■ Los soldados de EU, monstruos y demonios vestidos con ropa humana, afirma Um Saad
“Mataron los estadunidenses a mi esposo e hijos; me vengaré”, amenaza mujer iraquí
■ “Un día voy a ponerme un cinturón explosivo bajo la ropa y me volaré” entre los invasores, dice
Bagdad, 15 de marzo. Um Saad, mujer de edad mediana que vive en el distrito sunita de Khadra, en el oriente de Bagdad, culpa a los estadunidenses por la muerte de su marido y dos de sus hijos, y amenaza con vengarse.
“Son monstruos y demonios vestidos con ropas de humanos –exclama–. Un día voy a ponerme un cinturón explosivo bajo la ropa y me volaré entre estadunidenses. Vengaré a mi esposo y a mis hijos e iré al paraíso.”
En momentos en que la Casa Blanca y el Pentágono proclaman con bombos y platillos el éxito de la elevación del número de soldados enviados a Irak el año pasado –y cuando los servicios de noticias afirman que el país ha disfrutado “meses de relativa calma”–, Um Saad vio caer muerto a Saif, su segundo hijo, cuando abría la puerta de la casa familiar.
Irak está convulsionado por la violencia y sólo se puede hablar de mejoramiento de la seguridad si se compara con el punto más candente de la guerra civil de 2006 y principios de 2007, cuando cada día se cometían 65 asesinatos de iraquíes. En febrero pasado el promedio era de 26 al día, pero se ha elevado a 39 en lo que va de marzo.
La tragedia de personas como Um Saad es el resultado acumulado de años de guerra. Vestida de negro y sentada en la sala desnuda de su modesta casa en al-Khadra, esta avejentada mujer de 49 años relata la forma en que su familia ha sido destruida poco a poco. “No tengo estudios, apenas fui a la primaria –señala–. Me casé con un piloto de la fuerza aérea llamado Latif y tuvimos tres hijos y una hija.”
Latif estaba asignado a la base Bakr de la fuerza aérea, en Balad, en el norte de la capital, durante la guerra del golfo de 1990-1991, y murió en un bombardeo aéreo estadunidense. “No recibí apoyo de nuestros tíos y tías, así que vivíamos de su pensión y vendimos un automóvil Chevrolet Malibú que nos había dado el gobierno porque era piloto”, relata Um Saad.
Su hijo mayor, Saad, quería entrar a la academia militar, como su padre. Um Saad refiere que como no quería perderlo lo mandó a la academia de policía, y se había graduado de teniente cuando Saddam Hussein fue derrocado, en abril de 2003. Ella quería que renunciara. “Después de la caída de Irak, la policía era el segundo blanco de los guerrilleros sunitas, después de los estadunidenses.”
Saad vaciló en renunciar porque, si bien culpaba a los estadunidenses de la muerte de su padre, la familia necesitaba su salario. Por fin se resolvió a dejar la policía, pero antes de poder hacerlo, el 25 de octubre de 2003, una bomba estalló en su cuartel, en Khadra. Salió ileso de la explosión, pero, al correr pistola en mano para auxiliar a un amigo, soldados estadunidenses que llegaron creyeron que los atacaba. “Lo mataron de seis tiros en la cabeza y muchos más en el cuerpo”, recuerda su madre.
Um Saad expresa que fue entonces cuando comenzó a detestar a los invasores. “No los veo como seres humanos.” Su prioridad era tratar de salvar a los tres hijos que le quedaban. En particular le preocupaba Saif, de 17 años, quien estaba en quinto de secundaria, porque muchos de sus amigos se habían unido a Al Qaeda en Irak.
Um Saad creyó que estaría más seguro si lo enviaba a Siria y para persuadirlo de irse le dijo que su prima Mariam, cuya familia ya había huido allá, estaba enamorada de él y quería que se casaran. Saif regresó a Bagdad en octubre del año pasado, cuando Siria cambió sus requerimientos de visas y residencia.
Um Saad estaba “desesperada porque la situación de seguridad era mala”. Fue en ese tiempo cuando las fuerzas estadunidenses en Khadra conjuntaron Al Sahwa, el Consejo del Despertar, como fuerza sunita contraria a Al Qaeda.
“Fui una tonta –lamenta–. Creí que el peligro estaba en que Saif se uniera a Al Qaeda porque los estadunidenses mataron a su padre y su hermano.” En realidad el joven se unió a Al Sahwa, donde esperaba ganar 400 dólares al mes.
La noche del 15 de febrero, cuando la familia cenaba, llamaron a la puerta. Saif fue a abrir y Um Saad oyó disparos. “Era demasiado tarde –relata–. Estaba muerto en el escalón de la puerta, con un papel en el pecho que decía: ‘Muerte a Al Sahwa y a todos los enemigos de Al Qaeda.”
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya