor del arte virreinal.
A propósito del libro, explica: “Modestos o fastuosos en su arquitectura y ornamentación, fieles a un estilo artístico, o influidos por el curso cambiante de las modas, los recintos religiosos mexiquenses ofrecen un amplio catálogo visual de aquello que la mezcla de imaginación indígena, mestiza y criolla fue capaz de producir durante la época colonial. Merecen, por lo tanto, ser protegidos por su innegable valor histórico y arquitectónico, y sobre todo, ser conocidos.”
En el volumen también se mencionan los primeros 12 frailes franciscanos que llegaron para implantar y evangelizar a los pobladores de las tierras conquistadas. Su proyecto fue dividirse para cubrir así todo el territorio.
“Sorprendidos por la vitalidad y la riqueza del nuevo mundo, que apareció con todo su esplendor en el corazón del Altiplano, Cortés y sus hombres, pero sobre todo él, entendieron que se encontraban frente a una civilización cimentada en la fuerza de las armas y de la religión, y que para su conquista y sojuzgamiento era imprescindible el componente de la fe.”
El libro reúne una abundante cantidad de fotografías de los conventos coloniales antes mencionados así como de textos referentes a su historia y arquitectura; además, el volumen está resguardado por un atractivo con la imagen del retablo de Tepotzotlán.
Las tierras de América, Órdenes religiosas, Conjuntos conventuales, Joyas originales, Huellas del pasado y Un respiro de identidad son los capítulos que exhiben esta belleza patrimonial que también promueve la Secretaría de Turismo de la entidad.
Difundir y hacer conciencia de la preservación de estas joyas virreinales en beneficio de las próximas generaciones, son otros de los objetivos inherentes al libro Conventos mexiquenses, esplendor del arte virreinal.