Usted está aquí: jueves 28 de febrero de 2008 Política Coronación postergada

Miguel Marín Bosch

Coronación postergada

No, no me refiero al caso de Carlos, el príncipe de Gales. Aludo a lo que está ocurriendo en la contienda por la presidencia de Estados Unidos.

En las últimas semanas la situación dentro del Partido Demócrata ha cambiado radicalmente. Los bonos de la senadora Hillary Rodham Clinton están bajando y los del senador Barack Obama están subiendo. Éste ha cosechado una decena de victorias al hilo en las primarias recientes.

En el campo republicano el senador John McCain parece haber amarrado la postulación de su partido tras el abandono del ex gobernador Mitt Romney. Otro ex gobernador, Mike Huckabee, sigue en la pelea, pero aun ganando todas las primarias restantes no lograría el triunfo de su partido. Los republicanos más conservadores tendrán que aceptar al candidato de su partido.

En casi todas las primarias republicanas, el triunfador se queda con todos los delegados estatales. Los demócratas, en cambio, se los reparten proporcionalmente.

La semana pasada se asomó otro candidato, el eterno independiente Ralph Nader. Su impacto, si es que lo tiene, será en los comicios de noviembre. Hace cuatro años no logró ni siquiera el uno por ciento del voto.

En 2000, en cambio, sacó una votación más respetable, que le mermó apoyo al vicepresidente Al Gore y así logró afectar el resultado final. Sin los 100 mil votos de Nader (Bush supuestamente le ganó a Gore por escasos 500 votos) se hubiera evitado el circo electoral en Florida.

Pase lo que pase, por primera vez en la historia de Estados Unidos los candidatos de los dos principales partidos serán senadores en funciones.

En el campo demócrata aún están en juego varios factores. ¿A quién respaldaría John Edwards? ¿Qué harán los demócratas con las primarias fallidas de Florida y Michigan? ¿Qué papel tendrán los llamados superdelegados?

Edwards cuenta con el apoyo de varios grupos incluyendo buena parte de la clase obrera. Son grupos no muy distintos a los que apoyan (¿apoyaban?) a Hillary Clinton.

En Florida y Michigan el comité nacional del Partido Demócrata anuló las primarias porque las autoridades estatales habían adelantado las fechas de las mismas. Lo hicieron para que tuvieran mayor impacto en el proceso de selección del candidato. Clinton aventajó a Obama (quien no se presentó) y por supuesto quiere que cuenten en la convención nacional del partido, a celebrarse en agosto en Denver.

¿Y qué de los llamados superdelegados del Partido Demócrata? Son 842 personas que no han sido elegidas y que no están comprometidas formalmente con un candidato. Constituyen una quinta parte de los delegados necesarios para obtener la postulación del partido. Son miembros del comité nacional (muchos de ellos nombrados por el jefe del partido, Warren Dean), gobernadores, representantes y senadores en el congreso federal, ex presidentes (incluyendo a Bill Clinton) y mandatarios estatales del partido. Se inventaron para darle cierta estabilidad. Antes los dirigentes, como el alcalde de Chicago, Richard Daley, ejercían una influencia desproporcinada en la selección del candidato y se pensó, en la década de los años 70, que un grupo como los superdelegados velaría por el bien del partido.

Se supone que cada súper delegado tomará en cuenta el voto popular emitido en las distintas elecciones primarias. Pero Obama teme que no sea así. He ahí otro problema que habrá que resolverse.

En esta época de primarias hubo un error táctico de Rudolph Giuliani. Evitó los concursos iniciales en Iowa y Nueva Hampshire (y otros) para concentrarse en Florida. Ahí perdió y ahí se acabó.

Hillary Rodham Clinton, en cambio, se organizó y se organizó bien para competir en todas las primarias iniciales. Su meta era terminar victoriosa en las elecciones del llamado supermartes, el pasado 5 de febrero, y así amarrar su candidatura. Ahí invirtió sus recursos y esfuerzos, pero no fue coronada.

El viento cambió a causa del pegue que empezó a tener Barack Obama. Él siguió consiguiendo respaldos de demócratas prominentes y recaudando fondos mientras que ella tuvo que poner dinero de su peculio para seguir en la campaña. Perdió muy feo en Maryland, Virginia y el distrito de Columbia. Aún peor, Obama empezó a sacar más votos que ella entre los hombres blancos ya mayores y los electores de origen hispano. También consiguió el apoyo de muchas mujeres. Ya tenía el respaldo de los blancos adinerados, los afroestadunidenses y sobre todo de los jóvenes.

¿Qué hacer? La senadora por Nueva York decidió concentrarse en las primarias del próximo martes, 4 de marzo, dejando de lado Wisconsin y Hawai. Volvió a perder. ¿Tropiezo a la Giuliani?

El margen de maniobra de la senadora se ha reducido considerablemente en febrero. Eso se reflejará seguramente el próximo martes en las primarias de Rhode Island y Vermont y, sobre todo, en Ohio y Texas. No debe sorprendernos, por lo tanto, que en días pasados el número de golpes bajos en contra de Obama se haya multiplicado. Son actos de desesperación.

La senadora Clinton tendrá que triunfar por un buen margen en Ohio y Texas para conseguir el número suficiente de delegados para alcanzar a Obama. Si no lo logra quizás tenga que pensar en abandonar su campaña.

Hace un par de días me encontré a uno de los principales asesores en polítíca exterior de la senadora Clinton. Lo conozco desde hace varias décadas. De entrada me dijo que para el 6 de marzo se quedaría sin chamba.

 
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