Usted está aquí: jueves 13 de diciembre de 2007 Economía México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega
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La paisanada salva la economía

Las remesas equivalen a lo que se paga por el asalto conocido como Fobaproa

Se agota este 2007, primer año de la “continuidad”, y entre los pocos indicadores que no han reportado reducciones destaca el flujo de recursos frescos provenientes del exterior inyectado a la economía mexicana en forma de remesas.

Si bien en 2007 la tasa de crecimiento de dicho indicador ha sido la menor de los últimos 14 años, la economía nacional se benefició con cerca de 25 mil millones de dólares, con lo que México confirma su nada envidiable posición como tercer receptor mundial de divisas por tal concepto, y uno de los mayores expulsores de mano de obra en el planeta.

Sólo India y China superan a México en este renglón, aunque no por mucho: la primera de las naciones habrá captado 27 mil millones de dólares, y 25 mil 700 millones la segunda, apenas 700 millones por arriba de los envíos de la paisanada. Para el caso mexicano, la tasa anual promedio de incremento en el periodo 2002-2006 fue de 20 por ciento, mientras en 2007 el avance se limitó a 1.4 por ciento.

A pesar de ese nada envidiable tercer lugar, México no aparece entre los diez primeros lugares en la relación remesas-producto interno bruto. En este contexto, las tres primeras posiciones corresponden, en 2007, a Tayikistán, Moldavia (36.2 por ciento del PIB cada uno), Tonga (32.3) y la República de Kirguiztán. Dos países latinoamericanos aparecen entre los diez primeros: Honduras (cuarta posición), con 25.6 por ciento, y Haití (octava), con 21.6.

En el año que concluye, de acuerdo con las estimaciones del Banco Mundial, alrededor de 240 mil millones de dólares en remesas habrán recorrido el mundo desde los países emisores a los receptores. De ese total, cerca de 60 mil millones se quedaron en América Latina (una cuarta parte del total mundial), y de ellos 42 por ciento se inyectó a la economía mexicana, monto que se mantiene como segundo en importancia, sólo después del ingreso por exportación petrolera. En dicho año, alrededor de 10 por ciento de las remesas mundiales terminaron en algún rincón de México.

Para dar una idea de qué se trata en el caso mexicano, de 2000 a 2007 la paisanada habrá inyectado a la economía nacional alrededor de 125 mil millones de dólares en remesas, equivalente a lo que del erario salió, sale y saldrá para pagar el asalto a la nación conocido como Fobaproa; aproximado a lo que de igual parte fluye y fluirá para amortizar la creciente deuda por concepto de Pidiregas y tres tantos superior al saldo de la deuda externa del gobierno federal, según las cifras de la Secretaría de Hacienda.

Como sucede anualmente, cuando menos en el último lustro, el monto de las remesas estimadas para 2007 a nivel mundial resulta superior en más de dos tantos a la llamada “ayuda oficial” que supuestamente otorgan las naciones desarrolladas a las que lejanamente lo son, y casi dos tercios mayor que la inversión extranjera directa recibida por los países subdesarrollados, como lo confirman las cifras del Banco Mundial.

El más reciente reporte temático elaborado por el Banco Mundial revela que América Latina seguirá como la principal región receptora de remesas, con 60 mil millones de dólares en 2007, un incremento cercano a 5 por ciento con respecto al monto reconocido en 2006. Y en la región, México en el primerísimo lugar, aunque el monto enviado por la paisanada sólo reportará un incremento de 1.4 por ciento en 2007, contra 15 por ciento en 2006 y 25 por ciento en 2005.

No es casual dicha reducción en el ritmo de crecimiento de las remesas hacia México, porque, dice el Banco Mundial, en ella se reflejan los problemas laborales y económicos en el vecino del norte, con “un mercado de trabajo más débil en Estados Unidos y la crisis en el sector de construcción, que emplea una buena parte de los inmigrantes mexicanos”. Además, menciona los controles migratorios “más duros” en la frontera estadunidense-mexicana y “un creciente sentimiento antimigratorio” en el dorado norte, que estaría “desalentando” a la paisanada, especialmente a aquellos que buscan empleo temporal del otro lado.

Lo anterior se suaviza para el caso de los centroamericanos que logran ingresar a Estados Unidos. Según el Banco Mundial, la creciente presencia de trabajadores hondureños, guatemaltecos y salvadoreños en Estados Unidos permitirá que el volumen de remesas se incremente por arriba de 10 por ciento, en comparación con el registro de 2006. “Ello se debe a que cerca de 200 mil inmigrantes de El Salvador y, en menor proporción, de Honduras y Guatemala, gozan de un permiso migratorio conocido como estatus de protección temporal” otorgado por la Casa Blanca a algunos países.

De cualquier suerte, el poder adquisitivo de los mexicanos en Estados Unidos (documentados o no), junto con la comunidad llamada “latina” en aquel país, tiene un creciente peso específico en la economía estadunidense, y a estas alturas podría rondar los 900 mil millones de dólares, monto nada despreciable incluso para el “coloso” del norte, que por mucho que intenta contener la “ola” migratoria de plano no puede, cuando lo fácil e inteligente es negociar el eternamente pospuesto acuerdo sobre el particular.

Las rebanadas del pastel

Hace un año que la madre Tonantzin dejó el gabinete del “cambio”, y ni así mejora el panorama. Invocada un día sí y el otro también por el de las ideas cortas y las botas largas durante su cómoda estancia en Los Pinos, la Guadalupana desapareció del discurso oficial desde que la “continuidad” se aposentó en la ex hacienda de La Hormiga, aunque qué más da si, invocada o no, los resultados son tan raquíticos ahora como antes.

 
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