Las bienales son concursos
El más reciente, y ya muy prestigiado certamen de artes plásticas en nuestro país corresponde a la octava versión de la Bienal de Monterrey FEMSA, exhibida en el Centro de las Artes de esa ciudad el año pasado y vigente después en el Antiguo Colegio de San Ildefonso de donde habrá de itinerar a otras instancias. Se integra de 69 obras de 61 artistas. Son 55 las piezas bidimensionales y en ese rubro tuvieron radical preminencia las impresiones cromógenas, todas de formato amplio, obedeciendo a la convocatoria. Hay 25 trabajos en este medio y el Gran Premio de Adquisición recayó en uno de ellos. Lo obtuvo Adela Goldbard Rochman, egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, con estudios posteriores en Holanda y en el Centro de la Imagen. Ese mismo año fue seleccionada en el Encuentro de Arte Joven de Aguascalientes (el salón que más antigüedad y continuidad ha ofrecido) pues tiene escasos 28 años y la edad máxima para participar en dicho certamen es de 35. Aclaro que casi la mitad de los artistas seleccionados en la bienal FEMSA 2007 pudieron haber participado en dicho encuentro, que es también multidisciplinario. La más joven de los seleccionados tiene 22 años: Marisol Rangel Gutiérrez, con vocación de cineasta o videoasta pues es asistente de mediometraje y ha trabajado como co-directora de arte en cinematografía. Curiosamente está representada con uno de los pocos óleos llamémosles tradicionales que concursaron: dos figuras de niñas destacadas contra un fondo esbozado de arquitectura rural, probablemente urdido partiendo de una imagen digital proyectada, trabajada de manera suelta, un poco al modo de la pintora belga Trini, ganadora en versiones anteriores de este certamen, así como en otros, aunque en tiempos anteriores.
Trini nació en la década de los 60 y entre los “veteranos” actualmente exhibidos en la bienal FEMSA, sólo el muy destacado Diego Toledo Crow, con una buena pieza tridimensional en formica; la queretana Marcela Herbert, con dos tetraedros de acrílico por los que discurren cartografías al estilo Kuitka; Marco Arce, que reitera sus polípticos sobre monstruos con los que obtuvo distinción en la pasada bienal Tamayo, y el coahuilense Alberto Ibáñez Cerda, pertenecen a esa generación. Este último fue seleccionado con un díptico monócromo, realizado al óleo, se titula Funeral y ofrece el rostro cabizbajo de una mujer, contrastado con un personaje de tira cómica que obviamente es el difunto. Otro óleo que se le emparenta, más poético que el anterior, pero también en tónica del hiperrealismo fotográfico monocromo, es un poste de luz con cables, que me recuerda fotografías de don Manuel Álvarez Bravo; la autora es Tanya Huntington Hyde. De la regiomontana Carolina Levy se seleccionaron dos obras de su serie Acumulaciones, en un caso se trata de rosquillas de cereal y en otro de frijoles pintos. No sé por qué razón –siendo muy distintas– me recordaron ciertas composiciones acumulativo-reiterativas practicadas antaño por el tapatío Ismael Vargas. En justicia aclaro que las pinturas que recién he mencionado indican pericia por parte de sus autores, pero desde mi punto de vista sólo la de Huntington es atractiva, por taciturna. También regiomontano es Omar Sánchez Santillán, presente con una pintura de ambiente quirúrgico titulada Extracción, deudora, en parte, de la tapatía Martha Pacheco, sólo que ella usualmente favorece el autorretrato necrológico. Concedo que Extracción ofrece guiño humorístico. Adrián Gutiérrez Lomelín también ilustró –de manera grata– el realismo fotográfico al óleo, con un paisaje orquestado en sepia, como las fotografías viejas.
A mi criterio, por representar opción opuesta, destaca la pintura de Emilio Said Charuff: Arquitectónica 2006. Resulta elegante y su realización al óleo y encausto hace destacar su voluntaria austeridad.
Entre los seleccionados sólo me eran conocidos dos: José Ignacio Cervantes Omaña, egresado de La Esmeralda, que participó con una composición abstracto-lírica de buena factura, y Fabián Ugalde Romo, siempre afecto al vinil, aunque en esta ocasión su cuadro Arte importado hundiéndose en tela plastificada sin alejarse de la historieta cómica, parece referirse a un neo-minimalismo tipo Sol Le Witt, con tónica de cartel. Al igual que otros, bautizó en inglés su pintura conceptualosa: Imported Art sinking.
El premio para tridimensional recayó en Señal en amarillo y negro, de Alejandro López Saldaña. La pieza, bien pergeñada con efecto Op, es de hierro pintado, posada sobre una fina base de madera enrejada, el autor es profesor de escultura en la ENAP. Otra columna de buen nivel corresponde al cubano Geysell Capetillo: un fuste que alterna rines de automóvil con luz neón.
Quizá los organizadores debieran pensar en otro formato de convocatoria para la próxima versión.