Leduc presenta cinta en EU sobre experiencias reales y cuentos de Fonseca
Cobrador, espejo doble “de la violencia y la globalización”
La obra no busca culpables, sino los motivos de los “actos de locura”, afirma
Ampliar la imagen Peter Fonda, Antonella Costa y Lázaro Ramos, protagonistas de la cinta del director mexicano, que ayer se presentó en Nueva York
Nueva York, 29 de noviembre. “Tendrán que hacer su trabajo después de verla… No puedo desearles que disfruten de la película, pero sí de las conversaciones que espero sostengan después de verla”, dijo Paul Leduc antes de la presentación de su trabajo Cobrador: in god we trust, que se estrenó esta semana aquí.
“¿Quién está poniendo dinamita en la cabeza del siglo?”, canta Tom Ze en la banda sonora de la cinta, la cual intenta ofrecer algún tipo de respuesta.
Un dolor de muelas y la visita a un dentista en Nueva York que muestra las piezas de oro a su paciente que tendrá que pagar muy caro, detonan una serie de incidentes de violencia extrema –cuentos basados en textos de Rubem Fonseca– que al inicio parecen arbitrarios pero que poco a poco revelan una clave de lo que nos rodea –nos empapa– en este mundo: la violencia. El dentista expresa que será necesario tomar imágenes de rayos X, lo que resulta ser un aviso de lo que el director está por ofrecer: una radiografía de la violencia dentro y entre lo que se llama el norte y el sur.
“Nos deben mucho”, declaran los protagonistas, y la lista incluye las necesidades básicas para una vida digna: desde camisas limpias hasta baile, desde “lágrimas puras” hasta zapatos, desde comida hasta “poemas”. Estos son los “cobradores”, los que finalmente dan forma a una furia personal y colectiva contra el abuso, la injusticia y la violencia cotidiana vestida de normalidad, y de la que los pocos privilegiados del mundo quedan impunes mientras todos los demás pagan las cuentas.
Locura entendible
A veces estamos en Nueva York, el DF, Miami o Sao Paulo. Pero en todos lados nos invaden escenas que van pintando una ilustración de vidas interrumpidas por diversos tipos de violencia, desde la más explícita –como balazos y golpizas–, hasta formas más sutiles –como la explotación cotidiana o la desesperación de un individuo que lo lleva a atropellar gente– y aunque a veces parece arbitraria, esa locura es entendible.
El director comenta a La Jornada que tenía gran interés en exhibir esta película en Estados Unidos, donde existe la violencia hacia dentro y hacia fuera (no sólo es la mayor potencia militar, sino también el país con la población más armada y, por cierto, más encarcelada del mundo), y donde el 11-S fue muestra magna de la globalización de la violencia.
Un hombre del público, después de la función, en la sesión de comentarios con el director, dijo: “Mi amiga y yo casi nos salimos al principio, ya no aguantábamos otra escena violenta, pero algo nos detuvo: teníamos que ver hacia dónde iba todo, y así fue. Se empezó a revelar lo que está detrás”, y agregó: “No le entendíamos, pero algo nos hizo quedarnos y ahora queremos que otros la vean para hablar de ello”.
“Eso es lo que la película intenta hacer: provocar la discusión”, respondió Leduc. Frente a comentarios similares al anterior, dijo que intenta “provocar desconcierto” y que “la película es una provocación para que el público se enfrente consigo mismo”.
Como leer diarios
“Es como leer un periódico, pero con diferentes mensajes”, comenta otra mujer, en otra charla entre el público y Leduc. Éste responde que sí, que las historias están tomadas de hechos reales; que Fonseca antes de ser escritor era abogado y conocía de primera mano los actos criminales sobre los que escribió en sus cuentos negros; también, que fueron inspirados por acontecimientos como el del granjero coreano que se suicidó en las manifestaciones altermundistas en Cancún, o de una nota periodística sobre una mujer que atropellaba, a propósito, peatones en Estados Unidos. Los cuentos de Fonseca y los otros se vuelven metáforas, agrega Leduc y, en ese sentido, “la película se vuelve una metáfora de otra”.
La cosa, expresó el cineasta en respuesta a otros comentarios, es que después de ver en un noticiario o leer en un periódico diversos casos de violencia “uno se pregunta qué demonios está sucediendo, y la película es un intento de relacionar todo esto”.
Las razones
Leduc afirmó ante el público que la cinta trata sobre la “globalización de la violencia generada por la violencia de la globalización”. Los realizadores la caracterizan no como “una cinta violenta, sino como una obra sobre la violencia que no plantea descubrir quien mató, sino por qué se mata; no proponiendo la violencia sino tratando de entenderla”, como producto cinematográfico que no ofrece una respuesta, sino “plantear el problema” buscando generar “la polémica”. El objetivo, a juzgar por algunas reacciones aquí, se logró.
Cobrador... se exhibió por primera vez en esta ciudad, como parte del Festival de Cine de la Diáspora Africana, actividad que dura 17 días, con decenas de películas que tienen en común la experiencia de ese continente, sus pueblos y descendientes en el mundo. Durante el festival, Cobrador se proyectó en dos ocasiones.
Para mayor información: www.nyadff.org y www.cobrador.com.mx.