Pensar
El lunes 10 de marzo algunos medios dieron la noticia: en la prueba PISA que se aplicó a jóvenes de 15 años en los 30 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), sólo 93 mexicanos, de los 30 mil estudiantes que presentaron el examen, fueron capaces de usar el cerebro, pensar y resolver problemas, que no consistían en memorizar una fórmula o un procedimiento para darles solución, sino que era necesario pensar.
Sólo un insignificante 0.3 por ciento se ubicaron en los niveles 5 y 6, que en la escala de la prueba PISA son los más altos. Ocupamos el honroso último lugar de los países asociados a la OCDE. La mayoría de los adolescentes de 15 años en México, después de haber cursado nueve años de “enseñanza”, pueden no entender un problema (absolutamente elemental) para el que no hay receta; es preciso examinarlo, plantearlo, es decir, pensarlo, y resolverlo. En otros términos, hallar a un joven que piense (en su acepción de “examinar con cuidado algo para formar dictamen”, según la Real Academia de la Lengua) es hallar una aguja en un pajar.
Blanca Heredia, directora de la OCDE en México, puso ejemplos, como éste de párvulos: “una receta para hacer galletas dice que son necesarios un kilo de harina, uno de azúcar, 6 huevos y 2 barras de mantequilla. Si tienes solamente medio kilo de harina, ¿qué tienes que hacer?” Pues gran parte de nuestros jóvenes alumnos ¡no saben qué tienen que hacer!
Debiera ser claro para un joven de 15 años escolarizado que no se le pidió realizar tales o cuales divisiones o multiplicaciones, sino que se percatara de qué operación era preciso realizar.
Se trata de una demanda de un pensar elemental, como el referido y, sin embargo, ese pensar no está en la cabeza de enorme cantidad de nuestros alumnos que han cursado la primaria y la secundaria.
No encuentro nada más escandalosamente dramático para la sociedad mexicana que esa realidad de las cavernas. Ello no obstante, nuestros medios han estado poniendo en la cima mediática los contratos de Mouriño, la guerra intestina en el PRD o los “guerrilleros” unamitas, enterrando absolutamente el más grave problema social del país. Es claramente indicativo que no saldremos del drama mayor porque para los medios no existe y, por tanto, para la sociedad tampoco. Un periódico lo tuvo como noticia principal el pasado 10 de marzo, y nadie le dio seguimiento. La maestra seguirá medrando porque opera en tierra de nadie.
En Finlandia la proporción de los jóvenes que alcanzaron las calificaciones máximas fue de 20 por ciento; es decir, una proporción 667 veces mayor que la mexicana. Si hacemos a un lado las cavernas escolares mexicanas y nos centramos en Finlandia, que uno de cada cinco jóvenes alcancen la calificación más alta, que mide la capacidad de pensar que la escuela debió proporcionarles, se antoja baja.
La escuela no puede servir para nada más que enseñar a pensar. Por eso mueve a risa de manicomio la noticia del día 11 de marzo: “la Cámara de Diputados aprobó un punto de acuerdo por el que solicita a la Comisión de Educación Pública investigue los contenidos de los libros de texto gratuitos y materiales de apoyo utilizados en las entidades federativas. Esta acción es con el fin de revisar que los libros y materiales que se utilizan como parte de las asignaturas estatales cumplan los lineamientos establecidos por la ley en la materia”.
Los diputados discutían sobre los contenidos de esos libros. Y quieren que se cumpla con una ley que ordena lo que deben contener unos libros que no sirven para enseñar a pensar. Nada de extraño tiene el punto de acuerdo de los diputados: no examinaron el problema, no supieron lo que planteaban; creían que estaban defendiendo la democracia republicana: no saben pensar. No saben dónde está el problema de la escuela, ni en qué consiste. No andan ni en las ramas, muchos menos van al grano.
La noticia del día 10 sobre la incapacidad de pensar de nuestros hijos de 15 años debía haber movilizado a la sociedad entera, al gobierno en su conjunto, y crear un plan para deshacernos de una vez por todas de toda la maraña que impide que la escuela enseñe a pensar. Ese plan requiere la fuerza de la sociedad toda para volverse realidad.
El 26 de agosto de 1981 el gobierno ¡de Reagan! creó la Comisión Nacional de Excelencia en la Educación con el fin de presentar un informe sobre su calidad, “al secretario de Educación y al pueblo estadunidense, antes de abril de 1983”. En abril de 1983 la comisión presentó un documento titulado A nation at risk (Una nación en peligro). En la presentación del informe la comisión incluía, entre otras consideraciones, ésta: “la comisión cree firmemente que los problemas que hemos de discernir en educación en Estados Unidos pueden ser comprendidos y corregidos si el pueblo de nuestro país, junto con quienes tienen responsabilidad pública en la materia, ponen la atención suficiente y son lo suficientemente valientes para hacer lo que es necesario”. Este documento detonó una revolución educativa, que impulsaría después vastas transformaciones en la educación de los países desarrollados, que aún están en curso. Piense, y saque sus conclusiones.