Usted está aquí: jueves 13 de diciembre de 2007 Estados Negocio navideño en la cárcel de Yuriria

Negocio navideño en la cárcel de Yuriria

Martín Diego Rodríguez, corresponsal

Ampliar la imagen Ricardo y algunos compañeros del penal de Yuriria, Guanajuato, emprendieron con recursos propios la un negocio de producción y venta de piñatas Ricardo y algunos compañeros del penal de Yuriria, Guanajuato, emprendieron con recursos propios la un negocio de producción y venta de piñatas Foto: Martín Diego Rodríguez

Yuriria, Gto., 12 de diciembre. El robo de un autoestéreo que vendió por 200 pesos para comprar droga llevó a Ricardo a la cárcel municipal, donde lleva cuatro meses sin que lo hayan sentenciado, a pesar de que, dice, su caso es muy simple: “Robé, me agarraron y lo confesé. ¿Cuál es el problema?”

Ricardo tiene 18 años y comparte con otros 15 internos un patio de 10 metros cuadrados, único espacio al aire libre que hay en el penal –construido en 1857 y contiguo a la alcaldía– para ver el cielo y escapar de los camastros enmohecidos donde pasa largas noches en espera de que se resuelva su caso.

La idea de obtener un ingreso para comprar cigarrillos, sopas instantáneas y una ración extra de tortillas motivó a Ricardo a proponer un negocio que se ha convertido en una terapia para los reclusos del penal yurirense.

“Un día les dije a los compas que hiciéramos piñatas y nos empezamos a cooperar para comprar el material. Con 10, cinco, un peso que teníamos empezamos a comprar papel, globos, periódico y todo”, narra.

Los internos confían en que las posadas sean “nuestra temporada alta” y hacen hasta ocho piñatas al día.

El alcalde de Yuriria, Gerardo Gaviña González, comenta que el ayuntamiento no financia esta actividad, “pero les compraremos las piñatas que no puedan vender para regalarlas en las comunidades. Creemos que la iniciativa y la intención de hacer una reflexión sobre su comportamiento deben ser retribuidas”.

Ricardo admite ser adicto a los estupefacientes. “No puedo dejar la cocaína, la piedra ni la mota”. Ha ingresado varias veces a la cárcel, pero su reclusión le parece absurda.

“Hace tiempo me robé unas joyas; las vendí en 20 mil pesos y todo el dinero lo gasté en piedra. Me agarraron y me echaron nomás dos semanas. Ahora me robé un estéreo, lo vendí en 200 pesos, llevo aquí cuatro meses y me dicen que no estoy sentenciado y que voy a pasar un año aquí adentro”, explica.

Solamente lo han visitado su madre y una de sus hermanas. Sus amigos lo dejaron solo. “A lo mejor tienen miedo de que los dejen aquí”, dice entre risas.

Se pone serio y comenta: “Fuera está bien difícil: no hay trabajo, no pude seguir en la escuela, pero la mala vida es lo más fácil. Fuera tienes de todo: cocaína, piedra, pastillas, mota... cualquier cosa la consigues fácil y barato. Creo que eso está moviendo a muchos valedores a robar, porque el vicio está en todos lados”.

 
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