■ Se construirá nuevo museo para ver el monolito de Tlaltecuhtli: Leonardo López Luján
El INAH emplea alta tecnología para develar los secretos del Templo Mayor
■ El arqueólogo da a conocer los avances más recientes en las excavaciones de Las Ajaracas
Ampliar la imagen El arqueólogo Leonardo López Durán durante la conferencia en la que detalló los descubrimientos en el Templo Mayor Foto: Yazmín Ortega Cortés
Como pocas veces en la historia moderna del país, las autoridades del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) están utilizando la tecnología más avanzada para estudiar la zona arqueológica del Templo Mayor, sobre todo lo referente al monolito de Tlaltecuhtli, uno de los descubrimientos más importantes de los años recientes.
Así lo informó el arqueólogo Leonardo López Luján durante la charla que ofreció en el contexto del ciclo A 30 años de Coyolxauhqui y el Proyecto Templo Mayor, que concluyó sus actividades ayer.
Frente a un público numeroso que llenó el auditorio y el vestíbulo del museo, López Luján detalló los resultados de la séptima temporada de excavaciones en dicha zona arqueológica, que está bajo su mando y dio inicio el 19 de marzo del año pasado en el predio de Las Ajaracas.
La primera tarea del equipo, apoyado por el arqueólogo japonés Seburo Sugiyama, pero formado mayoritariamente por mexicanos, fue elaborar un mapa satelital de la zona, para ubicarla en un plano tridimensional “de precisión milimétrica”, mediante un sistema de ubicación GPS.
Además, se limpió totalmente el predio y se realizaron varias tomas fotográficas desde el aire para documentar el sitio exacto dónde se encontró la pieza monumental, que será exhibida in situ en un nuevo museo a construirse próximamente.
Los cuatro grandes fragmentos en que está dividido el monolito de Tlaltecuhtli, diosa de la tierra asociada al mismo tiempo con la vida y la muerte, serán analizados para ver si se encuentran en la roca algunos restos de sangre, “la más preciosa ofrenda que los hombres podían hacer”, y averiguar qué pigmentos utilizaban los mexicas en sus actos rituales.
Luego de hacer un retrato tridimensional de la obra, mediante un escáner especial, los arqueólogos se concentrarán en descubrir qué más hay en la zona del hallazgo, para ver si en efecto puede tratarse de la tumba de Ahuizotl, tlatoani que gobernó Tenochtitlán entre 1486 y 1502.
Aunque prefirió mostrarse cauto, adelantó que se manejan tres escenarios posibles: la existencia de dicho sepulcro real debajo del monolito; la aparición de ofrendas muy ricas, como sucedió en el caso de la Coyolxauhqui y el Chac Mool, o bien que no haya nada en absoluto.
En el lugar, añadió, hay evidencias de que los constructores prehispánicos realizaron un sistema complejo de túneles, entradas y salidas para revisar lo que habían edificado antes, y verificar así el proceso de enterramiento.
Además de la Tlaltecuhtli, en el predio se ha descubierto una auténtica “mina de información” para los arqueólogos, con diversos esqueletos de seres humanos y animales, así como cuchillos de sacrificio, cuentas de jade y objetos de copal y madera.
En el área del monolito de Tlaltecuhtli, se han encontrado hasta el momento, nueve ofrendas, de las cuales se han abierto siete, la más reciente hace unos días, y el resto serán reveladas en las próximas semanas. En total, en el proyecto Templo mayor se han recuperado 147 ofrendas en las últimas tres décadas
Antes de hablar sobre las investigaciones más recientes, López Luján hizo un repaso por la historia de la arqueología en el Centro Histórico de la ciudad, desde finales del siglo XVIII hasta la actualidad.
“Es un trabajo de mucha vocación y responsabilidad, pero al mismo tiempo apasionante y muy divertido”.