Usted está aquí: viernes 8 de febrero de 2008 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Angel Velázquez
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Ebrard afila la guillotina

Obras, Vivienda y Protección Civil, en la mira

Ridículo azul

Dicen los que atisban por el ojo de la cerradura del poder que antes de que concluyera 2007 el jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, tenía una lista, no muy breve, de los cambios necesarios en su gabinete.

Es decir, la operación en algunas dependencias no va al ritmo ni tiene la eficacia que procura imprimir el gobierno central, por lo que una sacudida al árbol se miró como la forma adecuada de poner al parejo el esfuerzo.

Sin embargo, los vientos políticos hacen variar las intenciones y, al menos por el momento, habrá un lapso en el que la guillotina permanecerá quieta, pero lista, hasta que los cambios de clima político permitan que su filo cercene algunas cabezas testarudas que no han entendido bien a bien cuál es el camino trazado por Ebrard.

De las secretarías con problemas, la de Obras parece llevar la ventaja. Para retomar el control de la dependencia, la jefatura de gobierno tendrá, en una subsecretaría, a una persona de su confianza, es decir, marcaje personal que exigirá ritmo y velocidad a los compromisos adquiridos por Ebrard, que no se han cumplido satisfactoriamente.

Pero además, y a esto está referido el retomar el control, se hace necesaria una restructuración en una de las dependencias clave para los proyectos de la administración capitalina. Durante el primer año de gobierno, si algo padeció la dependencia fue la falta de proyectos, y esto, aunado a los problemas de reconstrucción en el primer cuadro, por la destrucción o daño que sufrieron algunos edificios de valor histórico, resultaron en crisis insuperables para la secretaría.

Habrá que señalar, en descarga para el organismo, que durante la construcción de los segundos pisos, un innumerable grupo de trabajadores de casi todos los niveles, fueron transferidos al fideicomiso que se encargó de la obra, empleados que no volvieron a la secretaría y que, seguramente, entorpecieron su labor.

No obstante, el costo de los errores de la dependencia se han cargado directamente al jefe de Gobierno, que contaba con la labor en Obras como una de sus mejores cartas. Eso no sucedió, y el remedio se busca definitivamente con la llegada de Carlos Mariscal a la dependencia.

Hay quienes aseguran que el secretario Arganis está “contento” con el nombramiento, aunque en el gobierno central la lectura del hecho corre por otra pista, y se asegura que el golpe fue directo al secretario, que perderá funciones y fuerza en el encargo.

Pero Obras no es la única dependencia en problemas. Se dice que en Vivienda tendrá que haber reacomodos, y que en Protección Civil las cosas van de mal en peor, pero se esperan mejores tiempos para efectuar las operaciones que se requieren.

Y ya que hablamos de cambios, el que se debe sentir tranquilo es Martí Batres, quien pese al fuego amigo, y a los ataques del panismo, está seguro en el encargo, lo mismo que en Transporte y Vialidad, que a decir de la gente del primer círculo de Ebrard, ha resultado una sorpresa agradable para el gobierno.

En Turismo, igual que en Obras, empieza una nueva etapa. Las ineficiencias del pasado podrán borrarse si la labor, ahora, conjuga fuerza e idea en el trabajo, porque Ebrard demandará doblar esfuerzos a sus colaboradores, pues como ya lo dijo alguna vez: quien no se sienta comprometido con las causas de este gobierno, debe abandonar el barco, de inmediato. Y que nadie se mueva porque el terremoto apenas empieza.

De Pasadita

Los azules en la Asamblea Legislativa del DF volvieron a sufrir el golpe del ridículo al increpar con falsedades, o mentiras a medias, al secretario de Finanzas de la ciudad, Mario Delgado. Los panistas fallaron, como es normal, al tratar de enmendar lo que ellos mismos habían aprobado: el alza en el impuesto predial.

Lo que no pudieron usar, porque tienen larga cola que les pisen, es el momento en el que entró en vigor el aumento. Enero fue el peor de los meses para imponer el alza, aunque según nos dicen, no había de otra.

 
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