18 de marzo de 2008    

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER


Dos mil años de chapopote

Rodrigo Borja

Excavaciones que se realizan hoy en día en Coatzacoalcos, Veracruz, acaban de demostrar que 200 años antes de Cristo los pobladores olmecas de esa región del Golfo de México ya usaban el petróleo –para impermeabilizar sus canoas– en forma de chapopote, voz formada desde entonces por la unión de tres palabras mayas (chaách: mascar; paak: embarrar, y p´ó: lavar), que pasaría al nahuatl como chapopotl.

Hasta antes de este descubrimiento, las noticias más antiguas ligadas al chapopote señalaban que en 1540 éste brotó en la Villa de Guadalupe, dentro del templo de la Colegiata, y que los clérigos lo vendieron durante más de 300 años como medicina contra la reuma y aceite para las lámparas. En 1575, Ortellius, cartógrafo español, ubica con el nombre de Piscis Fontes las chapopoteras del cerro de La Pez, en lo que ahora es la Huasteca potosina. Y Melchor de Alfaro, en 1579, escribe acerca de “fuentes de agua que se cuaja con el sol”, en la Villa de Tabasco.

Hacia 1770, en el marco de las reformas borbónicas, Carlos III determina que serán propiedad de la corona “todos los bienes del subsuelo”, en obvia referencia a los metales pero también a las sustancias que “trasude” la tierra en los dominios del imperio español. Siglo y medio después, en 1859, el coronel Edwin L. Drake abre en Pensilvania el primer pozo petrolero del mundo.

Ese mismo año, Matías Romero, embajador de México en Estados Unidos, le escribe a Benito Juárez: “El aceite sustituirá dentro de poco al carbón de piedra y a la leña y será el único combustible que llegue a usarse. Esta nueva fuente de inmensa riqueza descubierta en este país, ha hecho pensar a los especuladores de mayor espíritu de empresa que en México debe haber veneros más ricos que los de Pensilvania”.

No andaba errado. En 1863, Manuel Gil y Sáenz obtiene 10 barriles de petróleo de un pozo en Tepetitán, Tabasco, y los envía a Nueva York. Al mismo tiempo, Maximiliano intenta reglamentar la extracción de “betún” y otorga 38 concesiones petroleras a mexicanos. En 1865, por ejemplo, Ildefonso López denuncia 21 lotes petroleros en Veracruz. En 1876, un marino bostoniano abre tres pozos de 200 metros de profundidad cerca de Tuxpan, Veracruz, y saca un aceite que transforma en kerosene, pero como no consigue financiamiento para expandir su negocio, se suicida. Un grupo de ingleses se queda con su propiedad y crea el London Oil Trust.

En abril de 1881, un estadunidense llamado Adolf Autrey toma posesión de “una mina de petróleo” en Papantla, Veracruz. En 1883, el gobernador de Tabasco, Simón Sarlat Nova (Pemex lo homenajeó con el nombre de la gasolina Nova) organiza la explotación de varias chapopoteras cerca de San Juan Bautista (hoy Villahermosa), pero la empresa fracasa.


¡Prívese de algo superfluo ya!

El presidente Manuel González promulga en 1884 el Código de Minas que, en oposición a la reforma borbónica, reconoce al propietario de la tierra como dueño de las “sustancias inorgánicas (…) distintas de las rocas” que haya en el subsuelo. Y Henry Clay Pierce funda en Tampico la Waters Pierce Oil Company, subsidiaria de la Standard Oil Company de la familia Rockefeller.

En 1886, Angel Sáinz Trápaga, comerciante español, establece en Veracruz una pequeña refinería llamada Compañía Mexicana de Petróleo. Un año más tarde, Porfirio Díaz dicta una ley que exime del pago de impuestos a las empresas petroleras. En 1894, Estados Unidos anuncia que su producción de petróleo asciende a 50 millones de barriles anuales.

Para los ganaderos y agricultores del Golfo las “chapopoteras”, o sea, los charcos formados por los brotes de petróleo, son una maldición porque en ellos se ahogan las reses; además, afectan las cosechas y dañan las tierras de cultivo. De eso se aprovecharán los inversionistas extranjeros para comprar baratos los terrenos donde instalarán sus negocios.

El más notable de esos buscadores de fortuna es Edward L. Doheny, experto gambusino y aventurero despiadado que inspiró la novela de Upton Sinclair, Petroleum, en que se basa la película Petróleo sangriento (en inglés There will be blood, por la que Daniel Day-Lewis ganó un Oscar). En 1901, Doheny comienza a perforar su primer pozo en la hacienda de El Tulillo, cerca de Tampico.

El 24 de diciembre de ese año, Díaz expide la primera Ley del Petróleo, según la cual sólo se podrán explotar concesiones otorgadas por el gobierno y los permisos de exploración “causarán un impuesto de 5 centavos por hectárea”. Para reducir su dependencia de los estadunidenses, Díaz concede terreno a empresas canadienses, holandesas, francesas, inglesas y alemanas a lo largo de la Faja de Oro del Golfo, que abarca el norte de Veracruz y el sur de Tamaulipas.

Doheny crea la Mexican Petroleum Company y de su primer pozo brota aceite a 545 metros de profundidad. Por su parte, en 1902, el británico Weetman D. Pearson pone en marcha la S. Pearson & Son Ltd e inicia exploraciones en el Istmo de Tehuantepec. En 1904, Doheny obtiene ya mil 500 barriles diarios del pozo La Pez No.1 y en 1905 firma contrato para que los ferrocarriles del gobierno de Díaz consuman petróleo refinado en Ebano, Tamaulipas.


Daniel Day Lewis, en There Will Be Blood, protagonizando a Doheny

Entre 1905 y 1908, Pearson, favorito de don Porfirio, signa convenios con los gobiernos de Tabasco, Chiapas, San Luis Potosí y Veracruz para explotar campos petroleros. El 13 de agosto de 1908, la empresa de Pearson se convierte en Compañía Mexicana de Petróleo El Aguila y el magnate inglés se compromete a pagar al fisco federal 7% de sus utilidades y 3% a los gobiernos de los estados.

Antes del estallido revolucionario, en 1910, el pozo Juan Casiano, de Doheny, nace produciendo 25 mil barriles al día. En 1911, una nueva empresa, la Huasteca Petroleum Company, exporta 30 mil 262 barriles de crudo a Texas por barco. La Penn Mex Oil descubre petróleo junto al río Tuxpan y la East Coast Oil en la región de Pánuco, Veracruz.

Tras la renuncia de Díaz en mayo de 1911 y la muerte de Madero en 1913, las compañías despliegan sus ejércitos de guardias blancas para defender sus propiedades. En 1913, el pozo Amatlán surge con una producción de 50 mil barriles diarios, cerca de Tampico. Y en 1914, El Aguila empieza a construir ferrocarriles para trasladar sus productos.

A lo largo de 1915, Venustiano Carranza dicta diversas medidas para tratar de controlar a las compañías: ordena que todas las obras que emprendan sean autorizadas por el gobierno, exenta de impuestos los insumos que importen pero forma una Comisión Técnica del Petróleo para que ésta proponga leyes y reglamentos necesarios para el desarrollo de esta industria, y da facultades a la Secretaría de Fomento para regular la apertura de nuevos pozos. En febrero de 1916, el pozo Cerro Azul, de la Huasteca Petroleum Co., produce 260 mil barriles diarios. Los revolucionarios, que tratan de organizar el nuevo Estado mexicano, observan que los altos precios del petróleo, debidos a la Primera Guerra Mundial y al auge de los automóviles fabricados en serie, hacen que las empresas obtengan ganancias multimillonarias, pero no atinan a someterlas a ninguna forma de control.

El 7 de abril de 1916, la Comisión Técnica del Petróleo, dictamina que es “justo” restituir a la nación la riqueza del subsuelo. Diez meses más tarde, ese criterio inspirará la redacción del artículo 27 de la nueva Constitución, que rescata el espíritu de las reformas borbónicas, deroga las disposiciones de Díaz y faculta al Ejecutivo a revisar y cancelar, en caso de que el interés público así lo exigiera, toda concesión y contrato petrolero celebrado a partir de 1876.


Edward L. Doheny era el millonario petrolero del momento. Los Angeles Examiner 1920

Al mismo tiempo estallan las primeras protestas de los obreros petroleros en los alrededores de Tampico; Carranza las reprime y envía al general Lázaro Cárdenas como jefe militar de la zona, donde éste se compenetrará de sus problemas. Las empresas suspenden sus embarques de crudo porque el gobierno pretende cobrarles un impuesto de 25 centavos de dólar por tonelada de petróleo exportado. Estados Unidos manda barcos de guerra a Tampico, para presionar.

Un nuevo intento por gravar las utilidades de las empresas se da en abril de 1920, mediante la venta de timbres fiscales. En 1922, lo que el gobierno obtiene por este concepto, asciende a 33.6 por ciento de los ingresos federales. En ese año, sin embargo, la producción declina por la baja del precio internacional del crudo, y así se mantendrá hasta el hallazgo de un gran yacimiento en Poza Rica, Veracruz. En 1925, para contrarrestar las presiones de las compañías y del gobierno estadunidense, Plutarco Elias Calles promulga la ley reglamentaria del artículo 27 constitucional, que obliga a las compañías a “renovar” sus concesiones en el plazo improrrogable de un año, para lo cual deberán demostrar que han realizado “actos positivos” con sus explotaciones petrolíferas. Ante el rechazo general de los magnates a la llamada “ley petrolera”, Calles cancela la concesión de la Mexican Petroleum Company of California, que recurre a la Suprema Corte de Justicia de México y obtiene una resolución favorable el 17 de noviembre de 1927.

En 1930, la producción petrolera cae de nuevo debido a la Gran Depresión de 1929 que provocó la quiebra de la Bolsa de Valores de Nueva York. Entre tanto, la agitación laboral continúa en la Huasteca potosina; los obreros tratan de conformar un solo sindicato que abarque a toda la industria, pero los magnates prefieren que haya una organización gremial por cada empresa, para mantenerlos divididos.

El 15 de agosto de 1935, el nuevo presidente de la República, Lázaro Cárdenas del Río, abandera el nacimiento del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM). El 29 de enero de 1936, éste se une al Comité de Defensa Proletaria, del cual nacerá la Confederación de Trabajadores de México (CTM).

El 20 de julio de 1936, el STPRM efectúa su primera convención y redacta un contrato colectivo único para los trabajadores del petróleo, en defensa del cual emplaza a huelga a las empresas para exigir que lo acepten. El presidente Cárdenas interviene y logra posponer la huelga, para hablar con los magnates y convencerlos de buena voluntad. Pero éstos rechazan sus argumentos y el 28 de mayo de 1937 la huelga paraliza finalmente todas las compañías petroleras del país, lo que repercute en el desabasto de gasolina y afecta el resto de las actividades productivas.

Cárdenas interviene de nueva cuenta y propone que la Junta de Conciliación y Arbitraje examine la situación de la industria petrolera en su conjunto, para determinar si el sindicato tiene razón en sus demandas. Los obreros reclaman un aumento salarial valuado en 26 millones de pesos; los magnates ofrecen apenas 12. La Junta nombra una comisión de tres peritos, formada por Efraín Buenrostro, Mariano Moctezuma y Jesús Silva Herzog.

Después de revisar los estados de cuenta de la compañía, la comisión redacta un documento de 2 mil 700 cuartillas y presenta 40 conclusiones, todas desfavorables a las empresas. Una de estas conclusiones asevera que la industria petrolera mexicana produce, en ese momento, mayores rendimientos que la de Estados Unidos. Los magnates amenzan con irse de México y llevarse todo su capital.

La Junta de Conciliación da su veredicto el 18 de diciembre de 1937: las empresas están en perfectas condiciones de otorgar el aumento salarial de 26 millones 332 mil 753 pesos que exige el sindicato. Las empresas responden, acaudilladas por la Standard Oil: “no podemos pagar y no pagaremos”. Y el 29 de diciembre solicitan un amparo a la Suprema Corte para no acatar el laudo de la Junta.

Se inicia así un período de gran agitación política. La rebelión de los magnates ya no es contra la Junta de Conciliación ni contra el sindicato sino contra el gobierno de Cárdenas. En defensa de éste, desde los primeros días de 1938, se movilizan los sindicatos obreros y campesinos. Los maestros, que impulsan la educación socialista, promueven diversas inciativas para inflamar el espíritu patriótico.

Estados Unidos reacciona con prudencia. El gobierno de Franklin Delano Roosevelt sigue con preocupación el avance de Hitler en Europa y de los fascistas japoneses que han invadido China, y sabe que debe mantener a toda costa sus buenas relaciones con México para garantizar que éste lo siga abasteciendo de petróleo, sobre todo ante la conflagración mundial que se avecina. El embajador Daniels, por lo tanto, guarda silencio en cumplimiento de la política de “buen vecino” proclamada por Washington.

En un intento final de negociar, Cárdenas ofrece a las compañías nuevas concesiones a cambio de que acepten pagar los 26 millones de pesos. El 8 de marzo les amplía la oferta: si pagan, el gobierno se compromete a evitar posteriores conflictos. Silva Herzog cuenta así el diálogo que ese día se produjo entre el general y los magnates: “Uno de los representantes de las empresas le pregunta a Cárdenas: «¿Y quién nos garantiza que el aumento será sólo de 26 millones?», a lo que el presidente responde: «Yo lo garantizo». Mientras se escuchan risas, otro de los petroleros dice con sorna: «¿Usted?», por lo que Cárdenas se levanta y simplemente dice: «Hemos terminado».

En sus apuntes personales, el 9 de marzo Cárdenas escribe: “Soy optimista sobre la actitud que asumirá la nación en caso de que el gobierno se vea obligado a obrar radicalmente. Considero que cualquier sacrificio que haya que hacer en el presente conflicto lo hará con agrado el pueblo. (...)

”Varias administraciones del régimen de la Revolución han intentado intervenir en las concesiones del subsuelo, concedidas a empresas extranjeras, y las circunstancias no han sido propicias, por la presión internacional y por problemas internos. Pero hoy que las condiciones son diferentes, que el país no registra luchas armadas y que está en puerta una nueva guerra mundial, y que Inglaterra y Estados Unidos hablan frecuentemente a favor de las democracias y de respeto a la soberanía de los países, es oportuno ver si los gobiernos que así se manifiestan cumplen al hacer México uso de sus derechos de soberanía. El gobierno que presido, contando con el respaldo del pueblo, cumplirá con la responsabilidad de esta hora.” El 15 de marzo, la Suprema Corte falla contra las empresas. El 16, la Junta de Conciliación las declara en rebeldía. El 17, anuncia que dará por terminados los contratos de trabajo que tiene con los obreros. El 18, a las nueve de la noche, los magnates visitan a Cárdenas para avisarle que aceptan pagar los 26 millones de pesos. El presidente les dice que llegan demasiado tarde. Minutos después, mediante un mensaje a la nación leído por radio, anuncia la expropiación de la industria petrolera.