Ojarasca 128 diciembre 2007
Luego que el gobierno nacionalista de Venezuela aceptaba el 2 de diciembre el triunfo de la oposición contra el referendo por las reformas a 69 de los 350 artículos constitucionales que, entre otras cosas, habrían permitido la reelección indefinida del presidente Hugo Chávez y la ampliación de su poder político, el pueblo wayuu en la sierra de Perijá-Socuy del estado Zulia celebró su Encuentro de Saberes: Territorio, Autonomía y Dignidad, del 6 al 9 de diciembre. Con el objetivo de compartir su cultura indígena con integrantes de su pueblo establecidos también en Colombia, y para continuar su lucha contra las empresas mineras en la región, desarrollaron el evento entre las comunidades de los ríos Socuy, Manché y Chairí.
Jorge Montiel, dirigente de la organización Wayuu Maikiralasa’lii, (quien visitó en julio pasado las comunidades de Chiapas para asistir al segundo Encuentro de los Pueblos zapatistas con los pueblos del mundo), denuncia la difícil situación de 400 familias a causa de los efectos sociales y ambientales que provocan las multinacionales que explotan y exportan carbón con el aval del gobierno venezolano: “Sin los indígenas no hay revolución en Venezuela”. Reivindicó también la autonomía de su pueblo y el respeto a su territorio ancestral.
Según el discurso oficial, la deuda histórica con los pueblos originarios se está saldando con el actual gobierno y con los cambios que en términos agrarios se han realizado. Sin embargo, para Montiel, la situación es muy diferente pues, “hablar de nuestra realidad ‘implica’ ser contrarrevolucionario, antichavista, antidemocrático”. Por ello, desmitifica la noción de la reforma agraria desde la concepción indígena: “Hay reformas que tienen que ver con la Ley de Tierras, la cual está afuera de los pueblos indígenas. Al hablar de autodemarcación, ya no se habla de reforma agraria, sino de un derecho originario, no adquirido de ahorita”.
Existen importantes irregularidades entre lo que expresan los artículos 119 y 117 de la Carta Magna de su país sobre los derechos indígenas y la cuestión agraria. Según el dirigente, “no se practica” ese recurso jurídico en la realidad. El principal problema que padecen las comunidades wayuu de la región es la explotación de carbón en las minas a cielo abierto por la empresa estatal Corpozulia y multinacionales como Carbozulia, Anglo American Coal (acusada, junto con Drummond LTD, de participar en el asesinato de dirigentes sindicales por sicarios y paramilitares en Colombia), Inter-American Coal, Peabody, Carbonífera Caño Seco, Vale do Rio Doce y Corporación Carbones del Perijá.
A pesar de que el pasado 20 de marzo la ministra del Medio Ambiente, Yuribiry Ortega, y el presidente Chávez el primero de mayo, anunciaron la suspensión de la ampliación y apertura de nuevas minas en la región zuliana, la dirección general de Corpozulia se niega a acatar la decisión gubernamental. Esa corporación “es la que se encarga de otorgar las concesiones a las grandes empresas, tiene poder hasta sobre el Instituto Nacional de Tierras y las misiones (de asistencia social)”, explica Montiel. “Son las compañías que pretenden entrar a nuestro territorio”, donde se encuentran importantes reservas del mineral. En las misiones de salud, educación o vivienda impulsadas por el gobierno bolivariano y los núcleos de desarrollo endógeno, hay una evidente injerencia de Corpozulia. “Desde la Misión Vuelvan Caras nos reparten cuadernos. No queremos ningún regalo en bolsa de comida, ningún medicamento. Queremos la tierra”.
La principal intención de este paulatino despojo “legal” de su territorio, a través de la autodemarcación de tierras —donde el gobierno obtiene su administración— es precisamente acceder a las reservas probadas en mil millones de toneladas métricas de carbón y así, como apunta Lusbi Portillo en El carbón y el eje andino (2007), pasar a “la extracción y embarque del mineral con la construcción de un enorme puerto carbonífero denominado Bolívar” y vender en un inicio 36 millones de toneladas de carbón.
Una estrategia de los wayuu para denunciar su lucha contra estas empresas ha sido la producción de videos y la creación de medios alternativos. En el Noticiero Indígena, producido y dirigido por Montiel, aparece una mujer visiblemente molesta que exclama en wayuu: “Es mentira, no existe ninguna ayuda para nosotros, sólo quieren engañarnos. Por eso no queremos esa compañía”. Durante una asamblea, otra mujer advierte: “No debemos permitir que sigan midiendo las tierras, pues si miden una, se llevarían dos o tres parcelas más”. Contemplando el agua de un río de la selva, otra mujer expresa que “si entrara la compañía, acabaría con los peces y animales y nosotros nos enfermaríamos, por eso no la queremos. Hablaron de poner una escuela, de créditos. ¡Mentira! Sólo nos engañan para que nos vayamos de aquí”.
Por su parte, un joven de la comunidad explica su determinación: “Yo no me voy a salir de aquí, prefiero que me maten en estas tierras que me dejaron mis abuelos”. No obstante, también hay divisiones al interior de los wayuu, pues algunos permiten medir su parcela o aceptan los programas clientelares. Paralelamente, existen denuncias de hostigamiento de grupos armados con motosierras que han derrumbado casas y provocado el desplazamiento de familias.
A la pregunta sobre si el actual proceso político nacional podría considerarse una revolución social, Montiel expresa: “Sin nosotros los indígenas no hay socialismo. Parece que los indígenas quedan fuera de esa revolución social. Los primeros revolucionarios fuimos los indígenas. Si hubiera revolución, tiene que haber territorio para los indígenas, respeto para nuestra cultura, religión, derechos”.
Una revolución que excluya a los indígenas será incompleta. Basta mirar hacia Bolivia. “Nosotros no nos conformamos con una revolución que tenga ‘misiones’ pero sin territorio; seguiremos siendo indígenas, no cambiaremos ni con la modernización. Sin los indígenas no hay revolución”, explica Montiel.
Durante su estancia en Chiapas, el representante wayuu conoció el proyecto de autonomía regional de los zapatistas. A la pregunta de si esta demanda forma parte de su lucha responde: “Queremos ser autónomos, no podemos sembrar una esperanza en un gobierno. Necesitamos la autodeterminación para que nadie imponga lo que vamos hacer, y haya un gobierno para un pueblo. Vamos a prepararnos. Estamos demandando que se reconozca la autonomía de nuestros pueblos, no que el Estado diga ‘voy a expropiar estas tierras pues son del Estado, no de los pueblos indígenas’”.
Entrevista: Juan Trujillo Limones