Realizaron subasta de arte moderno y contemporáneo en la casa Morton
Lejos del glamur, un óleo de Leonora Carrington alcanza 3 millones de pesos
Un comprador anónimo se quedó con Adieu mon general
Rebatinga por Paisaje del Paricutín, del Dr. Atl
Se vendieron obras de Tamayo, Rivera y Orozco, entre otros
Ampliar la imagen El óleo Adieu mon general, 1969, de Leonora Carrington, estrella de la puja Foto: Francisco Olvera
Ampliar la imagen El martillero ofrece el cuadro Chacal, de Rufino Tamayo, anteanoche, en la subasta efectuada en la galería de Lomas de Chapultepec Foto: Francisco Olvera
Ampliar la imagen Sandías, del artista oaxaqueño Foto: Francisco Olvera
Todos codiciaban el cuadro de Leonora Carrington, pero sólo una persona, de manera anónima y por teléfono, se atrevió a ofrecer los 3 millones de pesos en los que se subastó el óleo, el jueves, en la casa Louis C. Morton.
El joven martillero insistió varias veces: “¿quién da más?, ¿quién me da 3 millones 500 mil?”, pero el silencio fue casi sepulcral, mientras los asistentes se miraban de reojo, tal vez a su lado estaba quien se atrevería a entrar a la puja por esa espléndida obra titulada Adieu mon general (1969), quizá la mejor de la noche.
Nadie alzó la paleta. El cuadro, que se esperaba fuera vendido hasta en 5 millones de pesos, se fue para el comprador identificado sólo como el número 250, quien, eso sí, pudo escuchar los aplausos del público vía telefónica.
En cambio, la rebatinga por Paisaje del Paricutín, del Dr. Atl, estuvo emocionante. La puja se incrementaba de a 100 mil pesos cada vez. Se inició en 800 mil y alcanzó el millón 100 mil, aunque el estimado era de un millón 800 mil pesos.
Sin el glamur de casas subastadoras, como Sotheby’s o Christie’s, la venta de arte moderno y contemporáneo que se efectuó en la reconocida galería Morton de las Lomas de Chapultepec, se llevó a cabo en un pequeño salón donde obras y público se la pasaron apretujados durante cuatro horas.
Los cuadros eran mostrados por un trabajador que los tomaba sin los clásicos guantes blancos, con los que se manejan usualmente las obras de arte. Rodeados también por animales disecados (enormes osos polares, jabalíes y leones).
Pero nadie se quejaba. El ambiente era festivo, no sólo por la adrenalina que las pujas provocan inclusive en quienes no participan en ellas al ver, aunque de manera virtual, el ir y venir de dinero. Los aperitivos servidos a los presentes también ayudaron a “calentar” la subasta.
Difícil, conseguir en México un Tamayo
“¡Ese Rivera es falso!”, bromeó uno de los asistentes, y todos soltaron carcajadas cuando el martillero presentó el dibujo de Diego, Niños jugando (1947), que fue rematado en “apenas” 70 mil pesos, cuando se estimaba venderlo en 100 mil.
Más risas hubo cuando se anunció el óleo Hola cochinos asquerosos (1986), de Antonio Suárez, el cual se vendió en 10 mil pesos, o cada vez que un trabajador gritaba a todo pulmón “¡aquí!”, para indicar dónde estaba colgada la obra subastada.
“Ése está horrible”, “ése me encanta” “ay, jijos, ése está re caro”, “uy, ya se fue muy arriba el precio”, “todavía me alcanza”, “anda, anímate”, fueron algunas de las expresiones que se escuchaban entre quienes parecían ser clientes habituales de estas subastas (ex banqueros, actrices de televisión, “personalidades” del jet set mexicano, vecinos de la zona), algunos de los cuales reconocían que las piezas “están baratitas”, en comparación con los precios en dólares de obras de los mismos autores que se ofrecen en el extranjero.
“Baratitas, pero también no son las mejores”, interviene una joven, y como ejemplo dice que en México es difícil conseguir en subasta un buen cuadro de Rufino Tamayo. Hay muchas litografías, como las que se remataron aquí entre 10 y 24 mil pesos, pero piezas como las que se vendieron recientemente en Nueva York, no, concluye la muchacha.
En efecto, otro de los cuadros estrella de la noche, el óleo de Tamayo, de un personaje sin título, fechado en 1970, por el que se pidió un millón 100 mil pesos, no tuvo una sola oferta, ante la sorpresa de todos.
“No está tan mal la pintura... pero mejor me espero al óleo de Elvira Gascón, que está en 10 mil pesos, o a la serigrafía de Rafael Coronel, de a 20 mil”, dijo una señora.
Otro dibujo de Diego Rivera, Pareja en el parque, alcanzó 100 mil pesos, el Estudio proyecto para el Cristo hombre, de David Alfaro Siqueiros, 170 mil, y Hombre mutilado, de José Clemente Orozco, 380 mil.
Entre las obras “despreciadas”, no se sabe si por “caras” o porque el público las consideró “feitas”, estuvieron varios grabados y acuarelas de Francisco Toledo, dibujos de Antonio Ruiz El Corcito, Carlos Mérida y Julio Ruelas, un gouache de Raúl Anguiano, un pequeño óleo de José María Velasco, “sin firma, pero con dictamen”, dibujos del Dr. Atl, óleos de Manuel Felguérez, un collage de Roberto Cortázar, una escultura pequeña de Juan Soriano de 1954 y un retrato de Pita Amor, de Cordelia Urueta, entre otras.
En la casa Louis C. Morton se vendieron 131 obras, 53 por ciento del total de los lotes ofrecidos en esta ocasión, por más de 10 millones de pesos, sin contar comisiones e impuestos, “gangas” que la gran mayoría pagó con tarjetas de crédito.